Mariano
Rajoy, candidato del PP a Presidente del Gobierno, en la actualidad en funciones,
no ha logrado ser investido ni en primera ni en segunda votación, por mayoría simple.
Ambas votaciones han dado un resultado de 170 síes frente a 180 noes. Noes
pertenecientes a partidos de lo que se conoce como la izquierda española y
nacionalistas. En mi opinión, el debate de investidura se puede resumir en una
frase “Todos contra la banca, y la banca es el pueblo español”. Los líderes de
los diferentes partidos políticos con representación en el Congreso de los
Diputados están tensando la cuerda de la democracia dejando que sus intereses
particulares y partidistas pesen más que el interés general.
Los líderes
de los diferentes partidos con representación en el Congreso saben, así
lo han reconocido en sus discursos, que la
actual situación política de España es mala, negativa. Es negativa porque entre
otras cosas desacredita y debilita el sistema democrático, y daña de diferentes
formas la economía y el mercado laboral. A pesar de ello no han logrado llegar
al sufriente consenso para nombrar un nuevo Presidente. El propio candidato,
Mariano Rajoy, en una de sus intervenciones, dijo “El no Gobierno tiene coste, tendrá
una alta factura y la tendremos que pagar todos los españoles”. Mariano tiene razón,
que España pueda llegar a estar un año, sino más, con un Gobierno en funciones tendrá
consecuencias negativas para el conjunto de los ciudadanos, pero lo obvia el
presidente Rajoy es que la facturas de un Estado sean estas del tipo que sea,
se reparten entre los ciudadanos siempre en función a dos criterios: Uno, el
nivel de responsabilidad política. Y dos, el incremento de patrimonio
atribuible. Por ejemplo, no todos los ciudadanos españoles son igual de
responsables frente a la deuda pública, unos los son más que otros, bien porque
decidieron que esta se incrementara, bien porque de forma directa o indirecta
se beneficiaron mas de dicho incremento.
El
principal problema de España ya no es la corrupción política, sino la alta irresponsabilidad
que están manifestando las elites
dirigentes, y por ende, su cara visible, la casta política, aquellos y aquellas
que hoy constituyen el Congreso de los Diputados. Como lo demuestra que España
lleve ya más de 8 meses con un Gobierno en funciones, y a pesar de ello, los
partidos todavía digan que necesitan más tiempo. España vive una situación política, en mi opinión,
sin intentar exagerar, alarmante. La tranquilidad que manifiestan las elites políticas
solo se debe a una cosa, a la alta politización de la sociedad española, dándose
la circunstancia de que en la España actual no se mueve nada sino recibe el
visto bueno, la orden y el apoyo de algún partido político. Niall Ferguson, en
su libro “La gran degeneración” dice que la actual decadencia de Occidente,
decadencia que inteligentemente argumenta, se debe, entre otras cosas, a la
decadencia de la sociedad civil. Comparto totalmente su opinión. Vivimos una época
en la que la sociedad civil no existe, y una de la razones, en mi opinión la
principal, es el enorme poder y tamaño que han adquirido en los últimos 25 años
los partidos políticos, acaparándolo todo. Allí tondo hay un ente con poder allí
están seguro los partidos políticos, allí donde surge algún tipo de organización
social, cultural, deportiva, corporativista,
etc., allí pronto habrá algún partido, o más de uno, intentando liderarla. La
sociedad civil no existe en España. Falazmente, algunos medios de comunicación difundieron
que el Movimiento 15-M era fruto de la indignación de la sociedad civil, luego
se demostró que había sido organizado
por el comunismo internacional y apoyado de diferentes formas por sectores de
la derecha española, para crear e impulsar en España un nuevo partido de ideología
comunista, Podemos y sus satélites autonómicos.
El PP
sigue gobernado España con un Gobierno en funciones, pero aun así logra seguir
beneficiando a los suyos, con total descaro, sin temer al peso de la justicia
ni al valor de la opinión pública. Un claro ejemplo lo tenemos con el
nombramiento del ex ministro, Manuel Soria, como director ejecutivo del Banco
Mundial, puesto retribuido con un salario de más de 200.000 dólares libres de
impuestos. Mientras Mariano Rajoy se sometía a la segunda votación de
investidura, el Gobierno en funciones, nombraba a Soria. Soria es indigno para
ser Ministro del Gobierno de España, tuvo que presentar su dimisión por haber
realizado actividades diferentes desde paraísos fiscales y haberlo negado ante
la opinión pública, pero según el Gobierno si es digno para representar a
España ante una de las organizaciones más importantes del mundo, el BM. Insólita
y vergonzante decisión. Tal vez Soria quiere seguir la misma senda que su compañero
de partido, Rodrigo Rato, que pasó de ex vicepresidente del Gobierno a director del
FMI y ahora está acusado, entre otras cosas, de blanqueo de capitales.
Pero,
en mi opinión, lo más sorprendente y llamativo del intento de investidura de
Mariano Rajoy, ha sido la forma de realizarse la votación, nominal. En la era
de la tecnología, intentando España presentarse ante el mundo como un país que
va a la cabeza en el desarrollo tecnológico, tanto en su fabricación como en su
utilización, resulta que en la sede de la soberanía nacional, el Congreso de
los Diputados, sus señorías no se fían de las nuevas tecnologías, exigiendo que
la votación se realizara de forma
nominal, a viva voz. El Gobierno de España lleva años legislando para que los
ciudadanos tengan que realizar cada día más actividades y gestiones utilizando
las nuevas tecnologías, pero a la vez, reconoce que estas no son seguras, una más
de las absurdas contradicciones entre las que transcurre nuestra época.
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