lunes, 25 de septiembre de 2017

PREOCUPANTE TENDENCIA AL FRACCIONAMIENTO DEL PODER EN EUROPA.

“Divide y vencerás” es una regla aplicable en numerosos  campos. En el de las matemáticas, el análisis, etc., se suele cumplir siempre, facilitando dar solución a un problema o explicación a una hipótesis. Pero no siempre ocurre lo mismo en otros. Numerosos hechos históricos dan a conocer que, por ejemplo, no siempre ocurre así en terrenos como el de la guerra o la política. Ocurriendo que dividir permite obtener falsas victorias a corto plazo, que con el paso del tiempo se convertirán en grandes derrotas. La historia nos da a conocer que el  fraccionamiento  del poder político no suele ser beneficioso sino todo lo contrario, perjudicial. Moises Naim trata este tema ampliamente en su libro titulado el “El fin del poder” (2013).

El fraccionamiento del poder político, tanto a nivel nacional como internacional, suele tener dos efectos. Uno, suele provocar consecuencias negativas, como la incapacidad política para dar solución a problemas importantes, debido a que no se logra el suficiente consenso para ello. Problemas que se convertirán en crónicos en un ambiente caracterizado por un determinado  inmovilismo, en el que el objetivo de los diferentes actores políticos, muy debilitados,  pasara a ser únicamente sobrevivir políticamente hablando, es decir, intentar salvar los muebles de ellos y los suyos. Dos, dicho ambiente favorecerá que se surja un nuevo actor que se hará fuerte proponiendo soluciones para los problemas que ha creado el fraccionamiento del poder. Nuevo actor que intentara imponer su supremacía, no siempre de forma democrática y pacífica, sino muchas veces de forma violenta y dramática, creando así un nuevo orden, no siempre mejor que el antiguo. La Revolución francesa (1799), la Revolución rusa (1914), la Guerra Civil Española (1936), la conquista del poder por Hitler, o más recientemente el triunfo de Berlusconi en Italia, aunque son fenómenos muy distintos entre sí,  obedecen a procesos  provocados por el fraccionamiento del poder.

Al acabar la IIGM en Europa surgió, tanto a nivel nacional como europeo, una fuerte tendencia a la unión política, tendencia que determinaría la forma de gobernar. Tendencia que dio lugar a organizaciones que aún siguen vivas hoy, como la NATO y la UE. Tendencia a la Unión, basada en pilares como la defensa del Estado de Derecho, la defensa de los derechos humanos,  una política de defensa colectiva y la creación de todo lo que engloba el conocido como Estado de Bienestar, que permitiría que Europa disfrutara de décadas de paz, desarrollo y progreso, convirtiéndose en una de las zonas más prosperas del mundo a la que desean emigrar ciudadanos de las zonas más remotas del mundo. Algo parecido ocurrió en la España del 78, al acabar la dictadura militar y establecerse un sistema político basado en la democracia. En España surgiría también una fuerte tendencia a la unión política como la mejor forma para consolidar la democracia y afrontar los problemas que entonces padecía la sociedad española. De esa tendencia surgirían dos grandes partidos, el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, que gobernarían España hasta hoy, con altibajos, pero logrando que España tuviera un enorme desarrollo económico, mejorando, aunque de forma muy desigual, la calidad de los ciudadanos.

Como acertadamente vaticinaba, Moises Naim, dicha tendencia no solo ha llegado a su fin, sino que se ha invertido. Hoy impera la tendencia al fraccionamiento político. Se ha dado en España, Francia, ha ocurrido este domingo en Alemania, y se ha dado también en nivel europeo, con el Brexit. Muchos son los que hoy vuelven a creer que dividiendo vencerán, y no siempre es así.

En España ha habido dos claros fraccionamientos. A nivel nacional, fraccionando de tal forma la composición del Parlamento, que hoy no se sabe cuánto tiempo podrá seguir vivo el actual Gobierno de España, debido a que no cuenta con los suficientes apoyos para garantizar, entre otras cosas, la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Y lo grave no es solo eso, sino que las encuestas vaticinan que de producirse unas nuevas elecciones la composición del Congreso de los Diputados sería muy similar a la actual. Y también se ha producido un claro fraccionamiento de la política catalana. Sumergida Cataluña en eso que se denomina el proceso independentista, que a pocos días de llegar a su fin, el referéndum convocado para el 1-O, no sé muy bien que es, la política catalana sufre el  mayor nivel de división desde el 78.

Pero el fraccionamiento político más preocupante es el que se ha producido este domingo en el Parlamento alemán. Según datos todavía provisionales, los dos grandes partidos que tradicionalmente han gobernado Alemania han bajado en votos. La Unión cristianodemócrata (CDU-CSU), 8 puntos, obteniendo el 33% de los votos. La socialdemocracia, el SPD, ha caído 5 puntos, obteniendo el 20% de los votos. Los liberales, FDP, han vuelto a entrar en el Bundestag, con un 10% de los votos. Pero lo más llamativo y preocupante es que Alternativa por Alemania (AfD), un partido considerado de extrema derecha, ha logrado obtener representación por primera vez en el Bundestag, con entorno a 94 escaños, un 13% de los votos. Es evidente, que el rechazo mayoritario  de las poblaciones nacionales europeas a cosas como la islamización de sus territorios y a la entrada masiva de una  inmigración que genera inseguridad ciudadana y conflictividad social, contribuyendo también a disminuir la calidad de vida de los sectores sociales menos pudientes, está dando sus frutos también en Alemania, favoreciendo que crezca un partido como AfD, de extrema derecha. Aunque comparto muchas ideas con la AfD, por ejemplo, creo que hay que poner fin a la islamización de Europa, considero su crecimiento preocupante, pues su ideología conduce a pensar que tiene vínculos ideológicos con el nazismo, y por tanto, tendencia a pensar que los problemas internos de Alemania son provocados desde el exterior, y como consecuencia de ello,  también tendencia al  expansionismo militar. Expansionismo militar alemán, que como bien es conocido, fue la principal causa de la IIGM.

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