Después de tres meses de estado de alarma, que el Gobierno
de Sánchez utilizo para imponer un duro confinamiento y privar a muchos
ciudadanos de derechos fundamentales, el pasado 21 de junio, España ha entrado
en una nueva normalidad que si algo la define es que no tiene nada de normal. El
presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, concedió ayer una entrevista a la
cadena de televisión La Sexta, del Grupo Planeta, para enviar el que desde hace
tiempo viene siendo su discurso habitual, triunfalista en la gestión y
derrotista frente al virus.
Lo hemos hecho bien, no se podía hacer otra cosa; las
medidas se adoptaron para proteger la
salud de los ciudadanos y estaban basadas en los datos de que disponíamos y los
criterios de los expertos, en resumen, ese el argumentario triunfalista del
Gobierno. Luego está el derrotista, que se resume en un no hay riesgo cero,
tenemos que aprender a vivir con el covid-19, tenemos que aceptar que el virus
cambie nuestra forma de vivir, como mínimo hasta que haya una vacuna. No se prevé
que laboratorios españoles puedan encontrar y producir una vacuna contra el coronavirus,
pero Sánchez se cree con el poder para imponer un acceso universal a la misma
cuando esta llegue al mercado. Esto último, un claro síntoma de su visión triunfalista
de lo que está ocurriendo en España y en el mundo.
Después de tener sometidos a muchos ciudadanos a un duro
confinamiento y privados de derechos fundamentales, gracias a una clara aplicación
inconstitucional del estado de alarma, el presidente Sánchez ha diseñado una nueva
normalidad que permita seguir ejerciendo una represión a la carta, allí y donde
le interese a las elites políticas, y en concreto al Gobierno de España, que al
final es el que tiene la responsabilidad de todo lo que ocurre sobre territorio
español. Una nueva normalidad, que además de imponer la obligatoriedad de
mantener la distancia social y el uso de mascarillas en determinados lugares y
condiciones, establece un total control
de los viajeros que se desplacen por medios públicos, avión, tren, autobús,
etc. El presidente Sánchez, ve necesario hacer pruebas PCR a los españoles para
detectar el virus, uno de sus argumentarios habituales, pero en cambio cree que
a los viajeros extranjeros, incluido a los provenientes de China, llega con
hacerles un control de temperatura para permitirles que entren en España y
puedan circular por el país con total libertad. En un momento en la que la gran
mayoría de los expertos sostienen que el covid-19 ha perdido fuerza, virulencia,
en territorio español, el Gobierno socialcomunista, en línea con lo decidido a
nivel Unión Europea, todo hay que decirlo, ha decido abrir
fronteras con terceros países y en concreto con China. ¿Para qué? Si fuéramos
mal pensados, tendríamos que pensar que ello es para favorecer que vuelva a
poder entrar en territorio español el virus de la cepa original china, según
los expertos, mucho más virulento. Cuando un presidente del Gobierno, como el
presidente Sánchez, recurriendo a una de esas frases hechas que suele utilizar
un embajador o jefe de un servicio secreto, se siente en la necesidad de transmitir
a la opinión pública que no hay una conspiración, como hizo en su entrevista de
ayer, puede ser que no la haya, pero cuando lo hace es porque hay numerosas
razones para que los ciudadanos piensen que si la hay.
La nueva
normalidad diseñada e impuesta por el actual Gobierno de España, tiene dos claros
efectos. Uno, dar un marco legal a la represión, permitiendo sutiles
violaciones de los derechos humanos. Por ejemplo, a través del esnobista concepto
de los rastreadores, podrán acusar a un ciudadano de haber estado en contacto
con un contagiado e imponer su aislamiento. O incluso, el confinamiento de un
hotel, una fábrica, un barrio, etc. Segundo, aumenta la desigualdad social. En
la nueva normalidad, la gente rica tiene numerosas alternativas para poder
seguir teniendo una vida muy similar a la que tenían antes de la epidemia de
coronavirus. Que se limita y complica el acceso a piscinas públicas, ellos, si
es que no viven ya en una casa con piscina, la alquilan. Que se limitan las
horas de clase del sistema público de educación, ellos pueden ponerle un profesor privado a sus hijos, etc, etc, etc. Sin
duda, la nueva normalidad está diseñada para beneficiar de numerosas maneras
los intereses de las elites dirigentes, mientras se perjudica a la masa, a la
gran mayoría de los ciudadanos, a ciudadanos cuyo menor poder adquisitivo no
les permite huir de las injustas normas de la nueva normalidad.
Lo que se ha denominado nueva normalidad suena a algo
nuevo, pero no lo es. La actitud derrotista que se ha adoptado frente al virus
de origen chino, covid-19, permitiendo que cambie de forma importante la vida
de muchos ciudadanos, ya se adoptó también
contra el terrorismo islamista, diciendo que no había seguridad cero, y que no
se podía adoptar ninguna medida para combatir el terrorismo islamista. Eso sí,
se impusieron numerosas medidas absurdas, en aeropuertos, en estaciones de
ferrocarril, etc, mientras el terrorismo islamista golpeaba a humildes ciudadanos
en las calles de Barcelona. Como ocurre con el covid-19, que golpea principalmente
a los sectores más desfavorecidos y vulnerables, las estadísticas dan a conocer
que el terrorismo islamista también ataca únicamente a los más vulnerables, y
no a las elites que viven rodeadas de mayores medidas de seguridad. Pero la
nueva normalidad impuesta por el Gobierno de Sánchez se va a enfrentar con la
dura realidad. La economía capitalista es una economía de masas, y las normas
de la nueva normalidad desmotivan, cuando no impiden, el consumo. Y sin un
consumo de masas no habrá reactivación de la economía española. Si el Gobierno
no retira las medidas represivas, y permite una vida normal a todos los
ciudadanos, la deuda pública seguirá creciendo, convirtiendo la actual situación
de España, de quiebra técnica, con un 120% de deuda publica ya pronosticada por
numerosos entes, en quiebra real.
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