El presidente Sánchez acaba de
anunciar que el próximo 5 de marzo disolverá las Cortes Generales y convocara
elecciones, que serán
el 28 de abril. A partir de entonces el Gobierno de España entrara en
funciones, con sus competencias limitadas, teniendo que tomar decisiones sin
previo debate en el Congreso y sin poder contar con su respaldo, algo que no parece
lo más conveniente para España teniendo en cuenta que se está realizando en el Tribunal Supremo
el juicio más importante de la democracia, cuya sentencia afectara de forma
directa o indirecta al futuro de España. Los expertos en matemáticas dicen que todo
suceso tiene una explicación matemática. Y en este caso sería fácil de
establecer una relación matemática entre los periodos de tiempo de la XII Legislatura que
gobernaran Rajoy y Sánchez y su número
de diputados. Casualidad u ocultos y actualizados Pactos del Pardo,
personalmente creo que lo segundo, pero a saber, lo que está claro es que Sánchez
ha elegido fechas clave para tomar decisiones en función de cálculos matemáticos,
muy simples, pero cálculos matemáticos. Presento la moción de censura contra el
presidente Rajoy cuando este ya había aprobado los Presupuestos Generales del
Estado (PGE) para el 2018, y ahora convoca elecciones para un mes en el que se
crea mucho empleo como consecuencia del periodo vacacional de la Semana Santa.
Lo más grave, es que el anuncio de la disolución
de las Cortes viene a constatar que con el fraccionamiento del mapa político,
al surgir partidos emergentes como Ciudadanos y Podemos, y ahora Vox, España ha
entrado en una preocupante y perjudicial situación de difícil gobernabilidad democrática.
Sánchez se ha presentado hoy
ante la opinión pública como un político que había actuado con responsabilidad
y sentido de Estado, que había dado un paso adelante por el interés general, en
beneficio de todos los españoles, para sacar del poder a un partido corrupto,
el PP. Solo le faltó decir que se había sacrificado
por el bien de España. No sé lo que siente en su interior, en su conciencia, el
presidente Sánchez, pero ha trasladado a la opinión publica una imagen
totalmente opuesta, la imagen de ser un calculador, que actúa motivado por una
alta ambición personal y por sus intereses particulares, sin sentido de Estado,
sin preocuparle las consecuencias, negativas, que para España representaran
haber forzado un cambio de Gobierno para menos de nueve meses. Lo ocurrido con el Gobierno de Sánchez me
recuerda la anécdota de esa pareja de recién casados, que en la noche de bodas
la novia dice que se va dormir con otro. Cuando Sánchez presento la moción de
censura sabia con qué apoyos contaba y para qué. Sabía que tanto Podemos como
el independentismo burgués catalán le impondrían exigencias de máximos ante las
cuales él tal vez sí, pero el PSOE, no podría
ceder.
Sánchez ha logrado ser
presidente, y seguramente si las encuestas se cumplen todavía lo sea un buen
periodo también en funciones. Se trasladó a vivir a La Moncloa, conoció los
instrumentos del poder, no sé si los utilizo, disfruto de viajes
presidenciales, incluso fue a un concierto como presidente. Durante meses, si
me permiten la vulgaridad, nos ha podido
tocar los huevos a muchos españoles, pero todo ello le va a salir muy caro a la
sociedad española. Lo cambios frecuentes de Gobierno son muy negativos y
costosos, porque no solo supone que cambia el presidente y sus ministros,
cambia otro mucho personal en los ministerios, cambian los proveedores, cambian
las formas de hacer las cosas, se retrasa la aplicación de decisiones, y todo
ello suele ir acompañado de un incremento del gasto.
Pero lo más dramático de todo
esto, es la situación en que se
encuentra España, de difícil gobernabilidad democrática y con claras malas
alternativas políticas. Frente a un Sánchez mediocre, sin ideas políticas, mas allá
de intentar legalizar la eutanasia, cuando en España lo difícil no es morir sino
sobrevivir, y la de proponer sacar los restos del general Franco del Valle de
los Caídos, no se quien saldrá antes de su actual ubicación, la otra
alternativa que tiene el pueblo español, es la de Pablo Casado. Un Casado, presidente del PP, que ya ha comenzado a amenazar
con un ¡Váyanse!, recuperando así la hoja de ruta retrograda y fascista del
expresidente Aznar. Las dos veces que ha gobernado el PP, se han producido en
España ataques atribuidos por el Gobierno de España al terrorismo islamista.
Numerosos periodistas, expertos en terrorismo y espías, ya han calificado el 11M
como un caso de terrorismo de Estado, el asunto de Cataluña, 17ª, dejando 15
asesinatos en Barcelona y uno en Cambrils, no está claro, pero lo que sí está
claro es que gobernando el PP. El terrorismo islamista y sus cómplices en
territorio español creen que es el momento más favorable para actuar es cuando
gobierna el PP, lo que abre numerosas hipótesis, como la de que estos actúan al
contar con la protección de sectores de la derecha española o incluso por orden
de estos.
Las elites dirigentes
españolas han quemado la democracia, permitiendo, cuando no ordenando, flagrantes e impunes violaciones de los
Derechos Humanos, ordenando terrorismo de Estado, favoreciendo el
fraccionamiento del mapa político. Como consecuencia España ha entrado en un
periodo de clara ingobernabilidad democrática; en la que los problemas importantes
no se solucionan; en el que las alternativas son Sánchez o Casado. Un Sánchez
dispuesto a decir sí a todo, a las reivindicaciones del comunismo internacional
representado en España por Podemos, a las del independentismo burgués catalán, a la
entrada descontrolada de inmigración ilegal, a las del sector minoritario que
pide legalizar la eutanasia activa. O un
Casado, que acompañándose de líderes ideológicos tan dispares, como un líder gitano,
José Cortes, y del heredero del último secretario general del Movimiento,
Adolfo Suarez, quiere recuperar en España claras formas de gobernar fascistas. Lógicamente
ello tendrá un coste social, pero no será solo para los pobres, sino también para
las ricas elites dirigentes.
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