martes, 20 de diciembre de 2016

2016, UN AÑO DE FRACCIONAMIENTO, INSEGURIDAD Y CONTINUISMO.

A pocos días de finalizar un nuevo año, el 2016, toca analizar como hemos percibido que ha transcurrido, y digo percibido, porque como todos sabemos cada uno habla de la feria, objetivamente, claro, pero, principalmente, como le ha ido en ella. El 2016 lo podemos analizar desde tres niveles diferentes: El personal, el nacional y el internacional. Lógicamente, voy a omitir el nivel personal, pues solo a mentes psicológicamente enfermas les puede interesar la vida personal de los demás, y no es precisamente a esos, no pocos,  a los que va dirigido este humilde artículo.

A nivel internacional, el año que va a terminar se ha caracterizado, a mi parecer,  por dos cosas: Fraccionamiento e inseguridad. El 2016 terminara como comenzó, con un Occidente bajo la amenaza del terrorismo islamista.  La inseguridad es un condimento muy amargo, que los gobernantes occidentales de nuestra época se han empeñado que acompañe la vida de los ciudadanos de los estados que gobiernan. En los últimos años ha crecido la inseguridad en todos los ámbitos de la vida de los ciudadanos. En el físico, en el laboral, en el económico, en el de la justicia, y  en el psicológico. En el psicológico, pues hay una enorme confusión sobre qué nivel de seguridad es el que realmente  tenemos. Inseguridad psicológica, que se ve incrementada por una total falta de seguridad jurídica, muchas veces motivada por sentencias arbitrarias que emiten los tribunales, importantes tribunales, algunos de ellos de dimensión supranacional. Inseguridad económica, porque las grandes empresa internacionales tienen una enorme facilidad para maquillar, falsear, su contabilidad, contando en muchos casos con complicidades estatales, y ello en una economía global fuertemente interrelacionada, incrementa enormemente el riesgo de todo tipo de inversión. Inseguridad psicológica porque los responsables de la seguridad, políticos y expertos, transmiten que la amenaza del terrorismo islamista no se puede ni eliminar,  ni reducir. Introduciendo conceptos falsos como el de lobo solitario, auto-radicalización, resistencia sin liderazgo, con los que se busca no adoptar las medidas necesarias para combatir el terrorismo islamista y ocultar su incompetencia. Gobernantes, expertos en terrorismo, periodistas, deberían de recordar que si la opinión publica conoce la verdad, de poco sirve que la versión oficial la niegue,  los efectos sociales serán los mismos.

Como he dicho, el 2016 terminara como comenzó, con un Occidente bajo la amenaza del terrorismo islamista. Para entender  lo que está pasando debemos mirar un poco hacia atrás. En septiembre de 2014, el portavoz oficial del Estado Islámico, Abu Mohamed Al-Adnani, ya fallecido,  ordenó a sus partidarios que ejecutaran a “todos los descreídos” occidentales. A partir de entonces numerosos países occidentales han sufrido atentados terroristas realizados por lo que se denomina el terrorismo islamista. Siendo Francia el país que más bajas ha tenido. A partir del  verano del 2015, desde Turquía, entrando por Grecia, se produce una avalancha hacia la UE de inmigrantes de religión musulmana, principalmente de origen sirio, país que lleva en guerra civil desde el 2011. Miles de ciudadanos de religión musulman, atravesando los Balcanes llegaron a Hungría con la intención de dirigirse a diferentes países de la UE, principalmente Alemania. Avalancha que cuenta con el efecto llamada que se genera desde Alemania, al decir su canciller, Ángela Merkel, que los dejara entrar en su país. En contra de lo que han transmitido algunos medios de comunicación, no se trató de fenómeno espontaneo, sino organizado, que  contaba con fuerte apoyo desde instituciones de la UE. Generándose al final del 2015, una crisis migratoria en la UE, sin precedentes desde la IIGM. Crisis migratoria a la que la UE intento darle una solución creando lo que se definió como el mecanismo obligatorio de reparto de inmigrantes y refugiados. Proceso que fracaso, por dos razones. Oposición de algunos Estados, y el deseo de los inmigrantes de ir únicamente a concretos países en los que sabían  que existen diásporas que los acogerán. El rechazo social  mayoritario a la  entrada de inmigración de religión musulmana y sus efectos en los procesos electorales, provoco que en el 2016 la UE tuviera  que cambiar totalmente de política migratoria. Cerrando un acuerdo con el Gobierno de Turquía, que consistía, entre otras cosas,  en que le pagaba a cambio de no dejar salir inmigrantes hacia Grecia y aceptar la devolución de aquellos que llegaran a islas griegas desde dicho país.

Mientras la UE quería imponer a los Estados miembros cuotas de reparto de inmigrantes, liderada por la canciller Merkel, la cual decía en el 2007 que el modelo social multicultural  alemán había fracasado, refiriéndose especialmente a la inmigración de origen turco que no se había integrado, ahora consideraba que Europa debía abrir sus puertas a la entrada masiva de nueva inmigración musulmana. Mientras todo eso ocurría, en noviembre del 2015, Francia fue objeto de un sangriento ataque armado, realizado en Paris contra población civil, no combatientes. Ataque armado contra la población civil, que provocaría que el presidente francés, F. Hollande, dijera “Francia está en guerra”. Afirmación, que se ha traducido en bien poco, pues las acciones del Gobierno francés contra aquellos que consideraban que habían atacado su sociedad civil han sido mínimas y totalmente ineficaces, eso sí muy costosas. Además, se han producido otros muchos más incidentes provocados por el terrorismo islamista, el último tuvo lugar ayer mismo en Berlín, del que todavía se conoce poco.

