Mientras que Carles Puigdemont se encuentra de campaña por Europa,
ayer estuvo en Suiza, hoy estará en Finlandia, el presidente de Tabarnia,
Albert Boadella, hace campaña de su particular teatro en Bruselas, delante de
la residencia que este, Puigdemont, tiene en Waterloo. Al mismo
tiempo, el presidente del Parlament, Roger Torrent, ha convocado por sorpresa,
de forma apresurada y poco correcta, un Pleno para esta tarde, para
buscar investir como presidente a Jordi Turull, el cual está
imputado por el asunto de proceso independentista, y tendrá que comparecer
con otros imputados ante el Tribunal Supremo el próximo viernes. Turull cuenta
ya con el apoyo de Junts per Catalunya (JxCat)
y ERC .
Tres actores relacionados con la crisis catalana,
Torrent, Puigdemont y Boadella, que actúan en tres escenarios
distintos, coordinando sus acciones para no coincidir espacialmente, pero todo
indica que buscando coincidir temporalmente. Y no es de extrañar, los tres
representan tumores provocados en Cataluña por la política propia de
una España negra en la que reina el fascismo y el autoritarismo.
Los pueblos que no saben vivir en democracia, o mejor dicho, cuyas
elites no saben vivir en democracia, acaban perdiéndola y condenados a vivir
bajo otro tipo de regímenes. La crisis catalana es fruto de eso, de un no saber
vivir en democracia. El proceso independentista es una pantomima, realizada con
ocultos fines e intereses, que nada tienen que ver con que Cataluña se
convierta en un estado independiente y soberano. Pantomima completada con otra
obra teatral de las mismas características, podría ser que incluso
impulsada de forma oculta por los mismos sectores burgueses de poder
de la sociedad catalana, pero más dramática, en la que un enfermo disfrazado de
médico, más concretamente de psicólogo, Boadella, intenta curar a
otro enfermo, Puigdemont. Puigdemont, el cual al más puro estilo de
exdictadores exiliados, refugiado en un palacete de Bruselas, cree que puede
lograr el apoyo de la comunidad internacional para sus ocultos fines. El
proceso independentista es una pantomima, apoyada con otra pantomima, el tumor
de Tabarnia, que se desarrolla contando con la connivencia de importantes
sectores con poder en las instituciones del Estado central. La democracia
española no se ve amenazada por las decisiones que toman personajes
esperpénticos como Puigdemont o Boadella, sino por decisiones que se adoptan
desde importantes instituciones , como es el Poder Judicial. Puigdemont se
mueve por Europa haciendo campaña a favor de no sé muy bien que, evidentemente
nadie le va a considerar un perseguido político viviendo como vive en un caro palacete
en Bruselas, gracias a las decisiones de personajes como el juez
Llerena. El juez Llarena, de forma inexplicable, injustificada, y
muy probamente cayendo en un delito de prevaricación, ha retirado la euroorden
que existía contra Puigdemont. No sabemos qué negocio Puigdemont con
el Gobierno y otros relevantes actores del Estado, la mañana de viernes 27 de
octubre de 2017, antes de convocar el Peno en el que se realizó la declaración unilateral de independencia, pero todo indica que su futuro, su huida a Bruselas
para desde allí poder continuar con la pantomima, contando con la complicidad
del Poder Judicial.
El proceso independentista es, dicho de forma resumida, un
película de locos que es ya imposible que acabe bien, como es imposible que no
esté afectando de forma negativa a la economía española. El Gobierno del
presidente Rajoy, como hizo en su momento el expresidente Zapatero, quiere dar
a entender que España vuelve a estar en la champios league de las económicas mundiales.
Y es cierto que España crece, y también es cierto que el Gobierno ha prometido
importantes subidas para los funcionarios. Por ejemplo, de en torno a un 20%
para los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Pero hay
también otros datos muy negativos: La deuda
pública no cesa de crecer, un elevado déficit de la seguridad social, y una
competitividad basada en bajos salarios, lo cual, más temprano o más tarde,
acabara afectando de forma negativa al consumo interno. Y es que se
puede vivir con tumores, pero estos nunca aportan nada positivo.
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