Es un hecho fácil de constatar, que todos los países multiétnicos tienen algún conflicto interno. Unas veces, causado por la incapacidad para ponerse de acuerdo elites dirigentes de culturas diferentes, otras, porque estos son avivados de forma interesada desde el exterior, o por ambas razones. Ucrania es uno de esos países. Zonas del este del país con población mayoritariamente de origen ruso, están desestabilizándolo y provocando un conflicto armado al exigir su independencia y adhesión a Rusia. Lo que ya ha logrado la región de Crimea, donde Rusia mantenía una estratégica base militar y desde el 2014 ya es considerada una región más de Rusia. Además, Ucrania sufre un fraccionamiento ideológico, con un sector político y social europeísta, partidario de integrarse en la OTAN y la UE, y los partidarios de mantener mayores vínculos políticos y económicos con Rusia. En una democracia la discusión sobre el camino que debe seguir el país, en apariencia debería tener fácil solución. Los ciudadanos deberían decidir en un referéndum que desean, pero no es así por dos razones. En primer lugar, porque entre las elites políticas no hay suficiente consenso para que tenga lugar; y en segundo lugar, porque Rusia se opone a que Ucrania pueda integrarse en las organizaciones de Europa occidental.
Si hubo
conversaciones en el pasado, aunque no está claro de que alcance, hoy por hoy
las negociaciones para que Ucrania pueda entrar en la OTAN o en la UE están paradas.
Pero ello no quita que Rusia este utilizando este asunto para crear un
conflicto con los países miembros de la OTAN y la UE. El 5 de diciembre de 2021
los servicios de inteligencia estadounidenses difundieron que Rusia tenía
planeado invadir Ucrania y que con tal fin había realizado un importante despliegue de
unidades militares en la frontera con dicho país. Desde entonces, el conflicto
entre Ucrania y Rusia está recibiendo una enorme cobertura mediática, ha pasado
a ser uno de los principales temas de la agenda de los medios de comunicación occidentales.
¿La razón? No está clara. ¿Es simplemente porque las grandes potencias occidentales,
la OTAN y la UE, están comprometidas con la defensa de la integridad
territorial de ese país o hay algo más? En el 2014, cuando Rusia se anexiono
Crimea, las reacciones de NATO y la UE, fueron más bien mínimas, muy
contenidas, limitadas a sanciones de tipo económico. Ucrania carece de interés militar
para una Rusia que ya tiene una base militar en Sebastopol; Ucrania tampoco
tiene recursos naturales cuya explotación le pueda interesar; no hay información
sobre que la población de origen ruso que vive en ese país esté siendo objeto
de persecución y necesite la protección de Rusia. También sería muy ingenuo por
parte del Gobierno ruso pensar que invadiendo Ucrania va a lograr que las
democracias occidentales, miembros de OTAN y UE, retiraran las sanciones que le han impuesto por
anexionarse Crimea. Todo parece indicar que la amenaza que supone el despliegue
militar ruso en la frontera de Ucrania no tiene por objeto únicamente preparar una
posible invasión de ese país, si no, y principalmente, presionar a los países miembros
de la OTAN, de tal forma que de producirse la invasión esta no sería un fin en sí
misma, sino parte de un plan militar más amplio, que abarque de alguna forma a países
de Europa del Este, miembros de la UE, de ahí la preocupación que este asunto está
generando tanto en Washington como en
Bruselas.
En la época de la defensa de la transparencia como es la
actual, curiosamente, no se han dado a conocer a la opinión pública las reivindicaciones
que el Gobierno ruso ha hecho a la OTAN y dirigidas, especialmente, a los
Estados Unidos, ni tampoco se han hecho públicas las respuestas que han dado la
Administración Biden y la OTAN. Según algunas
informaciones periodísticas, Rusia no solo reclama que la OTAN no siga ampliándose,
sino también que retire toda actividad militar de los países de Europa del Este,
que se vuelva a la situación previa a 1997, es decir, Rusia quiere que la OTAN
este formada por países de primera, en los que sí puede haber fuerzas de otros países y, en concreto,
estadounidenses, y de segunda, como Polonia, países bálticos, etc, en los que
no. Curiosamente, cuando estos países entraron en la OTAN, Rusia no dijo nada,
rechazo la ampliación, y poco más. Pero desde hace ya unos años se percibe que
Rusia ha vuelto a una política de injerencia en asuntos internos de las democracias
occidentales, por ejemplo, en España, y a una política exterior basada en un
mayor intervencionismo militar, en recurrir a la amenaza de la fuerza para
imponer sus políticas e intereses. Lógicamente, a ello hay que sumar las
diferencias ideológicas y enfrentamientos que se dan entre los países miembros de la OTAN, que anulan su capacidad operativa,
algo perfectamente conocido por Rusia.
Se dice que tanto la Administración Biden, como la OTAN, han rechazado las reivindicaciones de Rusia, pero si la respuesta ha sido esa ¿Por qué no se dan a conocer los contenidos literales de los documentos enviados al Gobierno ruso? Sobre lo acordado en la Conferencia de Yalta, el presidente Roosevelt oculto información al pueblo estadounidense, dijo algo así como que los resultados de Yalta “debían traducirse en el fin del sistema de acción unilateral, las alianzas exclusivas, las esferas de influencia y los demás mecanismo que se han empleado durante siglos ….y han fracasado siempre. Proponemos sustituir todo esto por una organización universal a la que tengan oportunidad de unirse finalmente todas las naciones amantes de la paz”. Ello a pesar de que Roosevelt sabía que Stalin no lo iba a aceptar, que ya había puesto un gobierno títere de ideología comunista en Polonia, que no confiaba en la seguridad colectiva y que tenía planes para el resto de países de Europa del Este. Ralph B. Levering, en su libro Rusofilia, publicado en 1976 y traducido recientemente al español, dice “Que el presidente de Estados Unidos siguiera ocultando sus planes para el mundo de posguerra al pueblo estadounidense, que le había elegido para dirigirlos a ellos y a su gobierno democrático, estaba absolutamente injustificado y, en última instancia, seria fatídico para la paz mundial”. Roosevelt no quiso arriesgarse a tener que dar la batalla en Europa contra la Unión Soviética, que pudiera ser que fuera lo que eligiera el pueblo estadounidense de conocer toda la información, y luego Estados Unidos perdió en torno a 50.000 hombres en la Guerra de Corea y todavía más en la Guerra de Vietnam, ambas con el objetivo último de frenar la expansión del comunismo. ¿Por qué no se dan a conocer los contenidos de los documentos enviados al Gobierno ruso? ¿Está ocurriendo ya algo parecido a lo que ocurrió con la Conferencia de Yalta? Es posible. Es importante no ignorar que el Partido Demócrata vive un periodo de decadencia, sometido al chantaje de minorías culturales. Un documento que un Gobierno envía a un potencial enemigo, como hoy es Rusia, en una democracia no debe ser aceptable que se califique como secreto. En mi modesta opinión la sociedad estadounidense está ya tardando en exigir al presidente Biden que haga público el contenido de la respuesta a Rusia, lógicamente, lo mismo debería ocurrir en Europa, la opinión pública europea debería exigir que se haga pública la respuesta de la OTAN. Lógicamente, se acabara sabiendo, de una forma u otra, vía difusión o vía hechos, pero como ocurrió con la Conferencia de Yalta, tal vez, ya sea tarde.
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