“Los niños tienen pene. Las
niñas tienen vulva. Que no te engañen”. La organización Hazte Oír quería difundir
este mensaje circulando con un autobús por la capital de España. El
ayuntamiento de Madrid, gobernado por un satélite de Podemos, Ahora Madrid, ha
ordenado ayer su inmovilización, recurriendo para ello a la Policía Municipal,
alegando que consideraba que incumple la ordenanza municipal de publicidad. Posteriormente,
el fiscal superior de la Comunidad de Madrid, Jesús Caballero, ha ordenado
abrir una investigación a la organización Hazte Oír. La Fiscalía considera que
se puede estar cometiendo un delito de odio, en concreto, contra el colectivo
transexual. Lo ocurrido ha reavivado en la sociedad española dos debates. El
primero, sobre si debe haber límites a la libertad de expresión, y donde
estos se deben de situar. Y el segundo, sobre la transexualidad, como debe ser
tratada y que difusión se le debe dar en la sociedad, en concreto, en lo que
respecta a la educación de los niños y jóvenes.
Lo que está ocurriendo con el eslogan utilizado por la organización Hazte
Oír me parece una exageración, buscándose más la confrontación política y
limitar la libertad de expresión que defender los derechos de uno u otro
colectivo social. En la sociedad española actual no se persigue a nadie por su orientación
sexual. Sin ir más lejos, en uno de los órganos más importantes del Poder
Judicial, en la Audiencia Nacional, hay
un juez homosexual, el juez Fernando
Grande Marlaska, y no parece que este perseguido, todo lo contrario, tiene la
potestad de juzgar a ciudadanos españoles. Además, en la sociedad española se
difunden publicaciones escritas y productos audiovisuales con mensajes mucho más
fuertes y socialmente dañinos, que el eslogan utilizado por Hazte Oír, y no se
genera polémica, ni debate, ni las autoridades, políticas, Fiscalía, etc., actúan. Por ejemplo, recientemente en una televisión
española vi la película Emmanuelle, de Just Jaeckin (1974), película que
seguramente en su momento le gustó mucho
a Román Polanski, pero que hace una clara apología de la violación, perdonándola,
si a través de ella la mujer experimenta y
obtiene placer sexual. Ni unos ni otros, ni ultracatólicos españoles, ni
comunistas, ni grupos feministas, abrieron ningún tipo de debate al respecto.
¿Hipocresía?
La utilización de un eslogan
como el anterior y la polémica que ha generado, sobrepasando los ámbitos
del debate social y periodístico, para
entrar en el de lo judicial, evidencia
dos cosas. Primera, que vivimos una
sociedad que está obsesionada con el
sexo, en la que hay organizaciones, de clara identificación ideológica, que quieren que una determinada concepción del
mismo sea considerada la buena, buscando condenar de todas las formas posibles
la contraria. Segunda, diferentes temas que tienen relación son el sexo, como el de la libertad sexual, la
homosexualidad, la transexualidad, la prostitución, etc., son
utilizados con fines políticos. Siendo utilizados como elemento reivindicativo, como elemento
para buscar la confrontación y como elemento para afianzar una determinada identidad
ideológica.
Las personas hemos sido
concebidas con una determinada carga sexual, cuando esta despierta, es muy difícil
volver a dormirla. Convirtiéndose así,
el sexo, en una necesidad muy difícil de
inhibir, que necesita ser satisfecha. De
igual forma, toda persona, todo ser humano, tiene una realizad física, biológica,
con la que uno nace y otra psicológica, más relacionada con lo que uno siente,
desea, ama, odia o teme. En mi opinión,
es necesario diferenciar entre lo que se conoce como identidad de género, algo
definido por la naturaleza, con lo que
nacemos, y que nos clasifica como hombre o mujer, con lo que cada persona
siente y que la lleva a desear vivir su
sexualidad de una forma u otra. Algo que se sale del ámbito de lo físico, para lo que
no hay explicación biológica, pasando a formar parte de nuestra realidad psicológica.
Un caso extremo es el de la
transexualidad, cuando una persona se
siente del sexo contrario al que biológica y convencionalmente le asigna la
sociedad. Un tema complejo, el de la transexualidad, para él no hay consenso
social ni un explicación científica, y que una sociedad democrática solo puede afrontar de una
forma, con respecto. Respectando y defendiendo los derechos de aquel que por
alguna razón se siente diferente.
La educación sexual, que es
con lo que en gran medida tiene que ver el eslogan utilizado por la organización
Hazte Oír, es un tema complejo. Los expertos no coinciden a la hora de dar
respuestas a preguntas como ¿La educación
sexual debe limitarse al ámbito de la familia o también la debe contemplar el
sistema educativo? ¿A qué edad debe esta comenzar? ¿Quién la debe impartir,
personas con que características, con qué tipo de moral? ¿Qué contenidos debe
abarcar? Complejas preguntas con difíciles respuestas, sobre todo si tenemos en
cuenta que los ámbitos en los que se debe impartir la educación sexual, como son la Iglesia y el sistema educativo, son,
precisamente, lugares en los que niños y jóvenes son objeto de abusos sexuales.
En mi humilde opinión, es conveniente y acertado dejar que los niños vivan su
sexualidad con naturalidad, sin forzarla, ni reprimirla, ni canalizarla en una
u otra dirección. Claro que también considero que los niños deben
tener el derecho a saber que: Si eres un
chicho y tienes sexo con una niña con
pene, o viceversa, si eres una chica y tienes sexo con un niño con vulva, estas
optando por una determinada opción sexual, que se denomina, homosexualidad.
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