jueves, 22 de marzo de 2018

TORRENT CONVOCA UN PLENO CON EL QUE NADA PUEDE IR A MEJOR.

Mientras que Carles Puigdemont se encuentra de campaña por Europa, ayer estuvo en Suiza, hoy estará en Finlandia, el presidente de Tabarnia, Albert Boadella, hace campaña de su particular teatro en Bruselas, delante de la residencia que este, Puigdemont, tiene en  Waterloo. Al mismo tiempo, el presidente del Parlament, Roger Torrent, ha convocado por sorpresa, de forma apresurada y poco correcta, un Pleno para esta tarde,  para buscar investir como presidente a Jordi Turull,  el cual está imputado por el asunto de proceso independentista, y  tendrá que  comparecer con otros imputados ante el Tribunal Supremo el próximo viernes. Turull cuenta ya con el apoyo de Junts per Catalunya (JxCat) y ERC .

Tres actores relacionados con la  crisis catalana, Torrent, Puigdemont y Boadella,  que actúan en tres escenarios distintos, coordinando sus acciones para no coincidir espacialmente, pero todo indica que buscando coincidir temporalmente. Y no es de extrañar, los tres representan tumores provocados en Cataluña por la  política propia de una España negra en la que reina el fascismo y el autoritarismo.

Los pueblos que no saben vivir en democracia, o mejor dicho, cuyas elites no saben vivir en democracia, acaban perdiéndola y condenados a vivir bajo otro tipo de regímenes. La crisis catalana es fruto de eso, de un no saber vivir en democracia. El proceso independentista es una pantomima, realizada con ocultos fines e intereses, que nada tienen que ver con que Cataluña se convierta en un estado independiente y soberano. Pantomima completada con otra obra teatral de las mismas características, podría ser que  incluso impulsada de forma oculta  por los mismos sectores burgueses de poder de la sociedad catalana, pero más dramática, en la que un enfermo disfrazado de médico, más concretamente de psicólogo, Boadella,  intenta curar a otro enfermo, Puigdemont. Puigdemont, el cual al más puro estilo de exdictadores exiliados, refugiado en un palacete de Bruselas, cree que puede lograr el apoyo de la comunidad internacional para sus ocultos fines. El proceso independentista es una pantomima, apoyada con otra pantomima, el tumor de Tabarnia, que se desarrolla contando con la connivencia de importantes sectores con poder en las instituciones del Estado central. La democracia española no se ve amenazada por las decisiones que toman personajes esperpénticos como Puigdemont o Boadella, sino por decisiones que se adoptan desde importantes instituciones , como es el Poder Judicial. Puigdemont se mueve por Europa haciendo campaña a favor de no sé muy bien que, evidentemente nadie le va a considerar un perseguido político viviendo como vive en un caro  palacete en  Bruselas, gracias a las decisiones de personajes como el juez Llerena. El juez Llarena,  de forma inexplicable, injustificada, y muy probamente cayendo en un delito de prevaricación, ha retirado la euroorden que existía contra  Puigdemont. No sabemos qué negocio Puigdemont con el Gobierno y otros relevantes actores del Estado, la mañana de viernes 27 de octubre de 2017, antes de convocar el Peno en el que se realizó la declaración unilateral de independencia,  pero todo indica que su futuro, su huida a Bruselas para desde allí poder continuar con la pantomima, contando con la complicidad del Poder Judicial.


El proceso independentista es, dicho de forma resumida, un película de locos que es ya imposible que acabe bien, como es imposible que no esté afectando de forma negativa a la economía española. El Gobierno del presidente Rajoy, como hizo en su momento el expresidente Zapatero, quiere dar a entender que España vuelve a estar en la champios league de las económicas mundiales. Y es cierto que España crece, y también es cierto que el Gobierno ha prometido importantes subidas para los funcionarios. Por ejemplo, de en torno a un 20% para los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Pero hay también otros datos muy negativos: La deuda pública no cesa de crecer, un elevado déficit de la seguridad social, y una competitividad basada en bajos salarios, lo cual, más temprano o más tarde, acabara afectando de forma negativa al consumo interno.  Y es que se puede vivir con tumores, pero estos nunca aportan nada positivo.

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