martes, 31 de octubre de 2023

CONSTRUYENDO LA SUCESIÓN A FELIPE VI.

 

Una vez más, hoy la Casa Real de Borbón ha escenificado su poder obligando  a la sociedad española, representada en las Cortes Generales, a celebrar el 18 cumpleaños de la princesa Leonor, a través del acto de su jura de la Constitución celebrado en el Congreso. Un acto constitucional  mediante el cual se le otorga a la princesa Leonor la capacidad de ejercer la regencia en caso de inhabilitación de rey Felipe VI, pero realmente innecesario pues como ocurrió con el hoy rey emérito Juan Carlos I, lo lógico es que previo a este tipo de regencia esté abdique y la Constitución no otorga funciones al príncipe de Asturias, es decir, capacidad para tomar decisiones y firmar documentos oficiales. Sin duda, hoy es un día triste para la democracia española. Al considerarse y aceptarse políticamente a la princesa Leonor como sucesora a heredar la Jefatura del Estado se anulan dos importantes principios democráticas. Primero, el de igualdad. A la princesa Leonor se le concede un determinado rol social únicamente por su origen familiar. En segundo lugar, el principio de que todo poder emana del pueblo, pues con actos como este se reafirma que el poder de la Jefatura del Estado no emana del pueblo sin que se transfiere con carácter hereditario entre los miembros de la Casa Real de Borbón. El  acto de jura de la Constitución de la princesa Leonor, sin duda, es un paso más de los monárquicos en la construcción de la sucesión al rey Felipe VI.

 

El acto público de jura de la Constitución por la princesa Leonor, como he dicho, innecesario, cumple tres  claras funciones. Primera, vender una imagen de poder de la Casa Real, escenificándose el sometimiento del poder político representado por los miembros de las Cortes Generales, que emana del pueblo, a la Jefatura del Estado. Segunda, acostumbrar a la sociedad española a ver a la princesa Leonor como indiscutible sucesora a la Corona de España, a ser la próxima jefa de Estado, como si fuera algo inmutable, por deseo divino. No deja de ser curioso como muchos medios de comunicación intentan vender a la sociedad española que Leonor es lo que es por su perfil. Omitiendo que ha entrado en la Academia Miliar sin tener que competir en unas oposiciones con el resto de los candidatos; omitiendo que hablar varios idiomas puede ser muy útil para tener testaferros y cuentas corrientes en otros países, y un mérito para trabajar como interprete, pero difícilmente lo es para ostentar un cargo público donde se deben tomar decisiones de naturaleza política. Tercera, contribuir a construir la personalidad de la princesa. Uno no se convierte en rey de un día para otro, necesita sentir el poder que tiene y actos como el de hoy contribuyen a ello.

 

Personalmente, considero un detalle muy  feo que al acto de jura de la Constitución  no haya sido invitado algún miembro de la familia Franco, pues no debemos olvidar que la Casa Real de Borbón, tiene hoy la posición que tiene en la sociedad española, y se le ha organizado este acto a la princesa Leonor, gracias al general Franco. Primero, porque logro ganar la Guerra Civil y en segundo lugar porque nombro su heredero, restaurando la Monarquía, a un Borbón, al hoy rey emérito, Juan Carlos I. En 1969, el entonces jefe del Estado, el general Franco, nombro sucesor a título de Rey  a un Borbón,   que sería proclamado el mismo mes de su fallecimiento  Rey de España, Juan Carlos I, apoyándose en la Ley de Sucesión que con tal efecto el mismo había aprobado. Las causas del Golpe de Estado del 18 de julio de 1936 no están claras, son muchas y complejas, se atribuye a la caótica situación que vivía España, no siendo capaz el Gobierno de la Segunda Republica de garantizar el orden público.  Pero los hechos son los hechos y son indiscutibles. Aunque no hay ningún documento oficial que lo confirme, que Franco nombrara sucesor a un Borbón, restaurando la Monárquica, da a entender que fueron los monárquicos los que impulsaron el Golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la posterior Guerra Civil, para restaurar la Monarquía, como así ocurrió.

