miércoles, 26 de mayo de 2021

CON LOS INDULTOS NO SE BUSCA CONCORDIA SINO INTERESES COMUNES.

El conocido como proceso independentista de Cataluña, que culminó con la Declaración Unilateral de Independencia de octubre de 2017, liderado principalmente por la representación de la burguesía catalana, la antigua Convergencia Democrática de Cataluña,  no ha significado ningún cambio relevante ni para Cataluña ni para España. Las únicas consecuencias han sido judiciales. De los considerados responsables por la justicia española, 12 se encuentran en prisión condenados a penas de entre 9 y 13 años por sedición y malversación de fondos públicos, otros tres, Puigdemont, Comin y Ponsalí, han huido de la justicia refugiándose en países extranjeros que les han dado protección. Los condenados no han pedido indultos al Gobierno, pero si lo ha hecho por ellos el abogado catalán Francesc de Jufresa. Mientras el Gobierno estudia el asunto, seguramente buscando el momento más oportuno para pronunciarse, el Tribunal Supremo acaba de pronunciarse en contra de concedérselos.

 

Si ya era un hecho esperpéntico que España esté representada ante el Parlamento Europeo por tres personas fugadas de la justicia española ocupando los cargos de eurodiputados, Puigdemont, Comin y Ponsali, a los que el Parlamento Europeo les ha retirado la inmunidad pero la justicia española dice que no les puede hincar el diente debido a que están protegidos por el Gobierno de Bélgica, todavía lo es más que el Gobierno de España les quiera conceder a los condenados indultos. Si repasamos la historia comprobamos que este tipo de asuntos suelen acabar cepillándose, es decir, fusilándose, a los responsables en caliente, o con indultos con la obligación de abandonar el país o como mínimo de no volver a dedicarse a la política. Pero no parece ser el caso. Ahora no solo no se arrepienten de haber puesto en riesgo la estabilidad política y la paz en España, sino que quieren quedar en libertad para poder seguir haciendo política en defensa de la supuesta independencia de Cataluña.  Los dirigentes del  proceso independentista han contaminado de forma importante la vida política española, haciendo continuas demostraciones de poder, que Dios no quiso que acabaran en tragedia, como el asunto de la destrucción de coches de la Guardia Civil, no para que Cataluña se pueda convertir en un nuevo Estado independiente y soberano, sino  únicamente en beneficio de ocultos intereses personales. Con contradicciones del estilo de declaramos la independencia pero no la ejecutamos, buscando así que el Estado no actuara. Que el Gobierno de Sánchez quiera concederles indultos para que puedan volver a dirigir la política catalana, para más inri, en el mismo sentido, como los mismos objetivos que los que llevaron a sus condenas, no creo que tenga muchos precedentes en la historia política. Tal vez, en Venezuela. Hugo Chávez, intento un Golpe de Estado en el 92, fue condenado e indultado, y en el 1999 logro llegar a presidente ganando las elecciones, con las consecuencias que todos conocemos. Pero pocos más casos habrá.

 

Que el Gobierno de España quiera conceder indultos a los condenados en el “juicio del proces”, solo tiene una explicación posible, el proceso independentista ha sido una pantomima, con las que las elites catalanas buscaban hacer demostraciones de poder que contaban con el apoyo de sectores de las elites dirigentes españolas con poder en las instituciones del Estado español, las cuales frente a toda lógica política buscan ahora poner fin a este asunto concediéndoles indultos para que puedan seguir haciendo política con el falso discurso de impulsar y lograr la independencia de Cataluña.  Pero, sin duda, lo más llamativo de todo este asunto es el hecho de que la representación en España del comunismo internacional, dirigido desde Moscú, Unidas Podemos,  apoye de forma clara  a los independentistas, por ejemplo, en el Parlamento Europeo,  y a pesar de ello forma parte del Gobierno de España. La política española ha entrado en un nivel de contradicciones, en la que todo vale bajo el argumento de la búsqueda de una falsa concordia, que solo puede servir para aumentar la degradación de la democracia y obstaculizar que se puedan resolver importantes problemas de la sociedad.

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