jueves, 26 de enero de 2023

UCRANIA: HA VUELTO LA VIEJA GUERRA.

 

Ha pasado ya casi un año desde que el 24 de febrero del año pasado, el Gobierno ruso decidiera atacar e invadir Ucrania, haciendo surgir en los países de Europa del Este, hoy miembros de la NATO, la amenaza de la guerra. Desde entonces, se han producido numerosas bajas, algo sobre lo que no hay datos claros;  la vida de la población ucraniana ha empeorado notablemente y se ha producido una avalancha de inmigración de ciudadanos ucranianos hacia Estados miembros  de la Unión Europea, pero el conflicto militar ha evolucionado muy poco. Rusia comenzó la guerra alegando que quería que se firmara un tratado de seguridad internacional en el que la OTAN se comprometiera a que no se iban a producir nuevas ampliaciones, en concreto, ingresando Ucrania y Georgia; luego el presidente Putin llego a decir que su Rusia exigía una vuelta a las fronteras previas a 1997, es decir, que la OTAN dejara de tener presencia militar en países ex miembros del Pacto de Varsovia. Algo que Rusia sabía que era inaceptable y que, por tanto, daba a entender  que Rusia quería la guerra sí o sí.  Hoy, no se conocen negociaciones de paz y, en cambio, si se prevé que con la mejora de las condiciones meteorológicas el Gobierno ruso vuelva a lanzar una gran ofensiva. Y lo más grave de todo, se siguen desconociendo cuales son los objetivos políticos y militares que Rusia pretende alcanzar con la guerra, lo que dificulta abrir negociaciones, pues ¿Qué negocias si no sabes realmente lo que quieren? Pareciendo poco probable que Rusia haya empezado una guerra únicamente para hacerse con un país como Ucrania, uno de los países más pobres de Europa, con pocos recursos de interés y sin valor estratégico para la defensa militar de Rusia.


T-14 Armata

Varios países miembros de la OTAN acaban de anunciar que lo antes que puedan enviaran carros de combate al teatro de operaciones para apoyar al Gobierno de Ucrania en su lucha contra la invasión rusa. Ello representa un paso importante en la implicación de la OTAN en la guerra, decidida a aumentar las capacidades militares de las fuerzas armadas ucranianas y da a entender dos cosas. Primero, las sanciones económicas a Rusia están fracasando. La economía rusa no se resiente debido a las sanciones y Rusia es percibida desde la OTAN cada día más fuerte militarmente y, por tanto, una mayor amenaza para  la estabilidad y seguridad de las democracias occidentales, especialmente, europeas. Dos, si hace no muchos meses numerosos  analistas expertos en defensa decían que las guerras del futuro serian asimétricas, hibridas, y un sinfín de nuevos conceptos teóricos, con la guerra de Ucrania ha vuelto la vieja guerra. Una guerra en que  viejos instrumentos han recuperado valor. En la que los carros de combate vuelven a constituir un instrumento importante para avanzar, conquistar y consolidar el terreno. 

Desde la caída del Muro de Berlín (1989) y todo lo que supuso, disolución  del Pacto de Varsovia y la Unión Soviética, por diferentes razones, entre las que destacan la firma del Tratado Sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa, motivaciones político-ideológicas, e incluso nuevas concepciones teóricas de lo que se consideraba que sería la guerra del futuro, los países miembros de la OTAN han reducido notablemente sus unidades de carros de combate. Hasta el punto de que al resurgir  la vieja guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto no solo las dificultades ideológicas y políticas, como la que en España representa Unidas Podemos, un partido político de ideológica comunista histórico satélite de Moscú, sino también militares e industriales para poder suministrar carros de combate a Ucrania. Que Alemania, la fabrica mundial de los Leopard, haya dicho que solo va a enviar 14 tanques, o que el presidente de los Estados Unidos diga que enviara los carros de combate Abrams dentro de unos meses, cuando las unidades militares rusas podrían, si lo desean, estar ya a la altura de Varsovia, evidencia no solo lo dicho, sino que tal anuncio tiene un efecto más disuasorio, por ejemplo, amenazando a Rusia con poner la industria occidental a fabricar carros de combate, que militar.   

Que las democracias occidentales vayan a incrementar las capacidades del armamento entregado a las fuerzas armadas ucranianas viene a constatar que las sanciones a Rusia no están dando los efectos esperados y Rusia cada día se siente más fuerte y representa una mayor amenaza. Todo hace pensar, es muy probable, que el Gobierno de Rusia este buscando un argumento que le permita justificar ante su opinión publica atacar a un Estado miembro de la OTAN, por ello, seguramente sea un grave error entregar carros de combate de la OTAN a Ucrania. Las democracias occidentales deberían incrementar el aislamiento real y efectivo a Rusia y sus aliados, incluido a países como China, Irán, Venezuela, India o incluso Turquía, a todo aquel que preste ayuda económica y militar a Rusia, obligando así a Rusia a recapacitar. Y si quieren alimentar algo que alimenten una nueva Guerra Fría, aunque no sé cómo se le puede llamar ya a esto. Pero esto último, volver a una época similar a  la de la Guerra fría, choca con los intereses de las actuales elites políticas y empresariales europeas. Sin ir muy lejos, en España el PSOE gobierna hoy con un satélite del comunismo internacional leal a Rusia, Unidas Podemos.

Pensar que el Gobierno ruso, que ha comenzado esta guerra sin provocación previa, por decisión propia, puede aceptar perderla, es ingenuo o infantil. Si Rusia ve que no puede avanzar en Ucrania muy probablemente, sería lo lógico, alimente algún conflicto ya existente, por ejemplo, pensemos en los Balcanes, o abra un nuevo frente, fuera de Ucrania, pero muy probablemente dentro de Europa, obligando a los países aliados a diversificar sus esfuerzos.  Una vez más la paz esta en manos de un conjunto de familias, eurodiputados, diputados nacionales, elites empresariales, etc, que luego no mandaran a sus hijos a la guerra pues a esta suelen ir los hijos de las familias pertenecientes a los estratos sociales más bajos, ello hace que los intereses  particulares, económicos y políticos de las elites dirigentes primen ante el peligro que supone que en vez de una Guerra fría el conflicto de Ucrania desemboque en una guerra que afecte a toda Europa.

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