El recién nombrado presidente de los Estados Unidos, Donald
Trump, ha comenzado a tomar decisiones, a aplicar las medidas que había prometido
a sus votantes durante la campaña electoral. Las primeras medidas que ha
aplicado están destinadas a aplicar un mayor control a la inmigración y a las
importaciones, a la vez que se propone acabar con la deslocalización de grandes empresas, a las que
ha dicho que presionara, ofreciéndoles también beneficios fiscales y
subvenciones, para que vuelvan a producir en los Estados Unidos. Trump ha
aprobado el comienzo de la construcción de un muro en la frontera con México,
la salida del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP), a su vez ha
manifestado su intención de renegociar el NAFTA (Tratado de
Libre Comercio con México y Canadá. En inmigración, ha vetado con carácter inmediato
la entrada a su país de ciudadanos de origen musulmán que provengan de siete países:
Libia, Sudan, Siria, Somalia, Irak, Yemen e Irán. Países a los que considera que tienen
importantes vínculos con el terrorismo islamista. Las medidas de Trump, que
eran de esperar, pues en caso contrario hubiera sido acusado de ser un gran cínico, han provocado similares reacciones de oposición
por todo el mundo.
La decisión del presidente Trump de vetar la entrada a
inmigrantes, económicos y refugiados, procedentes de determinados países del
mundo islámico, países que esta constatado que mantienen estrechas relaciones
con el terrorismo islamista, ha provocado en algunos gobernantes europeos
profundas reacciones hipócritas e incoherentes. La política migratoria de
puertas abiertas a los refugiados sirios adoptada por la UE ha representado un
completo fracaso. Lo que ha obligado a la UE a optar por pagar
al Gobierno de Turquía para que no deje salir más inmigración hacia las islas
griegas. Que dirigentes de países europeos, que no saben cómo hacer frente a la
amenaza del terrorismo islamista, ni que solución dar al asunto de la masiva
entrada de refugiados de origen musulmán, critiquen las medida de Trump, representa un discurso de una enorme hipocresía e incoherencia, a la vez que
ignoran la opinión mayoritaria de las sociedades de los países que gobiernan, partidaria
de erradicar la amenaza del terrorismo islamista y frenar la islamización de
Europa.
Sin lugar a dudas, el comportamiento más hipócrita e
incoherente ha sido el adoptado por el Gobierno británico. La primera ministra de Reino Unido, Teresa May, ha dado la orden de que los miembros de su Gobierno defiendan a los ciudadanos
de origen musulmán que disfruten de doble nacionalidad y que deseen entrar en
los Estados Unidos. Su ministro de Exteriores, Boris Johnson, de madre turca,
ha dicho “Es divisorio y un error estigmatizar a ciudadanos por su nacionalidad”.
O sea, que la primera ministra May quiere abandonar la UE para oponerse a la
libre circulación de personas, para poder así cerrar las fronteras de su país a
la entrada de inmigración europea, pero considera que Estados Unidos debe tener
una política favorable a la entrada de inmigrantes
y refugiados provenientes de países del Mundo islámico. Es cierto que no se
debe discriminar a nadie por su religión, por sus creencias, pero también es cierto que el terrorismo
islamista tiene un fuerte carácter religioso, aunque cuente también con fuertes
apoyos externos, occidentales y pertenecientes al Mundo cristiano. El terrorismo
islamista es ordenado, ejecutado y financiado por países y organizaciones
pertenecientes al Mundo islámico. La medida adoptada por el presidente Trump no
busca discriminar por razones religiosas sino erradicar de su país la amenaza
que representa el terrorismo islamista. Es evidente, que en estos momentos en
Europa impera una política migratoria que podríamos definir como basada en intereses
económicos, es decir, provienes de un país con el que tenemos vínculos, o
relaciones comerciales, o apoya tu entrada alguna familia rica, eres bien
recibido, para el resto las fronteras están cerradas.
Las políticas de la Administración Trump, representan un
giro de 180 grados no solo a nivel estadounidense sino tambien a nivel occidental. El
temor europeo a las políticas de Trump no es tanto por sus repercusiones sino
porque puede provocar un cambio de moda, de ideología. Puede provocar que se impongan
determinadas dosis de proteccionismo y control de las fronteras, cambios que no
interesan a concretos e importantes sectores políticos occidentales. Lo
ocurrido en la política norteamericana da a conocer que si un gobernante
convierte a sus ciudadanos en pajaritos contra los que pueda atentar cuando desee
el terrorismo islamista, está favoreciendo que surja un líder como Trump, que
prometa mayor seguridad y un mayor control de las fronteras.
A nivel español, Trump también ha provocado fuertes críticas.
Se ha llegado a decir incluso, la
barbaridad de que España debe estrechar
vínculos con China y alejarse de los Estados Unidos. Al respecto, el presidente Rajoy ha dicho que apela a la
sensatez, la cordura y el sentido común. Bellos principios que en España no se
tienen en cuenta a la hora de gobernar. Como se suele decir, las elites
dirigentes españolas “ven la paja en ojo ajeno pero ignoran la viga en el
propio”, critican las políticas del presidente Trump, critican que amenace de
forma pública con recurrir a la tortura, a la vez que en España se gobierna sin
ningún tipo de sensatez, ni cordura ni sentido común, ordenándose cosas como
acciones de terrorismo de Estado, represión judicial y policial, detenciones
ilegales, abusos médicos realizados con el fin de torturar, e incluso recurriendo
la policía al narcoanálisis para
interrogar. Sin lugar a dudas, España es un país institucionalmente fascista,
en el que se discrimina a los ciudadanos
por razones económicas. Su religión, creencias,
ideología, raza, etc., no importan si
disponen de algún tipo de apoyo de naturaleza económica, por ejemplo, vínculos comerciales
con su país de origen.
Pero lo más llamativo de la Administración Trump es el
rechazo, e incluso se podría decir ira, que genera en importantes medios de comunicación
occidentales, norteamericanos y europeos. Los cuales han dejado de informar
para dedicarse únicamente a criticarle, a hacer oposición a sus políticas, sin
entrar a valorar de forma objetiva si son convenientes o no. El ataque continuo
que está recibiendo el presidente Trump, un gobernante democráticamente elegido, incluso desde antes
de haber sido nombrado, pone de manifiesto que libertad de prensa no es sinónimo
de prensa libre. Como dice Noam Chomsky, los medios de comunicación están sometidos
a diferente tipo de filtros que condicionan sus contenidos y sus
posicionamientos, utilizándose así la libertad de prensa para hacer una prensa
nada libre.
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