viernes, 15 de febrero de 2019

SÁNCHEZ SE RINDE, IMPOSIBLE DISIMULAR MÁS LA INGOBERNABILIDAD DE ESPAÑA.


El presidente Sánchez acaba de anunciar que el próximo 5 de marzo disolverá las Cortes Generales y convocara elecciones, que serán el 28 de abril. A partir de entonces el Gobierno de España entrara en funciones, con sus competencias limitadas, teniendo que tomar decisiones sin previo debate en el Congreso y sin poder contar con su respaldo, algo que no parece lo más conveniente para España teniendo en cuenta  que se está realizando en el Tribunal Supremo el juicio más importante de la democracia, cuya sentencia afectara de forma directa o indirecta al futuro de España.  Los expertos en matemáticas dicen que todo suceso tiene una explicación matemática. Y en este caso sería fácil de establecer una relación matemática entre  los periodos de tiempo de la XII Legislatura que gobernaran Rajoy y Sánchez  y su número de diputados. Casualidad u ocultos y actualizados Pactos del Pardo, personalmente creo que lo segundo, pero a saber, lo que está claro es que Sánchez ha elegido fechas clave para tomar decisiones en función de cálculos matemáticos, muy  simples, pero cálculos matemáticos.  Presento la moción de censura contra el presidente Rajoy cuando este ya había aprobado los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para el 2018, y ahora convoca elecciones para un mes en el que se crea mucho empleo como consecuencia del periodo vacacional de la Semana Santa. Lo más grave, es  que el anuncio de la disolución de las Cortes viene a constatar que con el fraccionamiento del mapa político, al surgir partidos emergentes como Ciudadanos y Podemos, y ahora Vox, España ha entrado en una preocupante y perjudicial situación de difícil gobernabilidad democrática.  


Sánchez se ha presentado hoy ante la opinión pública como un político que había actuado con responsabilidad y sentido de Estado, que había dado un paso adelante por el interés general, en beneficio de todos los españoles, para sacar del poder a un partido corrupto, el PP. Solo le  faltó decir que se había sacrificado por el bien de España. No sé lo que siente en su interior, en su conciencia, el presidente Sánchez, pero ha trasladado a la opinión publica una imagen totalmente opuesta, la imagen de ser un calculador, que actúa motivado por una alta ambición personal y por sus intereses particulares, sin sentido de Estado, sin preocuparle las consecuencias, negativas, que para España representaran haber forzado un cambio de Gobierno para menos de nueve meses.  Lo ocurrido con el Gobierno de Sánchez me recuerda la anécdota de esa pareja de recién casados, que en la noche de bodas la novia dice que se va dormir con otro. Cuando Sánchez presento la moción de censura sabia con qué apoyos contaba y para qué. Sabía que tanto Podemos como el independentismo burgués catalán le impondrían exigencias de máximos ante las cuales él tal vez sí, pero el PSOE,  no podría ceder.

Sánchez ha logrado ser presidente, y seguramente si las encuestas se cumplen todavía lo sea un buen periodo también en funciones. Se trasladó a vivir a La Moncloa, conoció los instrumentos del poder, no sé si los utilizo, disfruto de viajes presidenciales, incluso fue a un concierto como presidente. Durante meses, si me permiten la vulgaridad,  nos ha podido tocar los huevos a muchos españoles, pero todo ello le va a salir muy caro a la sociedad española. Lo cambios frecuentes de Gobierno son muy negativos y costosos, porque no solo supone que cambia el presidente y sus ministros, cambia otro mucho personal en los ministerios, cambian los proveedores, cambian las formas de hacer las cosas, se retrasa la aplicación de decisiones, y todo ello suele ir acompañado de un incremento del gasto.

Pero lo más dramático de todo esto, es la situación en  que se encuentra España, de difícil gobernabilidad democrática y con claras malas alternativas políticas. Frente a un Sánchez mediocre, sin ideas políticas, mas allá de intentar legalizar la eutanasia, cuando en España lo difícil no es morir sino sobrevivir, y la de proponer sacar los restos del general Franco del Valle de los Caídos, no se quien saldrá antes de su actual ubicación, la otra alternativa que tiene el pueblo español, es la de Pablo Casado. Un Casado,  presidente del PP, que ya ha comenzado a amenazar con un ¡Váyanse!, recuperando así la hoja de ruta retrograda y fascista del expresidente Aznar. Las dos veces que ha gobernado el PP, se han producido en España ataques atribuidos por el Gobierno de España al terrorismo islamista. Numerosos periodistas, expertos en terrorismo y espías, ya han calificado el 11M como un caso de terrorismo de Estado, el asunto de Cataluña, 17ª, dejando 15 asesinatos en Barcelona y uno en Cambrils, no está claro, pero lo que sí está claro es que gobernando el PP. El terrorismo islamista y sus cómplices en territorio español creen que es el momento más favorable para actuar es cuando gobierna el PP, lo que abre numerosas hipótesis, como la de que estos actúan al contar con la protección de sectores de la derecha española o incluso por orden de estos.

Las elites dirigentes españolas han quemado la democracia, permitiendo, cuando no ordenando,  flagrantes e impunes violaciones de los Derechos Humanos, ordenando terrorismo de Estado, favoreciendo el fraccionamiento del mapa político. Como consecuencia España ha entrado en un periodo de clara ingobernabilidad democrática; en la que los problemas importantes no se solucionan; en el que las alternativas son Sánchez o Casado. Un Sánchez dispuesto a decir sí a todo, a las reivindicaciones del comunismo internacional representado en España por Podemos, a las  del independentismo burgués catalán, a la entrada descontrolada de inmigración ilegal, a las del sector minoritario que pide legalizar la eutanasia activa. O  un Casado, que acompañándose de líderes ideológicos tan dispares, como un líder gitano, José Cortes, y del heredero del último secretario general del Movimiento, Adolfo Suarez, quiere recuperar en España claras formas de gobernar fascistas. Lógicamente ello tendrá un coste social, pero no será solo para los pobres, sino también para las ricas elites dirigentes.

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