Muchas familias de nuestra época prefieren pasar el mal trago que representa la muerte de un ser querido lo antes posible, y a seguir viviendo, honrando su recuerdo pero mirando hacia delante. En cambio, a la reina Isabel II se le dará sepultura 11 días después de su muerte, tras un largo velatorio en el que se han celebrado diferentes actos religiosos, estableciéndose su capilla ardiente en Abadía de Westminster para que todos los ciudadanos que lo desearan pudieran pasar a honrarla y despedirla y celebrándose hoy un funeral de Estado, al que está previsto que acudan 2000 invitados, representación de las familias más poderosas del mundo, de casas reales o que ostentan un elevado cargo político. Es evidente que el funeral la reina Isabel II se ha convertido en un espectáculo mediático con el que escenificar una demostración de poder de la monarquía británica, la Casa de Windsor. Reino Unido está transmitiendo la imagen de un país anclado en otro siglo, en un pasado muy lejano, transmitiendo la idea de lo que somos lo debemos a lo que hemos sido, sentimiento que por una u otra razón no se da en otras modernas democracias occidentales.
La monarquía es una institución anacrónica, incompatible
con un sistema de gobierno democrático, que se basa en principios como el de
igualdad, de tal forma que el estatus social de una persona debe venir definido por sus méritos,
por aquello que haya podido lograr de acuerdo a su esfuerzo y circunstancias
personales, y no por su origen. A pesar
de ello, hay monarquías, como la Casa de Windsor que han logrado sobrevivir,
mantener el poder conviviendo con un sistema político democrático, apoyándose para ello el concepto de monarquía
parlamentaria. Nadie duda de los valores y principios democráticos de la
sociedad británica, muchos británicos murieron por defenderlos luchando en
Europa continental contra el nazismo y el fascismo durante la Segunda Guerra
Mundial, pero ello no quita que ante el espectáculo mediático que se ha
organizado surjan dos importantes preguntas ¿Todos estos actos se han
organizado para honrar a la figura de la reina Isabel II o a la institución de la monarquía británica?
y ¿Qué porcentaje de la moderna sociedad británica piensa que lo que hoy son se
lo deben a su pasado, es decir, a la monarquía? Dos preguntas de respuestas
desconocidas, pues aunque algunas encuestas puedan arrojar alguna luz sobre
ellas, todos sabemos que muchos ciudadanos por obligación, conveniencia o temor
suelen arrimarse al sol que más caliente, es decir, a los que tienen el poder.
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