Hoy, ojeando la prensa, me he
encontrado con una noticia a la que no daba crédito. Sadiq Khan, un ciudadano de origen paquistaní,
45 años, abogado, boxeador experto, de religión musulmana, miembro del partido
Laborista, es el favorito para ganar las próximas elecciones a la alcaldía de
Londres, que se celebraran el próximo 5 de Mayo. El primer ministro de Reino Unido, David
Cameron, ha dicho al respecto cosas como "Y tengo que decir que estoy muy
preocupado por el candidato a la alcaldía laborista, que ha aparecido una y
otra vez junto a un imam, Sulaiman Gani, que apoya al Estado Islámico". ¿Cómo
es que en la capital del Reino Unido, en la capital en la que se produjeron los atentados terroristas del 7-J, un
ciudadano de origen paquistaní y
religión musulmana puede ser hoy el favorito para ser su próximo Alcalde? Hay dos razones claras. Primera, la
composición de la población de Londres ha cambiado mucho en los últimos años.
En torno al 55% de la población de la
ciudad es hoy de origen británico no blanco. Segunda, en los últimos meses se
han producido importantes cambios en el Partido Laborista. Jeremy Corbyn, que
representa un sector del laborismo afín al comunismo internacional, o sea,
similar a Podemos en España, se ha hecho
con el liderazgo del partido gracias a una hábil maniobra política, consistente
en introducir muchos nuevos miembros afines ideológicamente en un breve
intervalo de tiempo, pocos meses, los
cuales luego le dieron su apoyo.
En las grandes naciones
occidentales se están produciendo importantes transformaciones, no solo tecnológicas sino
también sociales y políticas. Podemos dudar sobre si sus consecuencias serán a
largo plazo positivas o negativas, ya
que es todavía pronto para tener una visión objetiva, basada en datos, sobre lo que está
ocurriendo, pero que se están produciendo
es ya innegable. Siendo también
innegable, que la actual época de cambios está coincidiendo con una época de declive, de clara decadencia
de Occidente. En palabras de Niall
Ferguson, “Lo que hoy estamos viviendo es el final de 500 años de predominio
occidental”. Las causas seguramente sean muchas, pero en mi opinión destacan
dos. Una, cambios demográficos y el multiculturalismo social que está generando.
Y dos, han surgido micropoderes políticos locales apoyados desde el exterior, minoritarios ideológicamente
y en número de seguidores, pero con mucha influencia en el mundo de la
política. Es ya evidente, que con la
globalización económica Occidente no ha exportado su modelo social, político,
de valores, dominante en las últimas décadas del pasado siglo, sino que lo está
cambiando debido a la influencia exterior.
En las principales democracias
occidentales se están produciendo importantes, rápidos, y en mi opinión,
preocupantes, cambios políticos. Sin ir
más lejos, aquí en España el partido de reciente creación Podemos, de ideología
comunista, y financiado por actores
afines al comunismo internacional a través de corruptos sectores de la de la
derecha española, afines al PP, gobierna
en las principales capitales españolas, Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza,
La Coruña, etc. Por tanto, no sería de extrañar que mañana Londres, una de las
principales capitales de Europa, tuviera
un alcalde de origen paquistaní, de religión musulmana, y que como mínimo coquetea ideológicamente con el
Estado Islámico.
En mi modesta opinión, muchas
cosas parecen indicar que la globalización económica, que todavía continua a
pesar de la crisis del 2008, está
favoreciendo que la humanidad avance hacia un contexto internacional en el que
haya elites dirigentes con intereses comunes globales y clases pobres que
padezcan problemas también comunes globales. En los últimos años, en muchos países
occidentales, la acción política ha estado más dirigida a beneficiar los intereses de las elites que el interés general.
En concreto y de forma clara dos grupos de políticas. Primero, las políticas de
inmigración. La inmigración se permite principalmente por dos razones: Uno, porque
beneficia a concretos sectores económicos, al abaratar la mano de obra. Dos,
porque sectores de las elites dirigentes tienen interese comunes con las elites
de los países de origen. Segundo, las políticas
a favor del libre comercio mundial. Lógicamente, se desconoce el efecto que a
largo plazo provocara el libre comercio a nivel mundial sobre las economías de los países desarrollados,
pero a corto ya se sabe que contribuye a destruir empleo y reducir salarios de los sectores menos competitivos. A pesar de
ello, se defiende el libre comercio mundial únicamente por una razón, porque
beneficia a las elites.
La economía si es sensible a algo es a la acción política,
y parece ser que una acción política en
beneficio únicamente de las elites no le sienta nada bien a las economías de
los países desarrollados, en concreto de la UE. Italia tiene sus bancos al
borde de la quiebra, sobreviven únicamente gracias a la actual política del
BCE, que no cesa de inyectar dinero a la economía de la zona euro precisamente
a través de los bancos, directamente o comprando deuda pública. En Francia, además
del grave problema del terrorismo islamista, el Gobierno de F. Hollande intenta aprobar una
reforma laboral que cuenta con un fuerte rechazo, por razones diferentes, tanto
de la patronal como de los sindicatos. Una reforma, que entre otras cosas,
tiene como objetivo facilitar los despidos y reducir las indemnizaciones por
despido para así promover la creación de empleo. España, entre otras cosas, no logra reducir el déficit público, y lleva
varios años con una tasa de paro superior al 20%. Se están produciendo cambios
sociales y políticos, cambios como el que el próximo jueves puede hacer a Sadiq
Khan el primer alcalde musulmán de Londres. Cambios que no sabemos que
provocaran mañana, tal vez que Londres se parezca más a Islamabad, pero que hoy sus efectos son de forma clara negativos pues están provocando la decadencia y el
empobrecimiento de las sociedades de las principales democracias occidentales.
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