En la sociedad española lo políticamente correcto ha dejado
de estar de moda, para dar paso a lo políticamente descarado. En España,
durante la década de los 80 del pasado siglo, entre las elites políticas existía la convicción de la necesidad de la
defensa de lo políticamente correcto. La necesidad de la defensa de que el
comportamiento de los políticos y, sobre todo, su discurso, entraran dentro de
lo aceptable en una democracia y de acuerdo a la Constitución del 78. Cuando se
rompía esta regla, no era por deseo de dirigente político afectado sino porque
un adversario o un medio de comunicación habían hecho público algún secreto de
este que le desacreditaba. Pero todo cambia, y en este caso para peor. De un
comportamiento y discurso de las elites políticas políticamente correcto, hemos
pasado a otro políticamente descarado. Se miente de forma descarada; se amenaza
de forma descarada; se defiende una cosa y se hace la contraria de forma
descarada. Todo comportamiento y discursos políticos son aceptables si cuentan
con el apoyo de la mayoría. Hoy en España tenemos diputados nacionales que
lideraban acciones de asalto a supermercados o que eran partidarios de lo
conocido como escrache como forma de presión a representantes políticos democráticamente
elegidos.
El Gobierno de España acaba de aprobar una ley para hacer
frente a la desinformación. En teoría para hacer frente a las noticias
falsas. Como si en la era de Internet los ciudadanos no fueran capaces, con un mínimo
esfuerzo y coste, de verificar cuando una noticia es falsa o no. Lógicamente,
ello entra en contradicción con el hecho constatado de que en España los
principales productores de noticias falsas son fuentes del propio Gobierno y
afines ideológicamente. En un ambiente dominado por lo políticamente descarado,
lo percibimos todos los días a través del discurso de dirigentes políticos,
nadie se cree que esta ley nace para proteger a los ciudadanos, sino todo lo
contrario, para poder ejercer represión, como un recurso más de los partidos
que hoy gobiernan España para limitar la libertad de expresión de medios de comunicación
y ciudadanos no afines ideológicamente. El Gobierno de Sánchez dice querer
combatir la desinformación, pero no ve desinformación en la propaganda
antioccidental y anti NATO que el vicepresidente y secretario general de Unidas
Podemos hace a través de una cadena de la televisión
publica iraní.
Pero no es algo nuevo ni de extrañar. Durante el pasado
siglo tanto el Régimen nazi alemán, como regímenes de ideología comunista, la Unión
Soviética y sus satélites, utilizaron la
mentira descarada, el tirar la piedra y esconder la mano, acciones de bandera
falsa, etc, como instrumento para
alcanzar objetivos políticos, cuando militares, asegurándose el factor sorpresa, por
ejemplo, prometiendo paz y luego atacando. Tampoco es de extrañar, una de las
principales características de los regímenes comunistas es controlar y limitar
la difusión de información, prohibiéndose toda actividad de difusión de información
contraria a los intereses del partido político, el único partido, comunista,
que gobierna. España hoy todavía no es un régimen comunista pero ya se le acerca
en numerosos aspectos. En el Gobierno de España hay un partido, Unidas Podemos,
que es un claro satélite de lo que desde la caída del Muro de Berlín se conoce
como poscomunismo, el comunismo con las mismas ideas de siempre, pero con un hábito
más caro, más lujoso, liderado desde Moscú y demás países de su órbita.
Ha comenzado el juicio por los atentados de Barcelona y Cambrils de agosto de
2017, y lo primero que hacen es difundir un video con los ejecutores manejando
explosivos y amenazando a ciudadanos cristianos españoles. ¿Funcionaba la
furgoneta con la que realizaron el ataque con explosivos? ¿Tienen todo tan bien atado que no temen que
se puedan producir reacciones en la sociedad española? ¿Qué difusión de información
quieren controlar desde el Gobierno de España? Evidentemente, una vez más se
han superado a sí mismos, han sobrepasado el límite de lo políticamente
descarado. Y lo mismo está ocurriendo con la gestión de la epidemia por el
virus chino covid-19 desde el Gobierno de España solo se hace desinformar y
sobre todo amenazar a los ciudadanos. Volvamos al principio para entender el
presente. Que el 30 de enero, día que la OMS declaro la alerta sanitaria por el
virus chino, por coronavirus, que el
Gobierno permitiera entrar en España al Wuhan Zall, un equipo de futbol
chino, para entrenar, y luego al Dalian Yifang, es un insulto a la inteligencia.
Pero no queda ahí la cosa, después
de tres meses de un duro estado de alarma, el Gobierno de Sánchez volvió a las
andadas, de tal manera que se cree que
un variante del virus
chino asociada a trabajadores temporeros de Aragón y Cataluña es la
principal causa de la segunda ola de la epidemia en Europa, ¿Es una tomadura de
pelo? No, es un fruto más de lo políticamente descarado.
Una vez más, debo resaltar que el
problema no es el virus chino, sino la utilización que lo políticamente descarado
permite hacer de la situación creada por la epidemia que ha causado. Siendo
utilizada para justificar represión y encubrir violaciones de los derechos
humanos. Muchos expertos en temas sanitarios
padecen el síndrome Hitler, es decir, se creen con capacidad para controlar el
mundo con sus virus y enfermedades, y como todos recordamos, no fue así. En
España, esta constatado, el sistema
sanitario es utilizado para ajustar
cuentas y cometer violaciones de los derechos humanos, algo amoral, propio de
regímenes fascistas, su variante el nazismo, o de regímenes comunistas. En el
Mundo occidental no es aceptado ni en tiempos de guerra, pero hoy lo permite la
aceptación por la mayoría de lo políticamente descarado. De tal forma que muchos ciudadanos hoy viven bajo la amenaza de que el
Gobierno de España decida que ha llegado el momento oportuno o no de aplicarles
una eutanasia activa. ¿No hay alternativa, no hay capacidad de reacción,
debemos resignarnos a aceptar pasivamente las consecuencias de lo políticamente
descarado? Que cada uno decida.
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