domingo, 16 de enero de 2022

POSVERDAD: UNA VERDAD AL SERVICIO DEL PENSAMIENTO UNICO.

 

En el 2016 se produjeron dos acontecimientos, el Brexit, la salida de Reino Unido de la Unión Europea, y la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, muy separados geográficamente pero unidos por el hecho de que expertos en procesos de comunicación política consideran que tiene en común que se han producido favorecidos por un fenómeno comunicativo sin precedentes, la utilización como estrategia política  de un discurso basado en mensajes dirigidos a las emociones y creencias de los ciudadanos, mayoritariamente falsos, logrando anular su objetividad y así captar su voto. Un fenómeno que ha sido definido con el termino posverdad. Un término ambiguo para definir una realidad nueva y confusa,  a la que, en mi modesta opinión,  se llega a través de especulaciones y suposiciones más que de datos objetivos. 



En el 2016, el  Diccionario de Oxford definió  posverdad algo así como “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. El termino parece describir una realidad en la que la búsqueda de la verdad ya no importa, a los ciudadanos ya no les interesa que es verdad o no a la hora decidir, sino que su conducta está más determinada por sus intereses, emociones y creencias. Algo que con fines políticos se explota, en ocasiones desde la demagogia, prometiendo satisfacer los deseos de los ciudadanos sin parar a analizar y valorar si estos son mínimamente racionales y alcanzables. En el 2018, la  Real Academia Española le dio el significado de  “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Una definición  mucho más agresiva, la de la RAE, pues ya habla, de forma clara,  de distorsionar la realidad para manipular a los ciudadanos.

¿Por qué surge ahora este concepto? ¿Se dan realmente circunstancias nuevas que lo justifiquen? y sobre todo, ¿Por qué genera tanto interés, si no también preocupación, entre sectores de las elites políticas y expertos de lo que se conoce como la alta cultura?  La utilización de la mentira; el uso de la demagogia, es decir, prometer cosas que se sabe que no se van a poder cumplir y hacer campañas de propaganda con mensajes dirigidos a las emociones y creencias de los ciudadanos, con fines políticos, no es algo nuevo. A lo largo de la historia  se han utilizado en numerosas ocasiones para hacer propaganda política. Sin recurrir a casos muy descarados, que se hayan podido producir en regímenes totalitarios, como la Alemania nazi o la Unión Soviética, en España, por ejemplo, en las elecciones generales del 1982, el candidato del PSOE, Felipe González, prometió la creación de 800.000 puestos de trabajo durante los cuatro años de la legislatura. Algo que no solo no pudo cumplir, sino que se destruyó mucho empleo. ¿Demagogia o error al valorar la situación de la economía española? A saber, seguramente solo lo sepa él y su equipo, pero es evidente que con esa promesa de su programa electoral buscaba apelar a las emociones de muchos ciudadanos preocupados por el elevado desempleo. A pesar de no cumplirse su promesa, González logro gobernar nada más y nada menos que 14 años seguidos ¿Sé dio en España un ambiente de posverdad en el que los ciudadanos se dejaron llevar por sus emociones y creencias más que por datos objetivos?

Lo que la posverdad esconde, de Enrique Herreras

Sea algo nuevo o no, e independientemente de en qué medida se dé la situación que define, el termino posverdad se ha puesto de moda, tanto su utilización en el lenguaje político y periodístico, como por pasar a convertirse en un  término a estudiar y analizar desde diferentes áreas de conocimiento, desde la filosofía, las ciencias de comunicación, etc. Uno de los últimos libros publicados en España que aborda este tema, es el de Enrique Herreras, profesor de Filosofia Política y Ética en la Universidad de Valencia, titulado Lo que la posverdad esconde. Un libro ameno, rico en contenidos, escrito con un lenguaje muy periodístico, es decir, fácil de entender, y dirigido, sobre todo, a profesionales de los medios de comunicación. El autor se pregunta “¿Hay algo diferente en la actualidad para que demos tanta importancia, rellenemos tantas páginas sobre la vieja mentira disfrazada de posverdad? ¿No estamos diciendo al mismo tiempo que la verdad ha perdido credibilidad? ¿La verdad ha dejado de ser un valor? ¿El objetivo de cavilar sobre la verdad no significará rematar la idea de verdad herida por la posmodernidad, y definitivamente deshacerse de su peso en todos los sentidos?”. Para acabar haciéndose la que me parece la pregunta más interesante “¿Cuánto de verdad hay en la posverdad?”.

