viernes, 2 de marzo de 2018

EL MUNDIAL DE FÚTBOL NO DEBE CELEBRARSE EN UN PAÍS QUE AMENAZA A OCCIDENTE.


Hace tiempo, que ya  está claro, que el Gobierno ruso ha vuelto a basar su política exterior en la amenaza militar. En el 2008 en Georgia; en el 2014 cogiendo el control  por la fuerza de una Crimea que siempre había sido rusa; en la actualidad en la crisis de Siria, dando apoyo militar al régimen de Bashar al-Asad, en contra de la posición de las principales potencias occidentales; y recientemente, de forma explícita, amenazando con nuevas armas con las que dice que puede atacar cualquier país del mundo. Gran error, poco a poco Rusia se está volviendo a enterrar en una fosa de aislamiento internacional de occidente. Rusia vuelve a ignorar que la peor arma que puede amenazar a un Estado, a su pueblo, no es otra, que el hambre.  

Rusia no ha aprendido las lecciones del pasado. No se ha dado cuenta de que es el auge económico lo que genera progreso y mejora la vida de los ciudadanos. No se ha dado cuenta de que es el auge económico el cemento que permite crear alianzas internacionales. El Pacto de Varsovia se basó en la amenaza militar de la disuelta  URSS, desaparecida dicha amenaza, tuvo que disolverse, y muchos de los países que habían sido obligados a formar parte de esa alianza militar buscaron a partir de entonces su integración  en la Europa occidental, tanto en la UE como en la alianza militar occidental de la NATO.

No sé a quién amenaza el Gobierno ruso, pero la respuesta de la UE está siendo abrir las puertas a grupos de poder rusos. “Las cosas de Palacio van despacio”, pero esta política, de puertas abiertas a la nueva amenazante Rusia, acabara provocando   consecuencias negativas para la UE. En Occidente se debería abrir ya el debate sobre si un país, Rusia, cuyo Gobierno amenaza militarmente al mundo debe ser o no  la próxima sede del Mundial de Fútbol. En mi opinión, no.

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