lunes, 5 de diciembre de 2016

SÚBITO NO, RENZI DIMITE.

El pueblo italiano ha dicho no a la necesidad de realizar la   reforma constitucional que proponía su actual primer ministro, Matteo Renzi. La reforma, que según fuentes periodísticas italianas, no estaba clara, pretendía acabar, entre otras cosas,  con el denominado bicameralismo perfecto. Acabar con un sistema parlamentario compuesto por dos cámaras con idénticas funciones, en concreto, Renzi quería quitarle funciones, o sea, poder, al Senado, según él porque consideraba que dificulta la gobernabilidad de Italia, según otros, para dotarse de mayor poder, para dar mayor poder al Primer Ministro. No conozco en profundidad la política italiana, pero desde hace décadas es conocido que su principal problema es el elevado fraccionamiento del mapa político, fraccionamiento que no obedece, en muchos casos, a razones ideológicas sino a intereses de grupos sociales, de familias políticas. Situación de elevado y negativo fraccionamiento del mapa político en la que en estos momentos también ha caído España, dificultando ello,  como de sobra es conocido, la gobernabilidad. Por ejemplo, muy probablemente, el Gobierno de Rajoy no pueda aprobar los Presupuestos Generales del Estado para el 2017, llevando a España a una nueva crisis.

La democracia italiana se caracteriza, principalmente, por tres cosas: Elevada corrupción política, alta inestabilidad, y claros déficits democráticos, como el de que sus primeros ministros  sean nombrados sin previamente someterse a unas elecciones, tres en los últimos  años, y van camino del cuarto. Ocurrió con Mario Monti, un tecnócrata que fue nombrado para sustituir al primer ministro Silvio Berlusconi, quien fue apartado de la política por la justicia italiana. Aquellos que lo nombraron decían que Monti era la persona idónea para dar solución a los problemas de la economía italiana, sus logros fueron mínimos. Quedando reducidos a la aprobación de la ley de Estabilidad Presupuestaria, la reforma de las pensiones, y poco más. Luego vino Enrico Letta, que debido al elevado fraccionamiento del Parlamento surgió de un pacto político. A menos de un año de ser nombrado, a este lo echo, tras una lucha interna en el Partido Democrático, su compañero de partido Matteo Renzi. El ascenso de Renzi en la política italiana fue ilógico e irracional, dando a entender  que era fruto de un oscuro pacto político. Renzi fue presentado ante la opinión pública como un dirigente joven y ambicioso, que llegaba para solucionar la situación de la economía italiana, muy endeudada, y dar estabilidad política al país. No logro ninguna de las dos cosas. En los últimos tres años la economía de Italia ha mejorado muy poco, en el 2015 su PIB creció un 0,3%, la banca italiana sigue en quiebra técnica, sobreviviendo únicamente gracias  a la política favorable de barra libre de crédito del Banco Central Europeo. Y lo peor, si Renzi llegaba para dar estabilidad al país, se va dejándolo en una situación de mayor inestabilidad que cuando llego.

Renzi pertenece a una generación de políticos que ha surgido en nuestra época en Occidente, que se caracterizan por  ser jóvenes y ambiciosos,  tener dotes de comunicación, pero pocas ideas viables y positivas. Unos lideres jóvenes y ambiciosos, que se declaran contrarios a todo lo que han hecho generaciones anteriores de políticos, curiosamente se declaran contrarios a aquellos políticos  a los que les deben lo que son, a los que les han apoyado para llegar al poder. Una nueva generación  de políticos que tiene una principal característica en común, creer que tienen más poder que el que realmente tienen. Dicen hablar en nombre de la gente, de la ciudadanía, de la sociedad,  pero su  gente, los ciudadanos que les dan su apoyo, no son suficientes para lograr las impopulares reformas que desean emprender. Le ocurrió al presidente Obama en Estados Unidos, viendo muchas de sus reformas paradas por el Senado, la Cámara de Representantes, o el mismo Tribunal Supremo. Otras, las anulara el próximo presidente republicano, Donald Trump. Y le ha ocurrido ahora en Italia a Renzi. En España les ocurre a muchos dirigentes políticos. Podemos y Ciudadanos, se creen que tienen más poder que el que realmente dan a conocer los resultados electorales, quieren imponer reformas para las que no tienen suficiente poder. Y le ocurrió también a Pedro Sánchez, creyendo que podía imponer sus criterios e intereses en el seno de su partido, el PSOE. Poder de una nueva generación de políticos, jóvenes y ambiciosos, que en el caso de España,  queda reducido únicamente a bloquear, impedir la gobernabilidad.  


Tal como está diseñada al UE, la situación política nacional de los diferentes Estados miembros afecta a su funcionamiento de forma importante. La política nacional italiana nos está afectando de forma negativa.  El ilógico ascenso en la política italiana de Renzi afecto a la UE de forma negativa. Debido a ello, la UE tiene ahora a Federica Mogherini como Alta Representante de la Política Europea, una dirigente sin peso político ni a nivel italiano ni a nivel europeo, cuyo principal mérito político era que nueve meses antes había sido nombrada por Renzi ministra de Asuntos Exteriores, y cuya mediocridad e incompetencia ha demostrado en numerosas ocasiones  desde que ha sido nombrada, contribuyendo a la irrelevancia exterior de la UE. Y su marcha, la dimisión de Renzi, volverá a afectar a la UE también de forma negativa, entre otras cosas,  al dejar Italia en una situación de elevada inestabilidad política y con una banca sin sanear, disimulada, pero  en quiebra técnica.

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