Herreras define posverdad como la situación en la que “la distorsión de la realidad se ejecuta apelando a creencias de los ciudadanos, a los que en muchas ocasiones no les importa dicha distorsión de la realidad, si favorece a sus creencias. O a sus intereses”. Critica  la elevada concentración empresarial, el mercantilismo y la espectacularización que se da en los actuales medios de comunicación. Acepta que estos tienen un elevado sesgo ideológico, pero no lo considera negativo siempre que sea público, es decir, que a los receptores de noticias se les dé a reconocer desde que perspectiva se emiten estas. Herreras hace algunas reflexiones muy interesantes, cito las dos que más me gustan y comparto. Primera, “Detrás de los bulos siguen estando los poderes políticos, económicos y comunicativos, porque dichos bulos adquieren notoriedad pública cuando son acopiados por los medios tradicionales”. Es decir, sin la complicidad de actores políticos y medios de comunicación no se podría crear un ambiente de posverdad a base de fake news. Segunda, también considera que “los medios de información están plagados de noticias dudosas” lo que dificulta la existencia de una verdadera cultura democrática, pues impide que haya ciudadanos bien informados.

Elevada tolerancia a la mentira y a la transgresión de límites

Es indudable que nunca antes los ciudadanos habían tenido tantos instrumentos para contrastar la información, para detectar noticias falsas y desmentirlas. Si una mentira de naturaleza política sobrevive en nuestra época es porque cuenta con un elevado consenso político, social  y de los medios de comunicación, que lo favorece, anulando y desoyendo el discurso que la denuncia y la califica como tal, discurso que, para desacreditarlo,  suele ser calificado de teoría conspirativa. Pero también es cierto, que la globalización que surge con la caída del Muro de Berlín y su principal consecuencia, la disolución de la Unión Soviética, y el crecimiento de multiculturalismo en países occidentales, consecuencia de cambios democráticos provocados por el  incremento de movimientos migratorios, ha he hecho crecer el relativismo cultural e ideológico, generando una elevada tolerancia a la mentira y a la transgresión de límites que, por ejemplo, separan los significados de importantes conceptos, como es el límite entre verdad y mentira.

Las elites políticas mienten recurriendo al doble lenguaje, diciendo una cosa en público y otra en los despachos, en reuniones privadas. Mienten defendiendo en un mismo discurso, de forma clara o sutil,  una cosa y la contraria. Mienten defendiendo hoy una cosa ante la opinión pública y adoptando mañana una medida que va en dirección contraria. Argumentando que el lenguaje es una construcción cultural, para que el relativismo pueda triunfar de acuerdo a las ideas de filósofos como Jacques Derrida, se deconstruye el lenguaje,  se difumina el significado de conceptos tradicionalmente defendidos, se atacan dicotomías, ya nada es malo o bueno, verdad o mentira, todo depende, principalmente, del consenso político y social  de que disfrute en un momento dado. Vivimos una época de un elevado sincretismo, en el que se mezclan ideologías opuestas, en la que todo es relativo, para generar tolerancia en una sociedad excesivamente plural y así poder distender el ambiente político y lograr nuevos y mayores consensos. Tanto a nivel nacional, para poder ganar elecciones y gobernar, como a nivel internacional para  poder abrir nuevos mercados. Porque si algo ha impulsado la globalización, eso ha sido la economía, el deseo de las elites empresariales de abrir nuevos mercados en los que poder invertir y vender los productos de sus empresas.

¿Cuánto de verdad hay en la posverdad? Efectos de los medios de comunicación.

