Alguien, cuyo nombre no
recuerdo, se preguntó una vez ¿Qué
sentido tiene la literatura en un pueblo que pasa hambre? Evidentemente
ninguno. Una sociedad no debe dedicar ni recursos ni esfuerzos a cosas como la
literatura cuando muchos de sus miembros pasan hambre. Parece ser que Mario
Vargas Llosa entendió el sentido de esas humildes palabras, y después de perder
las elecciones a la presidencia de Perú, en 1990, decidió venir a vivir a España, adquiriendo
a los pocos años la nacionalidad española. Con ocasión de su 80 cumpleaños la
Fundación Internacional para la Libertad, a pesar de ser latinoamericana, le ha
organizado en la Casa América de Madrid, un seminario titulado Vargas Llosa:
Cultura, Ideas y Libertad. Seminario al que han acudido importantes figuras de
la política española.
Desde siempre he pensado que
el tiempo y la vista son cosas demasiado importantes para perderlas leyendo ficción,
y por tanto no soy aficionado a la lectura de novelas. No conozco por
consiguiente la obra de Vargas Llosa, no sé si es merecedor de tantos halagos como recibe de representativas personalidades
de la sociedad española. Tampoco sé si es o no merecedor por su obra del Nobel
de Literatura, que le dieron en el 2010. Aunque es cierto que muchos expertos
literarios afirman que los Nobel de Literatura están completamente
desacreditados, obedeciendo su concesión más a intereses que a méritos
literarios. Malas lenguas han llegado
incluso a afirmar que a Camilo José
Cela, otro Novel español, cuya obra tampoco he tenido tiempo ni interés en conocer, le dieron el premio por su famosa frase de “No es lo mismo
estar dormido que estar durmiendo, como no es lo mismo estar jodido que estar
jodiendo”, pronunciada en el Congreso de los Diputados al llamar su atención el
Presidente de la Cámara. Independientemente
de cómo sea la obra de Vargas Llosa, su
roll terrenal, fuera de la ficción, de gallo en corral ajeno, de crítico
político de sociedades que muy poco tienen que ver con la sociedad de la que él
quería ser presidente, no me gusta.
El objeto de este escrito,
evidentemente, no es criticar a un personaje como Vargas Llosa, que ni me va ni
me viene, que me es totalmente indiferente, sino llamar la atención por la elevada
participación de dirigentes políticos españolas, especialmente de la derecha
española, en el seminario organizado por
la fundación latinoamericana. Algo que
no es de extrañar, si tenemos en cuenta que la Casa Real de Borbón, que ocupa
con carácter hereditario la Jefatura del Estado, le concedió el título de Marqués
de Vargas Llosa en el 2011, premiando o agradeciendo no se sabe bien que. Que
en una democracia la Jefatura del Estado pueda otorgar títulos de esta
naturaleza a un ciudadano, que para más inri tiene como segunda nacionalidad la
española, constituye una importante
anormalidad democrática, pero eso es harina de otro costal. Es evidente que las fundaciones de este tipo, Fundación
Internacional para la Libertad, Fundación
Carolina, etc, etc, etc, se crean para encubrir redes de poder que son
verdaderas puertas giratorias, procesos de retroalimentación y apoyo de unos
miembros a otros. Es evidente, que en su 80 cumpleaños, Vargas Llosa ha recibido un caluroso apoyo de
los monárquicos españoles y otros sectores de la sociedad española también con
interese en Latinoamérica.
El discurso inaugural
del seminario lo ha realizado el presidente en funciones del Gobierno, Mariano
Rajoy, calificando a Vargas Llosa de “Héroe
de la libertad. En principio, como español, dichas palabras me provocaron
vergüenza ajena, pero luego pensé, seguramente el presidente, conocedor de su
obra, se está refiriendo aunque no lo
diga al mundo de la ficción, pues de otra forma dicha afirmación no tendría
sentido. Pero todavía más escandaloso ha sido el discurso que ha
pronunciado el ex presidente del
Gobierno, José María Aznar. El discurso de Aznar no tiene desperdicio, casi me
produce ganas de vomitar. Primero, se ha
autodefinido como defensor de la libertad, cuando es de conocimiento público
que durante la época en la que gobernó en España hubo terrorismo de Estado,
11-M, y se cometieron flagrantes
violaciones de los derechos humanos, ordenándose detenciones por motivos
ideológicos o únicamente para defender los intereses de sectores de la elites
dirigentes españolas, no sé si también de las peruanas. Después, ha querido
responsabilizar a la Administración Obama de la decadencia que sufre la UE, y
de sus principales problemas, la crisis de los refugiados sirios y la amenaza
del terrorismo islamista, cuando dichos problemas son causados por la falta de determinación y falta de valentía de
las actuales elites dirigentes europeas a la hora de darles una solución. No
hay cooperación sin reciprocidad, la actual posición de Washington respecto a
los problemas de la UE es evidente que es debido a la falta de reciprocidad de
sectores de las elites gobernantes europeas.
Las palabras no tienen fecha
de caducidad, y tal vez ello es lo que hace que en la sociedad española exista
una exagerada admiración hacia la obra del Quijote de la Mancha. El año pasado
se celebró el 4º Centenario de su publicación, y este año, el 16 de Abril
de 2016, se celebrara también el 4º
Centenario de la muerte de su autor, Miguel de Cervantes Saavedra. Además, las
elites dirigentes españolas tienen un obsesivo interés en fomentar la lectura
de Don Quijote de la Mancha, algo que no es de extrañar, pues en la política
española son muchos los que se creen Cervantes. Por tanto, el riesgo de que un ciudadano español pueda
acabar siendo un Quijote es muy elevado si no es consciente de su fuerza,
capacidades y posibilidades. Leer novelas es una forma de soñar despierto e enriquecer el
vocabulario. Pero para no acabar siendo un Quijote más, sobre todo en España, es conveniente contextualizar. Contextualizar tanto la obra como el autor. No sé si aquellos
que sienten tanta admiración hacia la obra del Quijote han realizado dicho
proceso de contextualización, si lo hacemos seguramente llegamos a la conclusión de que es la obra de
Don Quijote de la Mancha una de las pocas cosas que merece la pena recuperar de dicha época. El Quijote de la Mancha,
pertenece a la época conocida como la España del Barroco, siglo XVII, una época
de crisis económica, una época de enorme pobreza y epidemias. Una época
con grandes desigualdades no solo económicas
sino también en cuanto a derechos y libertades de las personas. Una época en la
que la gran mayoría de los ciudadanos
eran dueños únicamente de una mínima parte de su destino. Una época en la que
en España reinaba una monarquía absolutista, que también concedía títulos
nobiliarios como el de Vargas Llosa. Una época en la que los recursos del país
eran gastados en guerras dinásticas o por motivos religiosos, mientras la gran
mayoría de la sociedad padecía carestía y hambre. Como bien conocen aquellos
que han leído El Quijote, una época de Hidalgos ociosos y picaros. Una época,
salvando las distancias tecnológicas, muy parecida a la actual de España. Tal
vez, de esta España ya lo único salvable sea también la obra, que no la
persona, de Vargas Llosa.
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