La amenaza del terrorismo islamista nos ha acompañado durante todo el 2016, y entrara con nosotros en el 2017. Para que un Estado pueda erradicar una amenaza es necesario definirla,  dimensionarla, conocerla, y sobre todo que exista voluntad política de combatirla. Está claro que no hay voluntad política para vencer el terrorismo islamista, ni siguiera para buscar disminuir su amenaza. Está claro, que el Estado Islámico, también denominado Daesh, es el precio que sectores del mundo islámico están dispuestos a pagar por los abusos que ellos y sus aliados cometen en países occidentales. Y sabiéndose eso, no hay voluntad política porque sectores políticos occidentales aceptan dicho hecho. El Gobierno de Irak,  apoyado por una coalición internacional en la que participa Estados Unidos, hace dos meses ha comenzado una ofensiva para recuperar la ciudad de Mosul, bajo control del EI desde hace dos años, conquista que le permitió aumentar sus ingresos y crecer como ente. A pesar de la enorme diferencia de fuerzas la ofensiva lleva ya tiempo estancada, principalmente, porque no hay voluntad política, ni militar,  de vencer.  

Otra de las características del 20016, es el fraccionamiento. Fraccionamiento de las relaciones internacionales,   fraccionamiento en el seno de  importantes organizaciones internacionales y políticas, fraccionamiento social. La Federación Rusa ha comenzado a quedar  fuera de los foros organizados por las principales potencias occidentales. En la UE se ha producido el  Brexit, y también división en el seno en la NATO, aunque no se haya dado a conocer su dimensión. En muchas sociedades occidentales los ciudadanos  se han cansado de ser objeto de abusos y de vivir en un ambiente de inseguridad, radicalizándose, radicalizando comportamientos y su voto. La victoria de Trump, prometiendo políticas totalmente contrarias a las del presidente Obama, el crecimiento de grupos de extrema derecha en numerosos países europeos, son claros ejemplos. Radicalización, que en España todavía no se ha producido, principalmente por una razón, porque las elites dirigentes están obteniendo importantes beneficios de sus relaciones con sectores del mundo islámico, con muchos de aquellos que por acción u omisión favorecen el  terrorismo islamista.

A nivel nacional, el 2016 ha sido un año en el que en España se ha hablado mucho de cambio para que luego se impusiera el continuismo. La derecha sigue gobernando gracias a la abstención de la discutible socialdemocracia española, el PSOE. En el 2016 el PSOE ha perdido poder, sufriendo una fuerte división interna, que aún no sabemos en que acabara, pero ha ganado responsabilidad ante la opinión pública. Ahora, el PSOE es responsable de las políticas que aplique Podemos en los ayuntamiento que gobierna gracias a su apoyo. Y también de las políticas y decisiones que adopte el Gobierno de Mariano Rajoy, pues sin su apoyo Rajoy no hubiera vuelto a ser investido Presidente. Y también ha habido continuismo en los problemas. El paro ha bajado, pero gracias a fomentarse el autoempleo, y un fuerte incremento de la precariedad laboral. También es cierto que España crece, pero es un crecimiento extraño, difícil de entender, pues lo hace en un contexto en el que una gran mayoría de sus ciudadanos pierden poder adquisitivo y el Estado es más pobre, teniendo que recurrir al déficit y el incremento de la deuda pública. El mundo laboral, el educativo, el de la seguridad o el sanitario siguen con los mismos problemas. En el Parlamento se habla ya de reformar la reforma educativa, la reforma laboral, la recientemente implantada Ley de Seguridad Ciudadana. Parece ser que el paso del ministro Ignacio Wert por el ministerio de Educación solo sirvió para que satisficiera sus necesidades amorosas. Y continuismo también el mundo de la justicia. La lentitud con que se aplica la justicia española en asuntos que tienen que ver con personas pertenecientes a las elites dirigentes no tiene equiparación en ninguna democracia occidental. El Poder Judicial retrasa eternamente los procesos judiciales con la clara intención de retrasar la aplicación de penas. Se tarda años en instruir una causa, para luego alargar lo máximo posible la celebración del juicio, retrasando de forma inexplicable e injustificada la emisión de la sentencia. Uno de los casos más escandalosos es el juicio del caso Nóos. Después de años de instrucción, y más de seis meses de juicio, ahora retrasan la emisión de una sentencia que esta más que clara. Todo ello, según parece, buscándose oportunismo judicial, la conveniente situación  político, social, que favorezca  la aceptación social de la  sentencia, que según informaciones periodísticas, busca que Inaki Urdangarin no tenga que entrar en la cárcel

El 2016 ha sido un año caracterizado por el fraccionamiento y la inseguridad, ¿Cómo será el 2017? En mi opinión, el 2017 será un año caracterizado por un continuo desandar. Trump va a poner de moda volver a políticas de principios de la década de los 90. A las políticas que imperaban durante el 92, año en el que se aprobó el tratado que daría lugar a la actual UE, el Tratado Europeo. Políticas que han producido años de desarrollo, progreso, y seguridad sin igual en la historia occidental. El 2017 comenzara anhelando la llegada de Trump.

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