¿Cuánto de verdad hay en la posverdad? Se pregunta el profesor Herreras, y es difícil saberlo pues todavía no hay datos objetivos, principalmente de naturaleza estadística, sobre  cuáles son sus efectos sobre la comportamiento  de los ciudadanos, sobre su voto  y, por tanto, sobre la política, aunque ya hay muchos expertos que sostienen que el impacto de las fake news en el resultado de las votaciones suele ser más bien reducido.  Parece ser que Internet y las redes sociales como instrumentos para difundir información nos han llevado a los 30 del siglo pasado, cuando se pensaba que un mensaje adecuadamente presentado por los medios podía tener un efecto de persuasión instantáneo y masivo en receptores sumamente vulnerables a la influencia, es lo que se denominó el modelo hipodérmico de la comunicación. Según este modelo, los mensajes de los medios producirán un efecto de persuasión directo, instantáneo, homogéneo y masivo, sobre las actitudes y conductas de los receptores de la comunicación. Pero esta teoría fue superada en la década de los 50, por la teoría de los efectos mínimos o limitados de los medios de comunicación de masas. Según esta teoría, debido a la existencia de mecanismos selectivos a nivel psicológico en el individuo, entre los que destacan la exposición selectiva, la percepción selectiva, la memoria selectiva y la disonancia cognitiva, y a que el proceso de comunicación se produce en un contexto social más amplio, en el que el individuo recibe también información de otras fuentes, los medios principalmente refuerzan las actitudes preexistentes que mantiene un individuo.

Pero a finales de los 60 esta teoría también fue superada por la teoría del establecimiento de la agenda o agenda setting, según la cual, dicho de forma resumida, la potencialidad de los medios está en poder decirles a los ciudadanos sobre que pensar, a que temas prestar atención, sobre qué temas debatir, pero no que pensar, pues la opinión de un individuo no solo depende de la información que recibe de los medios sino también de otros muchos factores. Los expertos partidarios de que vivimos un ambiente político de posverdad, sostienen que los efectos de los medios digitales de comunicación sobre la opinión publica ya no solo es el del establecimiento de la agenda o tematización, sino que recurriendo a los mecanismos psicológicos que hasta ahora se consideraba que  reducían los efectos de los mensajes de los medios, defensa perceptiva, dominancia perceptiva, y disonancia perceptiva, logran manipular a los ciudadanos, pues gracias a, por ejemplo, información personal obtenida de la monitorización de su perfil digital, les cuentan lo que ellos quieren oír, que no siempre es la verdad.

El director de una residencia decide que sean los residentes los que elijan al responsable de la cocina a través de una votación. Se presentan dos candidatos. Uno, ofrece unos menús elaborados por un nutricionista. El otro, primero hace una encuesta entre los residentes sobre que platos desearían que fueran en el menú. Al comprobar, que el postre más deseado es el flan, decide confeccionar menús en los que todos los días haya de postre flan, sin entrar a valorar si ello puede provocar que muchos residentes acaben con diabetes. Lógicamente, sale elegido el segundo cocinero y es posible que muchos residentes acaben diabéticos, pero es su elección, si ocurre luego cambiaran de cocinero y de postre. Una metáfora de la posverdad. Políticos,  intelectuales, gente de eso que se conoce como la alta cultura,  que ayer se declaraban partidarios de una posmodernidad que niega la existencia de la verdad como valor absoluto; partidarios de la deconstrucción del lenguaje, antidualistas, partidarios de romper dicotomías que se dan en el lenguaje, por considerar que este es una construcción cultural e ideológica y defensores del relativismo cultural,  hoy dicen estar preocupados por los efectos que la posverdad puede tener para la política, al considerar que con ella se puede manipular el voto de los ciudadanos ¿Puede haber  algo más cínico?.

¿Cuánto de verdad hay en la posverdad?: su utilización ideológica y partidista. 

“La verdad que conocemos es una construcción de la realidad a través de los diferentes discursos hegemónicos de la época”, Michael Foucaut. “Las ideas de las clases dominantes son siempre las ideas dominantes”, Karl Marx. Es difícil saber cuáles son las motivaciones que han llevado a la creación de esta nueva palabra, posverdad, que aparentemente significa lo que viene después de la verdad. Tal vez, la existencia de una  nueva realidad no definida, o simplemente el deseo de romper la dicotomía verdad-mentira como método de deconstrucción para debilitar todavía más el primer término, la verdad. Lo que está claro, es que la posverdad está siendo utilizada, principalmente, sino únicamente, para atacar y desacreditar a sectores de la política y de los medios de comunicación  del mundo occidental actual que mantienen un discurso contrario al hegemónico, que defienden ideas que se oponen al pensamiento único, que cuenta con el consenso político del momento, y  creado, difundido y defendido gracias a una sutil, cuando no clara, aplicación de la espiral del silencio definida por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann.  

