El líder de JUNTS y prófugo de la justicia española, Carles
Puigdemont, ha dado hoy en Bruselas
una rueda de prensa sin preguntas, presentándose ante la
opinión publica como el gran líder del independentismo catalán, exigiendo una
pacto histórico a cambio de apoyar la constitución de un nuevo Gobierno de España,
muy probablemente dirigiéndose al líder del PSOE, Pedro Sánchez, que es el que
ha manifestado estar más dispuesto a hacer concesiones a los partidos
independentistas catalanes a cambio de lograr su apoyo para ser investido de
nuevo presidente del Gobierno.
Es evidente que Puigdemont no es consciente de la realidad. Se considera un gran líder, aunque desde que en el 2016 tomo el control de sector político antes representando por Convergencia i Union (CiU), ahora por JUNTS, no ha logrado ningún éxito para la sociedad catalana. Para que nos hagamos una idea de cuál ha sido su gestión, por ejemplo, en el 2017 Cataluña tenia una deuda publica de entorno a 54.000 millones de euros, pasando a ser en el 2022 de 71.000, no considerada por las denominas agencias de calificación bono basura únicamente porque el Gobierno de España ha garantizado responsabilizarse de su pago. En el 2017 realizo una declaración unilateral de independencia, pero no tuvo cataplines para ordenar que los suyos tomaran el control de las fronteras exteriores de Cataluña, que hubiera sido lo lógico. Aún más, al pedir el Gobierno de Rajoy al senado la aplicación del articulo 155 de la Constitución y tomar el control del Gobierno autonómico de Cataluña, se achico, no ordenando movilizaciones en contra sino que acepto la imposición del Gobierno de España.
Refugiándose en Bruselas para evitar la actuación de la justicia española protegido por sectores de la política europea, que motivados por desconocidos intereses, le apoyan de forma sutil, amparándose en una más que discutida interpretación de las leyes de la Unión Europea. Es difícil saber de qué presume realmente Puigdemont, evidentemente, ha logrado éxitos personales, por eso estamos hablando de él, como el de ser eurodiputado, seguramente también se habrá enriquecido, pero como líder del independentismo catalán no ha logrado nada.Puigdemont se ha presentado hoy ante los medios de
comunicación como el gran líder del independentismo catalán exigiendo un pacto
histórico con el Estado español a cambio de su apoyo a la investidura de
Sánchez, sin ser consciente de la triste realidad. Sin ser consciente de
que hoy
representa menos que una caca en el conjunto del Estado español.
Puigdemont representa hoy menos de 400.000 votos, siete diputados nacionales
que son la cara visible de la burguesía independentista catalana. En su
película personal, Puigdemont se ve hoy respaldado por millones de ciudadanos,
según su propias palabras no necesariamente catalanes. Es difícil saber que ha
querido decir con eso. Sería una bendición de Dios que el Gobierno ruso decidiera
intervenir en Cataluña, por ejemplo, recurriendo a algo similar al Grupo
Wagner. O tal vez, se refería a que el lobby judío de Soros, que según la periodista Pilar Urbano dio su apoyo a
proceso independentista, estuviera financiando un ejercito de
mercenarios inmigrantes para apoyarle, algo también posible.
Después de haber sufrido una guerra civil y aguantado casi
40 años de dictadura militar, es evidente que el pueblo español no se merece
sus actuales elites políticas. Unas elites políticas que apoyados por sus
voceros de los medios de comunicación afines trivializan con todo. Por ejemplo,
no consideran grave que una ministra del Gobierno de España, Yolanda Díaz, haya ido a Bruselas a reunirse con un fugado de la
justicia española como es Puigdemont. O consideran algo normal en
democracia que el PSOE este negociando con JUNTS conceder una amnistía a los
impulsores del proceso independentista a pesar de que estos sigan con la misma
música, sigan defendiendo la realización de las mismas acciones que dieron
lugar a los delitos por los que están acusados. España tiene una derecha
anclada ideológicamente en la dictadura militar y un principal partido de la
oposición, el PSOE, que ha vuelto a posicionamientos ideológicos similares a
los defendidos durante la década de los 30 del pasado siglo, durante la época
del Frente Popular.
Pero no nos llamemos a engaño la sociedad española tiene un
problema, pero no se llama Puigdemont. Puigdemont representa menos que una caca
en el conjunto del Estado español, sino que el problema es de nuevo las interesadas conspiraciones de
los sectores monárquicos que desde la sombra le apoyan. Después de realizar la
declaración unilateral de independencia del 2017, Puigdemont no tuvo cataplines para ordenar a los suyos
tomar el control de las fronteras, que hubiera sido lo lógico, y sigue y siguen
con la misma música, una música que de forma clara no persigue la independencia
de Cataluña sino conseguir espurios intereses a la vez que se intenta
fortalecer el rol de la putrefacta
Jefatura del Estado en la sociedad española.
Es algo constatado, no opinión, que sectores de la derecha
monárquica están interesados en que haya movidilla, en mi opinión un grave
error, pues el mundo hoy no es el de los 30 del pasado siglo, y muchas
gobiernos estarían dispuestos a intervenir militarmente en España en defensa de
la democracia. Y para lograrlo están, por un lado apoyando el crecimiento
político de sectores radicales de la izquierda española como Podemos, hoy ya
Sumar, un partido de ideológica comunista que se autodefine como republicano,
anti-NATO y prorruso. Y por el otro, al independentismo catalán, por eso el
Gobierno de Rajoy hizo una aplicación light del 155, cuando tenia en sus manos
haber hundido para siempre los proyectos independentistas, o por eso, desde el
Poder Judicial se retrasan eternamente actuaciones contra sus lideres. Por
ejemplo, no juzgándose el asunto de la familia Pujol, o no exigiéndose con la
fuerza que seria de esperar y posible la
actuación de los instituciones de la UE para poder poner a la sobra y entre
rejas a Puigdemont. La derecha monárquica española quiere movidilla, unos
porque añoran el pasado, un pasado en la que solo sus familias tenían derecho a
hacer política, otros porque ven en ello una forma de que la Casa Real de Borbón,
hoy al frente de la Jefatura del Estado, justifique con su intervención el rol
que desempeña en la política española sin necesidad de la legitimación democrática
de los españoles, de la que hoy carece, la cual requeriría un referéndum para
que los ciudadanos pudieran elegir entre republica o monarquía.
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