domingo, 13 de noviembre de 2016

TRUMP PROVOCA REACCIONES SIN PRECEDENTE EN LA HISTORIA DE EEUU.

Transcurridos únicamente 5 días,  la victoria de Donald Trump, próximo presidente de los Estados Unidos, está provocando, tanto a nivel nacional como internacional, reacciones sin precedentes en la historia. A nivel internacional, muchos  analistas y dirigentes políticos, de muy diferentes ideologías y nacionalidades, dudan de que Trump puede cumplir las promesas que ha hecho al pueblo americano durante la campaña y gracias a las cuales ha ganado a su oponente Hillary Clinton. A nivel nacional, diferentes grupos cuestionan la legitimidad de su victoria, alegando que la candidata del Partido Demócrata obtuvo 400.000 votos más, cuestionando así el funcionamiento del sistema democrático americano. Además, se están organizando manifestaciones violentas contra el presidente electo con el claro fin de frenar o condicionar las posibles futuras reformas que desee aplicar a partir de que ocupe el cargo el próximo 20 de Enero.

Populismo, definido de una forma coloquial, y entendible,  es dar al pueblo, a los ciudadanos, algo que se sabe que es malo. Por otro lado, demagogia es ofrecer al pueblo como soluciones a sus problemas imposibles, o cosas que se saben que van a provocar resultados contrarios a los que se buscan. Tanto a nivel doméstico, como exterior, el presidente electo Donald Trump ha sido calificado por sus oponentes ideológicos como populista. En mi opinión, no lo es. Durante su campaña Trump hizo una apuesta política clara, apostando por valores tradicionales americanos, considerando la pérdida de identidad que está sufriendo su país debido a la entrada masiva de inmigración un problema, algo negativo, y despreciando el voto de minorías culturales que se han asentado en ese país durante las últimas décadas. Trump hizo, también,  una apuesta política clara en política internacional. Contraria a la globalización económica, a cosas como la deslocalización y los tratados de libre comercio. Contraria a la política de apaciguamiento frente a actitudes belicosas, violentas, amenazantes y chantajistas exteriores, como la del terrorismo islamista. Contrarias a las actuales políticas destinadas a frenar el cambio climático, como el Tratado de Paris del 2015, el cual comprende un conjunto de medidas cuya eficacia no está demostrada, pero que supondrán un fuerte coste económico para lo que se conoce todavía como países desarrollados. En mi opinión Trump no es populista, sino que propone nuevas políticas para frenar el daño que están haciendo políticas de naturaleza demagógica que imperan en nuestra época, y que ya se saben que son negativas. Políticas demagógicas como la de decir que cosas como  que la entrada masiva de inmigración, la deslocalización, el libre comercio, las políticas de apaciguamiento, por ejemplo, contra el terrorismo islamista, son positivas, cuando se sabe ya que están provocando efectos negativos para los ciudadanos nacionales, como destrucción de empleo, inseguridad, pérdida de poder adquisitivo, incremento de la desigualdad, y la no deseada pérdida de identidad nacional, perdida de la cultura y los valores que representa. Trump no es un populista, sino que ofrece nuevas medidas para solucionar los problemas que preocupan a los americanos y cuya eficacia podrá ser cuestionada cuando se apliquen, pero no antes.


Cuando el presidente Obama gano las elecciones en el 2008, a pesar de que pertenecía a una minoría racial americana, negro y de padre musulmán, su victoria no fue cuestionada. Los resultados de las políticas que iba a aplicar no se conocían, pero se consideraban ya acertadas, luego muchas de ellas resultaron no serlo, incluso le dieron el Premio Nobel de la Paz, y ahora va a dejar un mundo en el que se han incrementado los conflictos armados o su intensidad, y una sociedad americana polarizada, fracturada, en la que los conflictos sociales de carácter étnico o puramente ideológico se han incrementado. Curiosamente,  con Trump está ocurriendo todo lo contrario.  Grupos que demuestran tener débiles convicciones democráticas y poco respecto hacia el sistema democrático americano están  cuestionando la legitimidad de su victoria y organizando manifestaciones violentas para intentar condicionar desde antes que ocupe la Casa Blanca sus políticas. Dejando claro, así, el talante democrático de unos y de otros.

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