domingo, 1 de mayo de 2016

ELECCIONES EN LONDRES, UN EJEMPLO DE QUE SON PRECISAMENTE LOS CAMBIOS LO NEGATIVO.

Hoy, ojeando la prensa, me he encontrado con una noticia a la que no daba crédito.   Sadiq Khan, un ciudadano de origen paquistaní, 45 años, abogado, boxeador experto, de religión musulmana, miembro del partido Laborista, es el favorito para ganar las próximas elecciones a la alcaldía de Londres, que se celebraran el próximo 5 de Mayo.  El primer ministro de Reino Unido, David Cameron, ha dicho al respecto cosas como "Y tengo que decir que estoy muy preocupado por el candidato a la alcaldía laborista, que ha aparecido una y otra vez junto a un imam, Sulaiman Gani, que apoya al Estado Islámico". ¿Cómo es que en la capital del Reino Unido, en la capital  en la que se produjeron  los atentados terroristas del 7-J, un ciudadano de origen paquistaní  y religión musulmana puede ser hoy el favorito para ser su próximo Alcalde? Hay dos razones claras. Primera, la composición de la población de Londres ha cambiado mucho en los últimos años. En torno al 55% de la población de la ciudad es hoy de origen británico no blanco. Segunda, en los últimos meses se han producido importantes cambios en el Partido Laborista. Jeremy Corbyn, que representa un sector del laborismo afín al comunismo internacional, o sea, similar a Podemos en España,  se ha hecho con el liderazgo del partido gracias a una hábil maniobra política, consistente en introducir muchos nuevos miembros afines ideológicamente en un breve intervalo de tiempo, pocos meses,  los cuales luego le dieron su apoyo.

En las grandes naciones occidentales se están produciendo importantes transformaciones, no solo tecnológicas sino también sociales y políticas. Podemos dudar sobre si sus consecuencias serán a largo plazo positivas o negativas,  ya que es todavía pronto para tener una visión objetiva, basada en datos, sobre  lo  que está ocurriendo,  pero que se están produciendo  es ya innegable. Siendo también innegable, que la actual época de cambios está coincidiendo  con una época de declive, de clara decadencia de Occidente. En palabras de   Niall Ferguson, “Lo que hoy estamos viviendo es el final de 500 años de predominio occidental”. Las causas seguramente sean muchas, pero en mi opinión destacan dos. Una, cambios demográficos y el multiculturalismo social que está generando. Y dos, han surgido micropoderes políticos locales apoyados  desde el exterior, minoritarios ideológicamente y en número de seguidores, pero con mucha influencia en el mundo de la política.  Es ya evidente, que con la globalización económica Occidente no ha exportado su modelo social, político, de valores, dominante en las últimas décadas del pasado siglo, sino que lo está cambiando debido a la influencia exterior.

En las principales democracias occidentales se están produciendo importantes, rápidos, y en mi opinión, preocupantes,  cambios políticos. Sin ir más lejos, aquí en España el partido de reciente creación Podemos, de ideología comunista, y financiado  por actores afines al comunismo internacional a través de corruptos sectores de la de la derecha española, afines al PP,  gobierna en las principales capitales españolas, Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, La Coruña, etc. Por tanto, no sería de extrañar que mañana Londres, una de las principales capitales de Europa, tuviera un alcalde de origen paquistaní, de religión musulmana, y que  como mínimo coquetea ideológicamente con el Estado Islámico.

En mi modesta opinión, muchas cosas parecen indicar que la globalización económica, que todavía continua a pesar  de la crisis del 2008, está favoreciendo que la humanidad avance hacia un contexto internacional en el que haya elites dirigentes con intereses comunes globales y clases pobres que padezcan problemas también comunes globales. En los últimos años, en muchos países occidentales, la acción política ha estado más dirigida a beneficiar los  intereses de las elites que el interés general. En concreto y de forma clara dos grupos de políticas. Primero, las políticas de inmigración. La inmigración se permite principalmente por dos razones: Uno, porque beneficia a concretos sectores económicos, al abaratar la mano de obra. Dos, porque sectores de las elites dirigentes tienen interese comunes con las elites de  los países de origen. Segundo, las políticas a favor del libre comercio mundial. Lógicamente, se desconoce el efecto que a largo plazo provocara el  libre comercio a nivel mundial  sobre las economías de los países desarrollados, pero a corto ya se sabe que contribuye a destruir empleo y reducir salarios de los sectores menos competitivos. A pesar de ello, se defiende el libre comercio mundial únicamente por una razón, porque beneficia a las elites.

La economía si es sensible a algo es a la acción política, y parece ser que una acción política en beneficio únicamente de las elites no le sienta nada bien a las economías de los países desarrollados, en concreto de la UE. Italia tiene sus bancos al borde de la quiebra, sobreviven únicamente gracias a la actual política del BCE, que no cesa de inyectar dinero a la economía de la zona euro precisamente a través de los bancos, directamente o comprando deuda pública. En Francia, además del grave problema del terrorismo islamista,  el Gobierno de F. Hollande intenta aprobar una reforma laboral que cuenta con un fuerte rechazo, por razones diferentes, tanto de la patronal como de los sindicatos. Una reforma, que entre otras cosas, tiene como objetivo facilitar los despidos y reducir las indemnizaciones por despido para así promover la creación de empleo. España, entre otras cosas,  no logra reducir el déficit público, y lleva varios años con una tasa de paro superior al 20%. Se están produciendo cambios sociales y políticos, cambios como el que el próximo jueves puede hacer a Sadiq Khan el primer alcalde musulmán de Londres. Cambios que no sabemos que provocaran mañana, tal vez que Londres se parezca más a Islamabad,  pero que hoy sus efectos son de forma clara negativos pues  están provocando la decadencia y el empobrecimiento de las sociedades de las principales democracias occidentales.

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