Numerosos asuntos judiciales dan a conocer que la prepotencia y el descaro con que en España se cometen delitos de guante blanco, detrás de los que muchas veces se esconden otros delitos más oscuros o criminales, no tiene precedente en ninguna democracia occidental. En este caso no me estoy refiriendo a una nuevo caso de corrupción política o de un delito cometido por algún miembro de la familia que ostenta la Jefatura del Estado, la Casa Real de Borbón, sino al futbol. El ex vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros desde 1994 hasta 2018, José María Enríquez Negreira, ha estado cobrando del Fútbol Club Barcelona desde el 2021 hasta dejar su cargo, por servicios de asesoría que no están claros, según parece orales, no está claro a lo que se refieren con orales, es decir, si había videos, grabaciones, etc. Un nuevo caso que, en esta ocasión a través del futbol, sacude a la España negra en la que vivimos. El asunto es muy grave, pues si bien es cierto y conocido que la corrupción en le futbol siempre ha existido, lo que antes solo afectaba al popular juego de La Quiniela, hoy también afecta a un elevado y diverso número de apuestas.
Independientemente del tema futbolístico, que me interesa
más bien poco, aquí vemos que mientras a unos ciudadanos la Agencia Tributaria
y otras instituciones del Estado analizan sus actividades profesionales,
intentando encontrar la más mínima ilegalidad o irregularidad, por ejemplo, una
incompatibilidad, como puede ser que alguien que es vicepresidente del Comité
Técnico de Árbitros cobre de un equipo e futbol, otros hacen durante años lo
que le da la gana. Ha sido una denuncia
de un particular y no una investigación realizada por algún ente del Estado la
que ha puesto en marcha este asunto. Desde el mundillo del futbol, como todo sabemos
con actividades opacas, pero
también muy transparente, pues los clubs son empresas que presentan cuentas
anuales, y muy relacionando con la política, es decir, con los que controlan
las instituciones del Estado, nadie ha pensado que el hecho de que un vicepresidente
del Comité Técnico de Árbitros tuviera una empresa como DASNIL 95 SL podía ser una tapadera de cosas oscuras.
De igual forma, a la Agencia Tributaria no se le ha ocurrido inspeccionar que
ingresos tenía esta empresa, que servicios prestaba y a quien, ni siquiera cuando,
según información periodística, dejo de tener ingresos tan pronto como Enríquez
Negreira dejo su cargo.
Ser vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros y crear una empresa, DASNIL 95 SL, para facturar a un equipo de futbol, no parece muy inteligente, seguramente ello se debiera a dos razones. Primera, la dificultad que representa blanquear grandes cantidades de dinero. Y una segunda ya citada, contar con grandes amistades en las instituciones del Estado y en el mundo del futbol que te garantizan que no te van a investigar. Lo ocurrido se asemeja al hecho de que el secretario de Estado de Seguridad tuviera una empresa desde la que asesorara oralmente a empresas que está constatado que están controladas por organizaciones criminales. Seguramente al ser descubierto, este declararía que no les había dado información clasificada ni influido en las actuaciones policiales. Un asunto como este, de claro desarrollo de actividades que como mínimo éticamente son incompatibles, no puede haberse producido sin contar con importantes y elevadas complicidades, lo que nos lleva de forma inevitable a la España negra.
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