A pocos días de
finalizar un nuevo año, el 2016, toca analizar como hemos percibido que ha transcurrido, y digo
percibido, porque como todos sabemos cada uno habla de la feria, objetivamente,
claro, pero, principalmente, como le ha ido en ella. El 2016 lo podemos analizar
desde tres niveles diferentes: El personal, el nacional y el internacional. Lógicamente,
voy a omitir el nivel personal, pues solo a mentes psicológicamente enfermas
les puede interesar la vida personal de los demás, y no es precisamente a esos,
no pocos, a los que va dirigido este
humilde artículo.
A nivel
internacional, el año que va a terminar se ha caracterizado, a mi parecer, por dos cosas: Fraccionamiento e inseguridad. El
2016 terminara como comenzó, con un Occidente bajo la amenaza del terrorismo
islamista. La inseguridad es un
condimento muy amargo, que los gobernantes occidentales de nuestra época se han
empeñado que acompañe la vida de los ciudadanos de los estados que gobiernan.
En los últimos años ha crecido la inseguridad en todos los ámbitos de la vida
de los ciudadanos. En el físico, en el laboral, en el económico, en el de la
justicia, y en el psicológico. En el psicológico,
pues hay una enorme confusión sobre qué nivel de seguridad es el que realmente tenemos. Inseguridad psicológica, que se ve
incrementada por una total falta de seguridad jurídica, muchas veces motivada
por sentencias arbitrarias que emiten los tribunales, importantes tribunales,
algunos de ellos de dimensión supranacional. Inseguridad económica, porque las
grandes empresa internacionales tienen
una enorme facilidad para maquillar, falsear, su contabilidad, contando en
muchos casos con complicidades estatales, y ello en una economía global fuertemente
interrelacionada, incrementa enormemente el riesgo de todo tipo de inversión. Inseguridad
psicológica porque los responsables de la seguridad, políticos y expertos,
transmiten que la amenaza del terrorismo islamista no se puede ni eliminar, ni reducir. Introduciendo conceptos falsos
como el de lobo solitario, auto-radicalización, resistencia sin liderazgo, con
los que se busca no adoptar las medidas necesarias para combatir el terrorismo
islamista y ocultar su incompetencia. Gobernantes, expertos en terrorismo,
periodistas, deberían de recordar que si la opinión publica conoce la verdad,
de poco sirve que la versión oficial la niegue, los efectos sociales serán los mismos.
Como he
dicho, el 2016 terminara como comenzó, con un Occidente bajo la amenaza del
terrorismo islamista. Para entender lo
que está pasando debemos mirar un poco hacia atrás. En septiembre de 2014, el
portavoz oficial del Estado Islámico, Abu Mohamed Al-Adnani, ya fallecido, ordenó
a sus partidarios que ejecutaran a “todos los descreídos” occidentales. A partir de entonces numerosos países occidentales han
sufrido atentados terroristas realizados por lo que se denomina el terrorismo
islamista. Siendo Francia el país que más bajas ha tenido. A partir del verano del 2015, desde Turquía, entrando por
Grecia, se produce una avalancha hacia la UE de inmigrantes de religión musulmana,
principalmente de origen sirio, país que lleva en guerra civil desde el 2011. Miles
de ciudadanos de religión musulman, atravesando los Balcanes llegaron a
Hungría con la intención de dirigirse a diferentes países de la UE,
principalmente Alemania. Avalancha que cuenta con el efecto llamada que se
genera desde Alemania, al decir su canciller, Ángela Merkel, que los dejara
entrar en su país. En contra de lo que han transmitido algunos medios de comunicación,
no se trató de fenómeno espontaneo, sino
organizado, que contaba con fuerte apoyo
desde instituciones de la UE. Generándose al final del 2015, una crisis migratoria
en la UE, sin precedentes desde la IIGM.
Crisis migratoria a la que la UE intento darle una solución creando lo que se definió
como el mecanismo obligatorio de reparto de inmigrantes y refugiados. Proceso
que fracaso, por dos razones. Oposición de algunos Estados, y el deseo de los
inmigrantes de ir únicamente a concretos países en los que sabían que existen diásporas que los acogerán. El
rechazo social mayoritario a la entrada de inmigración de religión musulmana y
sus efectos en los procesos electorales, provoco que en el 2016 la UE tuviera que cambiar totalmente de política migratoria.
Cerrando un acuerdo con el Gobierno de Turquía,
que consistía, entre otras cosas, en que
le pagaba a cambio de no dejar salir inmigrantes hacia Grecia y aceptar la devolución
de aquellos que llegaran a islas griegas desde dicho país.
Mientras
la UE quería imponer a los Estados miembros cuotas de reparto de inmigrantes,
liderada por la canciller Merkel, la cual decía en el 2007 que el modelo
social multicultural alemán había fracasado,
refiriéndose especialmente a la inmigración de origen turco que no se había integrado,
ahora consideraba que Europa debía abrir sus puertas a la entrada masiva de nueva
inmigración musulmana. Mientras todo eso
ocurría, en noviembre del 2015, Francia fue objeto de un sangriento ataque
armado, realizado en Paris contra población civil, no combatientes. Ataque
armado contra la población civil, que provocaría que el presidente francés, F.
Hollande, dijera “Francia está en guerra”. Afirmación, que se ha traducido en
bien poco, pues las acciones del Gobierno francés contra aquellos que
consideraban que habían atacado su sociedad civil han sido mínimas y totalmente
ineficaces, eso sí muy costosas. Además, se han producido otros muchos más
incidentes provocados por el terrorismo islamista, el último tuvo lugar ayer
mismo en Berlín, del que todavía se conoce poco.
