El presidente Donald
Trump, como había prometido en su programa electoral, ha anunciado que va a
imponer nuevos aranceles a las importaciones de acero y aluminio,
respectivamente del 25% y del 10%. La Comisión Europea ha reaccionado
rápidamente viendo en dicha medida una amenaza a la industria europea, que no
ve en otras si consideras desde hace tiempo amenazas por el sector, como son
las exportaciones de acero de la industria China y el crecimiento del primer
productor de acero mundial, ArcelorMittal, en Europa, según los expertos, las principales
causas de la crisis que sufre la siderurgia europea. La decisión de Trump ha provocado en el
presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, lo que podríamos denominar el sindrome Colón,
buscando combatir en el Oeste las amenazas que provienen en del Este.
El presidente de la
Comisión Europea, Jean-Claude Juncker,
ha dicho “No permaneceremos sentados mientras nuestra industria es
atacada con medidas injustas que ponen en riesgo miles de puestos de trabajo
europeos”. Juncker no se ha mostrado tan beligerante para poner solución a la
segunda causa de la crisis de la industria del acero, que no es otra, que
la actividad que desarrolla la principal
empresa mundial del sector ArcelorMittal, empresa con sede en Luxemburgo, pero
con una clara tendencia a ir disminuyendo la producción en Europa para
desplazarla a otros lugares del mundo, especialmente, Asia y China.
La política proteccionista de Estados Unidos
respecto a sectores de su industria no
es algo nuevo. Dos ejemplos: En el 2002 el presidente Bush impuso aranceles de
hasta el 30% a las importaciones de acero, debido a la crítica situación en la
que se encontraban numerosas empresas del sector debido a la importación de
acero más barato. La Administración Bush los retiro a los 20 meses. En el 2016,
la Administración Obama impuso aranceles del 500% al acero plano laminado en frío procedente de China.
La industria del acero
de la Unión Europea está en crisis desde hace tiempo, progresivamente ha ido perdiendo competitividad, reduciendo
su producción, y lo que es más grave, reduciendo el número de empleados.
Según los expertos debido fundamentalmente
a las exportaciones de la industria China, la cual
logra fabricar y vender a costos mucho más bajos, incurriendo de forma clara en
prácticas dumping. Ante las reiteradas denuncias del sector, la
Comisión Europea ha venido actuando, por decirlo de forma suave, con
resignación, evitando adoptar medidas para proteger la siderurgia europea que
pudieran molestar al gigante chino y provocar una guerra comercial con ese
país. En el 2016 la Unión Europea
ha impuesto aranceles a las
importaciones de laminados de acero procedentes de China y de Rusia de hasta el
22,1% y el 36,1%, respectivamente. Con dicha medida la UE reconoce que hay un
problema con el acero proveniente de economías emergentes capaces de producir a
costos menores y vender más barato recurriendo a diferentes prácticas de
dumping.
La decisión de Trump de
hace unos días, de imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio,
es muy parecida a la adoptada por la Unión Europea respecto a China y Rusia, puede que tengan distintas
justificaciones, pero el objetivo es el mismo, defender la industria domestica
frente a la liberación del comercio internacional. Está claro que la principal
amenaza a la industria del acero europea, no es otra que el acero barato procedente de China, entonces,
¿Por qué Juncker demuestra frente a Estados Unidos una beligerancia que no
demuestra frente a China? Hay tres claras razones. Primera, se ha producido un
choque ideológico. Frente al libre comercio internacional defendido desde la
UE, sin valorar ni considerar sus negativas consecuencias, Trump se ha
declarado partidario de un proteccionismo comercial, posicionamiento que muy probablemente cree tendencia a seguir
en otros países. Segunda, la UE no puede competir contra productores de
acero como China, y sabe que las
importaciones de acero destruyen la industria comunitaria, pero lo acepta a
cambio de beneficios para otros sectores económicos, principalmente, porque los
rentabilizan las elites políticas. Importaciones de países como China que la
siderurgia europea quiere compensar exportando el exceso de producción a un
mercado en el que sí es competitivo, el americano. Lógicamente, ello contribuye
a arruinar la industria domestica americana del acero.
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