Como todos los años, hoy ha tenido lugar la celebración de
la Pascua Militar en el Palacio Real, frente a la famosa Plaza de Oriente de Madrid, donde se
encuentra también el conocido Teatro Real. Un acto militar presidido por el que
la Constitución Española establece como mando supremo de las Fuerzas Armadas,
el rey Felipe VI, y al que este tiene cada año la referencia de invitar también
a cargos públicos, incluido al presidente del Gobierno, elegidos democráticamente.
La celebración de la Pascua Militar, instaurada nada más y
nada menos que en el siglo XVIII por el
también rey Borbón, Carlos III, hoy, más de dos siglos después, tiene por
objeto escenificar el sometimiento tanto de las Fuerzas Armadas, como de los
miembros del Gobierno de España democráticamente elegidos, a la Corona, es
decir, a la familia real de Borbón, representada en la actualidad por la
persona del rey Felipe VI. Como suele ser costumbre, la ministra de Defensa,
Margarita Robles, ha realizado un discurso dirigiéndose al Jefe del Estado,
jugando en el acto el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, un papel
puramente ornamental, como público, dejándose claro cuál es su papel en la
cadena de mando de las Fuerzas Armadas Españolas. En una democracia, como se
supone que es España según la Constitución vigente, la celebración de la este
acto representa un desprecio a la legitimidad democrática, concedida por las
urnas, pues con ello se busca enviar a la sociedad, al pueblo español, el
descarado y arrogante mensaje de nadie por encima del Rey. La monarquía es un
institución anacrónica, totalmente incompatible con un sistema político democrático. Pues rechaza
sus principales valores y principios al imponer una estratificación social
basada en el origen familiar de los ciudadanos o, lo que todavía es peor, en un
vínculo matrimonial.
En cuanto a los discursos, es de destacar tanto por parte
de la ministra Margarita Robles como por el rey Felipe VI la alusión al cumbre
de la OTAN que tendrá lugar en Madrid el próximo junio. En junio de 1997,
siendo secretario general de la OTAN, el socialista y varias veces ministro del
Gobierno de España, Javier Solana, se celebró la última cumbre de la OTAN en
España, en la que el Gobierno decidió integrar a España en su estructura
militar, organización a la que
pertenecía desde mayo del 82. La cumbre se vendió a la opinión pública
occidental como un éxito. Se firmó la Carta NATO Ucrania, a lo que Rusia accedió
después de haberse firmado en mayo del mismo año el Acta Fundacional OTAN-Rusia sobre Relaciones Mutuas,
con la que los miembros de la OTAN y Rusia estrechaban relaciones, dejando
atrás definitivamente la rivalidad
existente durante la era de la Unión Soviética y la Guerra Fría. Pero este
sueño se difuminaría pronto. En 1999 la OTAN decidió intervenir militarmente para
apoyar Kosovo, bombardeando a la
República Federal de Yugoslavia, alidada de Moscú, acusada de intento de genocidio contra los
kosovares. Mucho ha cambiado la
coyuntura internacional desde entonces. Hoy las capacidades de la OTAN están
muy mermadas, careciendo esta de capacidad operativa debido a enfrentamientos
internos. Y las relaciones de la OTAN con Rusia vuelven a ser muy turbias. Pero
a pesar de ello, la ministra de Defensa, Margarita Robles, ha dado a entender
con su discurso que la izquierda española espera que en la próxima cumbre de la
OTAN se pueda modificar, de nuevo, una vez más, su concepto estratégico en la
línea de debilitar todavía más sus capacidades y reducir su posibilidad de
intervención en un conflicto militar en la línea de un mayor acercamiento a
Rusia y sus aliados en la esfera internacional, a la que en los últimos años se
han sumado varios países del mundo islámico, incluido y contradictoriamente,
Turquía, también miembro de la OTAN. Ya
veremos qué pasa. Pero todo da a entender que lo mejor sería que alguien
propusiera la inmediata disolución de la NATO, para así poder dar lugar ya a la
creación de nuevas alianzas militares basadas en valores e intereses comunes,
hoy inexistentes en NATO, del tipo Aukus.
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