 

Democracia y monarquía, póngasele el calificativo que se le ponga, parlamentaria o constitucional, son conceptos totalmente antagónicos. Primero, porque como bien ha dicho hoy la presidenta del Congreso de los Diputados, Francesca Armengol, “La democracia es el poder del pueblo”, pero el poder de la Jefatura del Estado no emana del pueblo, sino que es ejercido, con carácter hereditario, por un miembro de la familia Borbón.  En segundo lugar, porque anula la igualdad entre todos los españoles. Para acceder a un cargo público, un español podrá hacerlo de dos formas. Uno, reuniendo los requisitos para ello, titulación, etc, presentándose a unas oposiciones, o, dos, siendo elegido en unas elecciones democráticas según lo establecido por la ley. Excepto para ser jefe del Estado, cargo para el que la Casa Real de Borbón se reserva el derecho de nombrar a alguno de sus miembros.  El artículo 1º de la Constitución de 1978 dice “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”, pero el contenido de este articulo es de forma explícita anulado a través del contenido del Titulo II, que impone que la Corona de España, es decir, la Jefatura del Estado,  es hereditaria en los sucesores de S. M. Don  Juan Carlos I de Borbón, quien previamente fue nombrado por Franco. Asignándole funciones tan importantes como el mando supremo de las Fuerzas Armadas.

 

Las sociedades modernas son mayoritariamente republicanas. Ninguna de las Casas Reales que gobiernan alguna democracia occidental lo hace después de haber obtenido legitimación democrática en unas elecciones, lógicamente porque los monárquicos conocen  que el sentir mayoritario entre los ciudadanos no les es favorable y, por tanto, no se arriesgan a someterse a un proceso de legitimación democrática. Gobiernan únicamente porque disfrutan del apoyo  de la fuerza, de los militares, y para evitar un enfrentamiento, las elites políticas han acepado el concepto de Monarquía parlamentaria, que permite una coexistencia de la Monarquía y el poder político democrático moviéndose estos en planos de poder y  de decisión paralelos, evitando así conflictos. George Walker Bush, expresidente de los Estados Unidos, no heredo el cargo de su padre, George Busch, que también había sido presidente, sino que tuvo que lograr ser elegido por el electorado en unas elecciones; su hermano Jeb Bush no ha logrado ser presidente de los Estados Unidos porque no logro suficiente apoyo democrático del pueblo estadounidense. Sí alguna de las hijas del presidente Sánchez desean llegar a ocupar el cargo de su padre, deberá presentarse a unas elecciones generales. Pero en cambio, se considera que es legítimo y democrático que Leonor pueda heredar el cargo jefe del Estado  de su padre, sin tener que someterse a un proceso de legitimación democrática, bueno sí, pero en el que únicamente tendrá derecho a votar  los miembros de la Casa Real de Borbón y no todos los españoles mayores de 18 años. Por muy simbólico que se diga que es, algo de forma constatada falso, los principios democráticos son incompatibles con el hecho de que haya un cargo público que se transfiera de forma hereditaria entre los miembros de una familia.

 

Desde el movimiento feminista español se ha querido vender el acto jura de la Constitución de la princesa Leonor como una victoria, nada más lejos de la realidad. En la Constitución todavía se mantiene, por imposición de la Casa Real de Borbón, algo parecido a la Ley Sálica, es decir, la primogenitura del varón frente a la mujer a la hora de heredar eso que los monárquicos llaman la Corona de España. La Monarquía impide el desarrollo democrático de España, al fomentar, escenificado en actos como el de hoy, un reparto de roles sociales en función del origen familiar. Lógicamente, no es el momento de impulsar un cambio de régimen político o forma de Gobierno, principalmente, porque sería inviable al tener la Casa Real de Borbón el control y apoyo de los militares, pero sí de abrir el debate sobre  cuál debe ser el rol de la Monarquía, del Rey, en la sociedad española e impulsar una necesaria reducción de funciones. En un Estado democrático no es aceptable que su Constitución contemple que deba ser el Rey, alguien que carece de legitimación democrática, previa autorización de las Cortes Generales, quien declare  la guerra y haga la paz, como tampoco es aceptable que el Rey ejerza el mando supremo de las Fuerzas Armadas, algo no reconocido a nivel internacional, por ejemplo, en la OTAN y la UE, donde se considera que ese es ejercido por el presidente del Gobierno democráticamente elegido o su ministro de Defensa.  

 

 

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