Vivimos en la era de la información;
los ciudadanos son bombardeados con propaganda política de forma continua e
intensa a través de diferentes medios de comunicación, a veces incluso sin
desearlo, por ejemplo, a través de programas televisivos que sutilmente mezclan
entretenimiento con información. Ningún asesor deportivo decidirá fichar un
jugador de futbol simplemente porque este haya hecho un día un buen partido;
tampoco es probable que alguien decida casarse únicamente porque su pareja le
haya escrito una bella declaración de amor. A pesar de ello, los medios de comunicación
han querido crear en la opinión pública española la sensación de que el debate
entre los candidatos a presidente del Gobierno para las próximas elecciones
generales del 26 de Abril, era trascendental, creando unas expectativas sobre
el mismo que, en mi opinión, no se han cumplido.
El debate de los candidatos a
presidente ha sido innecesario y aburrido. Estos se han limitado a repetir, con
alguna variación que otra, pero siempre poco sustancial, lo que ya habían dicho
ellos o miembros de sus partidos en otros foros. El principal mensaje que han
transmitido a muchos españoles no alineados con alguno de los partidos que representan, hablando en plata, es el de: “Tengo poder, pero vótame, y tendré
mas poder, para poder joderte mejor”. La situación de la política española es
lamentable. Se ha convertido en una política de charlatanes, que como bien es
conocido, son unos personajes expertos en hacer ofertas sin concretar, para
luego poder incumplirlas.
El presidente Sánchez vive en
un país maravilloso; en una democracia perfecta envidiada en el exterior, lógicamente
no es consciente de que España es un país en el que se cometen flagrantes
violaciones de los derechos humanos, se tortura recurriendo al sistema
sanitario, hay terrorismo de Estado y el Poder Judicial y la Policía son
instrumentos represores al servicio de las elites. Menos mal, que es consciente
de que uno de los problemas de España es
la desigualdad y la exclusión social, pero ello no ha impedido que haya
defendido en el pasado, tanto a nivel nacional como en la Unión Europea, políticas
de puertas abiertas a la inmigración proveniente del sur del Mediterráneo, es
decir, a continuar impulsando la islamización de España y de la UE. El
presidente del PP, Pablo Casado, por su parte, considera que España va mal,
buscando así emular el “España va bien” del
expresidente José María Aznar. Y propone para solucionarlo bajar
impuestos, lógicamente no le importa ni la desigualdad, ni los españoles que se
encuentran en situación de pobreza y riesgo de exclusión social, ni la elevada
deuda pública de España, en el 100% del PIB. Lo único importante para Casado es
que la rica burguesía pague menos impuestos. Casado, como aventajado discípulo que
es de Aznar, ha demostrado, una vez más, tener una fuerte obsesión con Arnaldo Otegi,
eso sí, no ha dejado claro la causa, si es de naturaleza enfermiza, o si con
ello busca darle relevancia mediática.
El líder de Ciudadanos, Albert
Rivera, muy a lo americano, no sé por qué razón, habla de crear un país de
hombres libres e iguales, obviando que en España los poderes e instituciones
del Estado son utilizados de forma clara o sutil para privar a muchos ciudadanos
de libertad e igualdad; por ejemplo, recurriendo al sistema educativo; por
ejemplo, realizando detenciones ilegales; por ejemplo, recurriendo al sistema
sanitario para torturar, etc, etc, etc. Y por último Pablo Iglesias, líder de
Unidas Podemos, representación del comunismo internacional en España, el cual
ha pasado de proponer abrir
un proceso constituyente para acabar con el régimen del 78 a apelar
a la Constitución, emulando así al ex secretario general del PCE, Julio
Anguita. No ha aclarado si ya está también buscando hacer
pinza con el PP, como en su momento hizo Anguita, claro que los tiempos
ahora son muy distintos, y la pinza parece que apunta hacia Moscú. Más allá de
eso, Pablo Iglesias, en la línea del comunismo internacional, tiene su propia obsesión,
cargarse el sistema bancario y grandes empresas, algo que allí donde se ha
producido no ha dado buenos resultados.
Fuera de debate, las
elecciones del próximo 26-A, de cumplirse las encuestas, van a tener dos importantes
características. En primer lugar la fuerte caída de Podemos. El porcentaje de
la España no contenta con el denominado régimen del 78 y alineada con las tesis
del comunismo internacional no es tan grande como nos hicieron creer algunos
medios de comunicación en el 2015. Tal vez, por eso Pablo Iglesias en el debate
se mostraba obsesionado con mostrar a cámara su “C” roja, quiero pensar, que de
caída roja y no de otra cosa. Y en segundo lugar, por primera vez en la historia
de la democracia, un partido político con generales de las Fuerzas Armadas
españolas entre sus dirigentes y claro heredero ideológico de aquellos que provocaron
la Segunda Guerra Mundial, Nazismo y Fascismo, va a tener representación en el
Congreso de los Diputados. A lo mejor es por lo que Casado dice que España va
mal, porque retrocedemos hacia un pasado todavía menos democrático que el
actual.
El debate ha sido totalmente
innecesario, los que ayer eran indecisos, hoy, como era lógico y de esperar, no disponen de ninguna razón para no estarlo.
Incluso me atrevería a decir, que más allá de buscar darle a alguno de los
candidatos más poder dándole el voto, no hay ninguna razón para votar el próximo
26-A, pues, parafraseando a Albert Rivera, son en lo importante e ideológicamente
hablando, lideres libres e iguales, es
decir, lo que coloquialmente se conoce como los mismos perros con distintos
collares.
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