Puede ser que Internet y las redes sociales favorezcan crear un ambiente de posverdad y la difusión de mentiras, pero también es cierto su innegable contribución al pluralismo ideológico y a que los ciudadanos puede expresar libremente sus opiniones, dejando claro cuáles son sus ideas, creencias e intereses, y por tanto en la dirección que deben ir las propuestas de los partidos políticos para lograr su apoyo en una sociedad democrática. Como ya he dicho, la posverdad está siendo utilizada, principalmente para atacar y desacreditar ideas contrarias al pensamiento único, al discurso hegemónico.  En el 2011 tuvo lugar en España el fenómeno del Movimiento del 15-M, cuyo éxito se atribuyó al uso de las redes sociales y la difusión de mensajes dirigidos a las emociones de los ciudadanos, muchos de ellos falsos, por comprender reivindicaciones claramente inviables. Los medios de comunicación lo presentaron ante la sociedad como un movimiento espontaneo, no dando a conocer a sus líderes, luego se sabría que estuvo liderado por los que se pasarían a ser dirigentes del nuevo partido Podemos. También se ocultó a la opinión publica  sus vinculaciones con el comunismo internacional, presentándolo como un partido transversal,  algo que quedaría en evidencia al conocerse con más profundizadas sus ideas, vinculaciones extranjeras y, sobre todo, al fusionarse con Izquierda Unida. Para ser general de las Fuerzas Armadas Españolas, es indispensable ser monárquico, no cabe en ninguna cabeza que un militar pueda llegar a tal cargo sin serlo. Pero el general Julio Rodríguez paso de ser ex–JEMAD de unas Fuerzas Armadas monárquicas, controladas por la Casa Real, y  de un país miembro de la OTAN a ser dirigente fundador de Podemos, un partido de ideología comunista, prorruso y anti–OTAN. Pero aquí nadie ha visto posverdad, ni que Internet y el uso de las redes sociales representaran una amenaza para la democracia y la verdad. Tampoco nadie considera que el presidente Sánchez gobierne  gracias a existir en España un ambiente de posverdad, a pesar de que  antes de las elecciones, dijo que nunca pactaría con Podemos, y hoy sus dirigentes están en el Gobierno de España.  A pesar de que un día se declara constitucionalista ante la opinión pública, y al otro está indultando a los dirigentes políticos que lideraron el conocido como proceso independentista de Cataluña, todo en beneficio de sus intereses personales. Con ello quiero decir, no que el presiente Sánchez sea un reconocido cínico, que lo es,  sino que el concepto de posverdad se está utilizando sutilmente, insisto, para atacar y desacreditar ideas contrarias al pensamiento único fruto del consenso político y social del momento.

La victoria de Donald Trump, en el 2016, se considera que fue gracias a darse un ambiente de posverdad, a través del cual logro manipular al electorado. Una de las promesas de su programa era prohibir la entrada de musulmanes a EE UU, lógicamente promesa que significa una clara apelación a las emociones y creencias de los ciudadanos estadounidenses. En el 2017, a pocos días de estar en la Casa Blanca, la aplico imponiendo un veto a la entrada de inmigrantes procedentes de varios países musulmanes. Desde la posverdad se diría que no hay razones objetivas para considerar a la población musulmana una amenaza y justificar el veto, es decir, prohibir su entrada,  pues el terrorismo islamista es realizado por lobos solitarios, y cosas así.  El asunto genero mucho rechazo entre las elites políticas europeas. Algunos gobernantes dijeron escandalizarse con tal decisión, pero según una encuesta de Chatham House, este tipo de medida contaba con un fuerte apoyo social en todos los países de la UE, incluido en Reino Unido. No solo las elites de la alta cultura tienen ideas y creencias, también los humildes ciudadanos, estén basadas o no en datos objetivos, y cuando un dirigente político defiende esas ideas y creencias, apelando a sus emociones, estos le dan su voto, ¿posverdad? No, verdad.

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