El pueblo italiano ha dicho no
a la necesidad de realizar la reforma constitucional que proponía su actual
primer ministro, Matteo Renzi. La reforma, que según fuentes periodísticas italianas,
no estaba clara, pretendía acabar, entre otras cosas, con el denominado bicameralismo perfecto.
Acabar con un sistema parlamentario compuesto por dos cámaras con idénticas funciones,
en concreto, Renzi quería quitarle funciones, o sea, poder, al Senado, según él
porque consideraba que dificulta la gobernabilidad de Italia, según otros, para
dotarse de mayor poder, para dar mayor poder al Primer Ministro. No conozco en profundidad
la política italiana, pero desde hace décadas es conocido que su principal
problema es el elevado fraccionamiento del mapa político, fraccionamiento que
no obedece, en muchos casos, a razones ideológicas sino a intereses de grupos
sociales, de familias políticas. Situación de elevado y negativo
fraccionamiento del mapa político en la que en estos momentos también ha caído España,
dificultando ello, como de sobra es
conocido, la gobernabilidad. Por ejemplo, muy probablemente, el Gobierno de
Rajoy no pueda aprobar los Presupuestos Generales del Estado para el 2017,
llevando a España a una nueva crisis.
La democracia italiana se
caracteriza, principalmente, por tres cosas: Elevada corrupción política, alta
inestabilidad, y claros déficits democráticos, como el de que sus primeros
ministros sean nombrados sin
previamente someterse a unas elecciones, tres en los últimos años, y van camino del cuarto. Ocurrió con
Mario Monti, un tecnócrata que fue nombrado para sustituir al primer ministro
Silvio Berlusconi, quien fue apartado de la política por la justicia italiana.
Aquellos que lo nombraron decían que Monti era la persona idónea para dar solución
a los problemas de la economía italiana, sus logros fueron mínimos. Quedando
reducidos a la aprobación de la ley de Estabilidad Presupuestaria, la reforma
de las pensiones, y poco más. Luego vino Enrico Letta, que debido al elevado
fraccionamiento del Parlamento surgió de un pacto político. A menos de un año
de ser nombrado, a este lo echo, tras una lucha interna en el Partido Democrático,
su compañero de partido Matteo Renzi. El ascenso de Renzi en la política italiana
fue ilógico e irracional, dando a entender que era fruto de un oscuro pacto político. Renzi
fue presentado ante la opinión pública como un dirigente joven y ambicioso, que
llegaba para solucionar la situación de la economía italiana, muy endeudada, y
dar estabilidad política al país. No logro ninguna de las dos cosas. En los últimos
tres años la economía de Italia ha mejorado muy poco, en el 2015 su PIB creció
un 0,3%, la banca italiana sigue en quiebra técnica, sobreviviendo únicamente
gracias a la política favorable de barra
libre de crédito del Banco Central Europeo. Y lo peor, si Renzi llegaba para
dar estabilidad al país, se va dejándolo en una situación de mayor
inestabilidad que cuando llego.
Renzi pertenece a una generación
de políticos que ha surgido en nuestra época en Occidente, que se caracterizan
por ser jóvenes y ambiciosos, tener dotes de comunicación, pero pocas ideas
viables y positivas. Unos lideres jóvenes y ambiciosos, que se declaran
contrarios a todo lo que han hecho generaciones anteriores de políticos,
curiosamente se declaran contrarios a aquellos políticos a los que les deben lo que son, a los que les
han apoyado para llegar al poder. Una nueva generación de políticos que tiene una principal característica
en común, creer que tienen más poder que el que realmente tienen. Dicen hablar
en nombre de la gente, de la ciudadanía, de la sociedad, pero su gente, los ciudadanos que les dan su apoyo, no
son suficientes para lograr las impopulares reformas que desean emprender. Le ocurrió
al presidente Obama en Estados Unidos, viendo muchas de sus reformas paradas
por el Senado, la Cámara de Representantes, o el mismo Tribunal Supremo. Otras,
las anulara el próximo presidente republicano, Donald Trump. Y le ha ocurrido
ahora en Italia a Renzi. En España les ocurre a muchos dirigentes políticos.
Podemos y Ciudadanos, se creen que tienen más poder que el que realmente dan a
conocer los resultados electorales, quieren imponer reformas para las que no
tienen suficiente poder. Y le ocurrió también a Pedro Sánchez, creyendo que podía
imponer sus criterios e intereses en el seno de su partido, el PSOE. Poder de
una nueva generación de políticos, jóvenes y ambiciosos, que en el caso de
España, queda reducido únicamente a
bloquear, impedir la gobernabilidad.
Tal como está diseñada al UE,
la situación política nacional de los diferentes Estados miembros afecta a su
funcionamiento de forma importante. La política nacional italiana nos está afectando
de forma negativa. El ilógico ascenso en
la política italiana de Renzi afecto a la UE de forma negativa. Debido a ello,
la UE tiene ahora a Federica Mogherini como Alta Representante de la Política
Europea, una dirigente sin peso político ni a nivel italiano ni a nivel
europeo, cuyo principal mérito político era que nueve meses antes había sido nombrada por
Renzi ministra de Asuntos Exteriores, y cuya mediocridad e incompetencia ha
demostrado en numerosas ocasiones desde
que ha sido nombrada, contribuyendo a la irrelevancia exterior de la UE. Y su
marcha, la dimisión de Renzi, volverá a
afectar a la UE también de forma negativa, entre otras cosas, al dejar Italia en una situación de elevada
inestabilidad política y con una banca
sin sanear, disimulada, pero en quiebra técnica.
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