El mundo está afrontando una situación sin precedentes,
causada o justificada por la pandemia del virus chino, tipo covid-19. Han transcurrido ya varios
meses y todavía son numerosas las incógnitas relacionadas con el origen y la propagación del virus. En toda esta
oscuridad, hay algo claro e indiscutible, sí la Unión Europea hubiera cerrado
sus fronteras el 30 de enero, fecha en la que la Organización Mundial de la
Salud (OMS) declaro la alerta internacional por covid-19, el virus se hubiera
propagado mucho menos por el mundo, y especialmente por la Unión Europea y
España. ¿Por qué no se cerraron entonces las fronteras? No hay pruebas que
permitan afirmar si ello se debió a la
incompetencia de las actuales elites dirigentes o la existencia de una conjura
internacional de las elites dirigentes favorable a que se produjera la
pandemia.
El presidente Sánchez, una y otra vez, se disculpa
afirmando que las fronteras no se cerraron porque así lo aconsejaban los expertos, tanto nacionales como de la OMS.
Está claro, cerrar fronteras era una decisión arriesgada si luego el virus no
se extendía, pero en cambio al presidente Sánchez no le tembló luego el pulso a la hora de
declarar el estado de alarma y restringir los derechos fundamentales de muchos ciudadanos, obligándolos
a confinarse en sus casas. Con el coronavirus todavía propagándose por el
mundo, según los medios de comunicación el número de contagiados es todavía muy elevado en algunos países, lo más
llamativo de todo esto es que el próximo
21 de junio el Gobierno abrirá sus fronteras con países de la zona Schengen, y
el 1 de julio con terceros países, decisión que el presidente Sánchez ha
adoptado en acuerdo con
lo decidido a nivel Unión Europea. Puede
que no haya una conjura, pero se parece mucho a la existencia de una conjura internacional
con el fin de favorecer la propagación del virus chino para crear una situación como la actual, en la
que la potencial amenaza, sino falsa, del
covid-19 permita justificar represión y encubrir flagrantes violaciones de los
derechos humanos. El 21 de junio, el Gobierno levantara el estado de alarma,
pero no la represión, a partir de entonces la represión se podrá aplicar de
forma arbitraria, a la carta, a decisión de los expertos sanitarios. Por
ejemplo, podrán aislar a aquellos que
hayan tenido un contacto directo con una persona que haya contraído la
enfermedad. Por ejemplo, en los
aeropuertos, no pasar un control visual será condición suficiente para que un médico
decida se un viajero debe o no realizar una PCR. Está claro que la igualdad a
la que hace referencia la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que surgió
del contexto político posterior a la Segunda Guerra Mundial, es historia.
En “Democracia y totalitarismo”, libro muy apropiado para
leer teniendo en cuenta la situación que vuelve a vivir Europa y sobre todo España,
su autor, Raymon Aron, analizando la política europea de las primera mitad del
siglo XX, sostiene que hay,
principalmente, dos fenómenos cuya aparición puede provocar la corrupción y autodestrucción
de los regímenes constitucional-pluralistas. Uno, el exceso de espíritu de
compromiso, es decir, los partidos, obsesionado por la necesidad de superar sus
divergencias, dejan de pensar en los problemas y se centran en los acuerdos.
Dos, el exceso de espíritu partidista, que puede llevar a los partidos políticos
a desear luchar contra el sistema y
acabar con el pluralismo. En el contexto actual todavía no se aprecia la existencia de un exceso de espíritu
partidista, seguramente existen deseos de esa naturaleza política, pero se
ocultan. Lo que no se oculta, sino que se percibe de forma clara, e incluso se apela
a ello de forma pública desde los distintos partidos, es un exceso de espíritu
de compromiso, tanto a nivel español como de la UE. Un claro ejemplo lo tenemos
en las decisiones que han adoptado para hacer frente a la crisis provocada por
el covid-19, las cuales han disfrutado de grandes consensos políticos.
Haya o no haya conjura, parece ser que sí, es evidente, que
entre los conjurados no hay acuerdo sobre quién debe pagar los costes de la situación
que se ha creado con la propagación del covid-19 y la imposición de medidas que
han provocado una fuerte caída de la actividad economía. El Consejo Europeo ha
sido hoy incapaz de ponerse de acuerdo sobre el próximo presupuesto
plurianual 2021-2027 (en torno a 1,1 billones) y sobre el denominado Fondo de Reconstrucción,
en principio de 750.000 millones de euros, propuesto por la presidenta de la Comisión
Europea, y que la UE obtendría de los mercados con el aval del propio
presupuesto de los Estados miembros, lo que implica, que algún día los Estados
miembros tendrán que incrementar su aportación a la UE para pagarlo, pues no parece
que con cosas como una nueva tasa a las multinacionales tecnológicas se pueda
pagar. La UE todavía no ha decidido nada, pero en España los partidos políticos
ya
están negociando como repartírselo.
Hace ya tiempo que se percibe que la Unión Europea ha
entrado en decadencia; no solo su irrelevancia en la esfera internacional es máxima,
sino que con el argumento de un falso revisionismo de la historia ha aceptado
en sus instituciones a partidos políticos que defienden ideologías y
posicionamientos políticos que representan aquellos contra lo que la UE nació
en 1957, en concreto, todo lo que engloba lo que se conoce como el
neocomunismo, que no es otra cosa que el comunismo internacionalista de siempre.
La UE ha dejado de ser la Europa de los Estados para pasar a ser la Europa de
las familias. Una Europa de las familias en la que los intereses de los ciudadanos
interesan mas bien poco; en la que, como observamos, lo de un espacio de
libertad, de justicia y seguridad no es ya ni un sueño, en la que un exceso de espíritu de compromiso hace fácil cocinar conjuras, para privar a los
ciudadanos de derechos individuales o para generar terror con acciones del terrorismo
islamista o con la propagación de un virus, según los expertos, desconocido.
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