Faltan pocos días para
finalizar el 2018, y mientras celebramos viejas tradiciones religiosas y
familiares, la Navidad, es también hora de hacer balance de cómo ha sido el año
que termina, y de pronósticos y deseos para el año que vamos a comenzar, el
2019. Lógicamente, ello, balance, pronósticos y deseos, se pueden hacer desde
muy diferentes perspectivas, desde la puramente individual, pasado por la
familiar, la social, hasta llegar a la política. En mi opinión, es esta última,
la política, la más importante, la que más
nos interesa a los ciudadanos, porque en mayor o menor medida condiciona el
resto aspectos de sus vidas.
Desde una perspectiva política
y global, el 2018 ha sido un año que ha pasado sin pena ni gloria. No se han
resuelto problemas importantes ni han surgido otros nuevos. Durante el 2018, con
la recuperación económica el nivel de emisiones
de CO2, que ya había crecido en el 2017, ha seguido creciendo muy por
encima de lo planificado, llegando a en torno al 2,7%, poniendo en evidencia el total fracaso del Acuerdo
de Paris del 2015. Las crisis de Ucrania y Siria, dos de las crisis mundiales
que representa importantes riesgos para la UE, siguen latentes. Durante el
2018, el asunto del Brexit, tampoco se ha aclarado. Muy probablemente en Marzo
del 2019 se produzca un Brexit duro, lo que provocara que se enturbien mucho
las relaciones de todo tipo entre Reino Unidos y la UE. A nivel Español, ha
habido relevo al frente de la Generalitat, siendo nombrado presidente Quim
Torra, y en la Moncloa, gracias a una moción de censura, Sánchez es el actual
presidente del Gobierno. Pero dichos cambios no han servido para resolver
ninguno de los problemas importantes que hoy afectan a España, y por lo tanto,
a los ciudadanos. La crisis catalana sigue
como comenzó con la Diada del 2012. Sánchez da la impresión que gobierna
gracias a un actualizado Pacto del Pardo, cocinado en La Zarzuela por los monárquicos,
y del que todo indica que no solo se han beneficiado PP y PSOE sino también otros
actores de la vida política española. El amplio apoyo político con el que conto
el presidente Sánchez en la moción de censura
no le está permitiendo ahora aplicar sus políticas; ha gobernado el 2018 con
los Presupuestos aprobados por el anterior Gobierno, del PP; muy probablemente
no pueda aprobar los PGE del 2019, teniendo que prorrogar los actuales un año más.
Pero una de las principales características del 2018, es que el relativismo político
ha crecido enormemente en lo que se conoce como el Mundo occidental,
condicionando las decisiones políticas.
El relativismo político, que empezó
a tomar fuerza en el pasado siglo con la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución
de la Unión Soviética (1990), y con el que se buscaba justificar abrir las puertas
del Mundo occidental a países que durante la Guerra Fría habían pertenecido al Bloque comunista, ha alcanzado
en el 2018 un nivel máximo. El relativismo político, como ya lo describe en su
libro “El hombre light”, Enrique Rojas, es fruto del relativismo moral, pero
sobre todo de una política en la que los intereses económicos logran dominar a
la ideológica, sin considerarse las consecuencias negativas que ello provoca para el interés general.
En todas las época ha habido gobernantes que han aparcado a un lado sus
ideales, en beneficio de interés económicos, muy particulares, pero ello
siempre se había hecho de forma oculta, mediante pactos secretos, negándolo,
siendo condenado socialmente. Pero hoy no, se admite el relativismo político,
se defiende públicamente por gobernantes
con una personalidad contradictoria y ambivalente.
Es imposible hacer pronósticos
para el 2019, será un año de incertidumbre, principalmente causada porque
vivimos en el mundo del relativismo político y la ambivalencia, moral e ideológica.
Organizaciones que en sus países de origen son consideradas criminales, siendo
consideradas responsables de asesinatos,
extorsiones, robos, etc., en otros países son consideradas organizaciones
empresariales, que realizan inversiones beneficiosas para sus economías. La UE
ha vuelto a aceptar y tolerar en su seno las ideologías contra las que había nacido
y a las que había combatido durante décadas.
A unas, el Nazismo y el Fascismo, de forma intelectual, impidiendo que pudieran
existir grupos que defendieran sus ideas. Al comunismo, de forma militar, durante lo que duro la Guerra Fría. La NATO ha
vuelto a considerar a Rusia una amenaza. Tanto la UE, como Estados Unidos, ha adoptado contra Rusia
numerosas sanciones. Pero a la vez sectores de las elites dominantes europeas
siguen manteniendo estrechos vínculos con las elites rusas, en beneficio de sus
intereses económicos. El presidente Trump esta siendo investigado por sus vínculos
con elites rusas, y acaba de adoptar en
Siria una clara posición prorrusa, retirando a las fuerzas militares que tenía
sobre el terreno, y acercándose a Turquía. Turquía, a pesar de ser miembro de
la NATO, está en un proceso de claro acercamiento a Rusia. El Gobierno de Turquía
ha incumplido los acuerdos contraídos con
la NATO, comprando a Rusia el sistema de misiles de
defensa aérea S-400. Además, Turquía tiene en el tema de Siria una clara
alianza, interese comunes, con Rusia e Irán.
Trump es el ejemplo perfecto de gobernante con una personalidad fruto del
relativismo político que impera en estos
momentos en el Mundo occidental, contradictorio, ambivalente, que adopta políticas
en función de si ello favorece o no los interese económicos de sus empresas
familiares. Cada nueva contradicción en beneficio de los intereses de sus
empresas provoca una dimisión en su
Gobierno.
Lógicamente, en España, el
relativismo político también está dando sus frutos. En el 2014, favorecio que
naciera un partido nuevo, Podemos, que es un satélite del comunismo
internacional en España, que se sabía que sus dirigentes estaban financiados
por grupos de poder iraníes. En el 2018 ha favorecido que surja un partido de
extrema derecha, Vox, un partido que es de forma clara, heredero ideológico del
fascismo (Nacismo en Alemania) del pasado siglo. Y como tal, un partido que
considera que la violencia debe ser el principal instrumento de acceso al poder
político, que desprecia la democracia, pero que la acepta, como en su momento también
la acepto Hitler, para poder crecer y hacerse fuerte. Si en los Estados Unidos, Trump es el ejemplo
perfecto de gobernante fruto del relativismo político, en España lo es el
presidente Sánchez, como lo demuestran, por ejemplo, sus continuos,
contradictorios y ambivalentes posicionamientos en la crisis catalana. Se reunión
con Torra, he hizo un comunicado que nada tenía que ver con lo que habían
hablado y que hoy ya conocemos.