La
amenaza del terrorismo islamista nos ha acompañado durante todo el 2016, y
entrara con nosotros en el 2017. Para que un Estado pueda erradicar una amenaza
es necesario definirla, dimensionarla,
conocerla, y sobre todo que exista voluntad política de combatirla. Está claro
que no hay voluntad política para vencer el terrorismo islamista, ni siguiera
para buscar disminuir su amenaza. Está claro, que el Estado Islámico, también
denominado Daesh, es el precio que sectores del mundo islámico están dispuestos a
pagar por los abusos que ellos y sus aliados cometen en países occidentales. Y sabiéndose
eso, no hay voluntad política porque sectores políticos occidentales aceptan
dicho hecho. El Gobierno de Irak, apoyado por una coalición internacional en la
que participa Estados Unidos, hace dos meses ha comenzado una ofensiva para
recuperar la ciudad de Mosul, bajo control del EI desde hace dos años,
conquista que le permitió aumentar sus ingresos y crecer como ente. A pesar de la enorme diferencia de fuerzas la ofensiva lleva ya tiempo estancada,
principalmente, porque no hay voluntad política, ni militar, de vencer.
Otra
de las características del 20016, es el fraccionamiento. Fraccionamiento de las
relaciones internacionales, fraccionamiento en el seno de importantes organizaciones internacionales y políticas,
fraccionamiento social. La Federación Rusa ha comenzado a quedar fuera de los foros organizados por las principales
potencias occidentales. En la UE se ha producido el Brexit, y también división en el seno en la
NATO, aunque no se haya dado a conocer su dimensión. En muchas sociedades
occidentales los ciudadanos se han
cansado de ser objeto de abusos y de vivir en un ambiente de inseguridad, radicalizándose,
radicalizando comportamientos y su voto. La victoria de Trump, prometiendo políticas totalmente contrarias a las
del presidente Obama, el crecimiento de grupos de extrema derecha en numerosos países
europeos, son claros ejemplos. Radicalización, que en España todavía no se ha
producido, principalmente por una razón, porque las elites dirigentes están obteniendo
importantes beneficios de sus relaciones con sectores del mundo islámico, con muchos
de aquellos que por acción u omisión favorecen el terrorismo islamista.
A
nivel nacional, el 2016 ha sido un año en el que en España se ha hablado mucho
de cambio para que luego se impusiera el continuismo. La derecha sigue
gobernando gracias a la abstención de la discutible socialdemocracia española,
el PSOE. En el 2016 el PSOE ha perdido poder, sufriendo una fuerte división interna,
que aún no sabemos en que acabara, pero ha ganado responsabilidad ante la opinión
pública. Ahora, el PSOE es responsable de las políticas que aplique Podemos en
los ayuntamiento que gobierna gracias a su apoyo. Y también de las políticas y
decisiones que adopte el Gobierno de Mariano Rajoy, pues sin su apoyo Rajoy no
hubiera vuelto a ser investido Presidente. Y también ha habido continuismo en
los problemas. El paro ha bajado, pero gracias a fomentarse el autoempleo, y un
fuerte incremento de la precariedad laboral. También es cierto que España
crece, pero es un crecimiento extraño, difícil de entender, pues lo hace en un
contexto en el que una gran mayoría de sus ciudadanos pierden poder adquisitivo
y el Estado es más pobre, teniendo que recurrir al déficit y el incremento de la
deuda pública. El mundo laboral, el educativo, el de la seguridad o el
sanitario siguen con los mismos problemas. En el Parlamento se habla ya de
reformar la reforma educativa, la reforma laboral, la recientemente implantada
Ley de Seguridad Ciudadana. Parece ser que el paso del ministro Ignacio Wert
por el ministerio de Educación solo sirvió para que satisficiera sus
necesidades amorosas. Y continuismo también el mundo de la justicia. La lentitud
con que se aplica la justicia española en asuntos que tienen que ver con personas
pertenecientes a las elites dirigentes no tiene equiparación en ninguna
democracia occidental. El Poder Judicial retrasa eternamente los procesos
judiciales con la clara intención de retrasar la aplicación de penas. Se tarda
años en instruir una causa, para luego alargar lo máximo posible la celebración
del juicio, retrasando de forma inexplicable e injustificada la emisión de la
sentencia. Uno de los casos más escandalosos es el juicio del caso Nóos. Después
de años de instrucción, y más de seis meses de juicio, ahora retrasan la emisión
de una sentencia que esta más que clara. Todo ello, según parece, buscándose oportunismo
judicial, la conveniente situación político, social, que favorezca la aceptación social de la sentencia, que según informaciones periodísticas,
busca que Inaki Urdangarin no tenga que entrar en la cárcel
El
2016 ha sido un año caracterizado por el fraccionamiento y la inseguridad, ¿Cómo
será el 2017? En mi opinión, el 2017 será un año caracterizado por un continuo
desandar. Trump va a poner de moda volver a políticas de principios de la década
de los 90. A las políticas que imperaban durante el 92, año en el que se aprobó
el tratado que daría lugar a la actual UE, el Tratado Europeo. Políticas que
han producido años de desarrollo, progreso, y seguridad sin igual en la
historia occidental. El 2017 comenzara anhelando la llegada de Trump.
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