Mañana se cumple el
20 aniversario del 11-S, de los brutales ataques del terrorismo
islamista contra la sociedad civil estadounidense, destruyendo las conocidas como las Torres Gemelas y
atacando también el Pentágono, donde se encuentra el Ministerio de Defensa
estadounidense, causando los ataques cientos de muertos y otros tantos heridos.
Volver a analizar otra vez lo ocurrido no tiene ningún sentido, pues no hay
ninguna información relevante nueva, y sí numerosas intenciones por manipular
lo ocurrido.
Personalmente, creo que sobre lo sucedido se pueden hacer
tres importantes reflexiones. Primera, El 11-S fue un brutal y cobarde ataque
realizado por el terrorismo islamista principalmente contra población civil no
combatiente; contra indefensos ciudadanos sin ningún tipo de responsabilidad
política. Segunda, teniendo en cuenta los altos niveles de seguridad que
existían en los Estados Unidos es evidente que
los ataques no se hubieran podido producir sin contar el terrorismo
islamista con apoyo doméstico, de sectores de las elites dirigentes
estadounidenses. Tercera, como consecuencia la Fuerzas Armadas estadounidenses
y sus aliados invadieron dos países del mundo islámico, considerados
colaboradores del grupo terrorista que había realizado los ataques, Afganistán
e Irak. Las operaciones militares supusieron para los aliados un simple paseo
militar. Las invasiones fueron realizadas con un mi minio esfuerzo y con
un número de bajas, todas lamentables,
pero muy bajo. El grueso del gasto en esos países, por ejemplo, para Estados
Unidos, vino después, cuando intereses políticos decidieron permanecer en esos
países con objetivos poco claros, como por ejemplo, en reconstrucción, pero sin
saber bien lo que se quería reconstruir. Lógicamente, todos esos años de
permanencia en territorio enemigo también sirvieron para que empresas
armamentísticas estadounidenses probaran nueva tecnología militar, por ejemplo,
los vehículos aéreos no tripulados, los conocidos como drones, que no hubieran podido probar en otro tipo de
teatros de operaciones en los que no tuvieran un total control del espacio
aéreo y las radiaciones electromagnéticas.
Pero lógicamente en el este aniversario se va a producir
una novedad. Estados Unidos y sus aliados se han retirado de Afganistán dejando
el poder a régimen talibán, uno de los principales aliados del grupo terrorista
responsable del 11-S. La Administración Bush decidió en el 2001 invadir Afganistán
para destruir la red yihadista Al Qaeda y su principal apoyo en el territorio,
el régimen talibán, que entonces gobernaba ese país. Pensar que la mayor
potencia militar del mundo, Estados Unidos, solo hay que echar un vistazo al
gasto mundial en defensa para constatarlo, tiene que abandonar un país por la
resistencia de un grupo de guerrilleros sin afeitar y con mínimo armamento
pesado, es ingenuo. Lo ocurrido en Afganistán es fruto de un cambio de
coyuntura internacional, de cosas como la Alianza de Civilizaciones impulsada desde
España por el expresidente Zapatero. Las actuales elites dirigentes
occidentales han pactado la entrega de Afganistán a los talibanes, y la
Administración Biden, recién llegada, humillantemente lo ha aceptado.
Y, sobre todo, la actual situación de Afganistán es
responsabilidad de la OTAN. Una organización que carece totalmente de capacidad
operativa debido a los enfrentamientos ideológicos que se producen en su seno.
Por ejemplo, en la actual coyuntura internacional, con el terrorismo islamista
golpeando a las sociedades occidentales, lo que no había ocurrido ni siquiera
durante la Guerra Fría, no tiene sentido que un Estado islámico, como Turquía, por otro lado, aliado de Rusia, sea miembro de la OTAN. Además, la actual situación de Afganistán es responsabilidad
de la OTAN por una segunda razón. Primero decidió intervenir en Afganistán sin
que Estados Unidos pidiera que se activara el artículo 5º, de mutua defensa,
tomando el mando de las operaciones
militares en el 2003. Luego, al ver que
Estados Unidos no apoyaba la restauración de la monarquía, apoyando como
presidente del Gobierno a Abd El Hamid Karzai, muchos aliados europeos
perdieron interés por combatir a los talibanes, apoyando sutilmente su vuelta
al poder. La huida de Afganistán, ha sido humillante para la sociedad
estadounidense, que seguramente ahora se pregunte para qué tienen un tan
elevado gasto en defensa, tal vez ¿Para tener a los militares protegidos en las
bases? Y debe ser preocupante para Occidente, pues le están mandando al mundo islámico, hoy aliado del ateo
comunismo internacional liderado desde Moscú, un peligroso mensaje de victoria,
el de que golpeó brutalmente a las sociedad estadounidense pero hoy ha
recuperado otra vez el control de los países invadidos obligando a los occidentales
a huir. Algo que, muy probablemente, puede provocar que desde el mundo islámico
se caiga en el mismo error que en el pasado, de apoyar y favorecer que grupos
islamistas vuelvan a realizar ataques terroristas contra sociedades
occidentales, lo que podría llevar a que las predicciones de Samuel Huntington, se cumplan.
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