En
Occidente, desgraciadamente, vivimos unos tiempos políticos complejos, interesantes
y convulsos, de inmovilismo en las soluciones
y de decadencia colectiva. Decadencia colectiva que la gran mayoría de
los Estados ocultan incrementando su deuda pública, y que se traduce en un
incremento de la desigualdad económica, y de todo tipo, entre las elites, los
que más tienen, los más ricos y los más desfavorecidos, grupo que no cesa de incrementarse
debido al empobrecimiento de lo que se conoce como las clases medias. Todo ello
es algo generalizado en los países occidentales, incluida España, como bien
describe Niall Ferguson, en su libro “La Gran Degeneración”. Decadencia, como
afirma Ferguson, motivada por el surgir de unas elites gobernantes cuyas
decisiones están orientadas, principalmente, a su enriquecimiento, corrompiendo
así el funcionamiento de las instituciones. Además, políticamente, en Occidente
se ha puesto de moda dejar que problemas importantes se enquisten, se
conviertan en crónicos, lo que muchas veces provoca que se agraven. ¿La causa?
Seguramente haya varias, pero en mi opinión, principalmente dos. Primera, las
elites suelen ser inmunes a los efectos de dichos problemas y por lo tanto
prefieren esperar que arriesgarse a dar una solución. Segunda, nuestra época se
caracteriza por la existencia de grandes redes supranacionales de elites con
intereses comunes, lo que impide consensos para dar soluciones a dichos
problemas.
La UE
todavía no se ha recuperado de la crisis financiero-económica del 2008, todo lo
contrario, la situación de la economía europea puede todavía ir a peor si el
asunto del Brexit no logra llegar a buen puerto de una forma pausada y aceptada
por todas las partes. La UE tampoco logra dar solución al problema de la
inmigración. Con unas sociedades cuyos mercados laborales se encuentran
saturados de mano de obra, y que rechazan mayoritariamente la entrada de más población
inmigrante, la cual pone en riesgo sus derechos y calidad de vida, la UE sigue
defendiendo una política de puertas abiertas a la inmigración exterior. La UE
tampoco ha sido capaz de frenar la oleada de refugiados-inmigrantes,
principalmente sirios, que desde Turquía, entrando por Grecia, se han trasladado a la UE a través de los
Balcanes, teniendo que pagarle a Turquía para que acepte su retorno y no deje
salir más. Luego está el oscuro asunto del
terrorismo islamista, que ataca y amenaza a los sectores más vulnerables de la
sociedades europeas para lograr chantajear a sus elites políticas, para logar
obtener de aquellos que gobiernan unas reivindicaciones que no se hacen
públicas, pero que existen. Terrorismo islamista que de forma clara cuenta con
un fuerte apoyo de sectores con poder dentro de las estructuras de los Estados
en los que actúa. Bueno, y aquí en España tenemos el problema de la
ingobernabilidad, de la incapacidad democrática para elegir un gobierno, problema
que amenaza con convertirse en crónico poniendo en entredicho el funcionamiento
del sistema democrático. Interesantes, inmovilistas, decadentes, y complicados tiempos políticos que hacen que las próximas elecciones a la
presidencia de los Estados Unidos, que tendrán lugar en noviembre, vayan a
tener, incluso desde una perspectiva europea, una transcendencia, yo me
atrevería a decir, sin precedentes en la historia de ese país.
Ambos
partidos, Republicano y Demócrata, han designado ya su candidato para las
próximas elecciones generales, respectivamente, Donald Trump y Hillary Clinton.
A la hora de votar los electores lo tendrán fácil, pues los candidatos tienen
perfiles muy distintos, defendiendo en numerosos asuntos posicionamientos
políticos totalmente opuestos. Trump representa cambio, Clinton continuismo. Trump,
es nuevo en política, inexplicablemente ha logrado el apoyo del Partido
Republicano. Hillary Clinton, es la esposa del ex presidente Bill Clinton,
lleva ya mucho en política, ha sido senadora por el Estado de Nueva York, y
Secretaria de Estado con la Administración Obama, además, es la segunda vez que
es candidata en las primarias del Partido Demócrata. Hillary Clinton, o mejor dicho, los
Clinton, ya desde hace mucho tiempo
tienen mucho poder en el Partido Demócrata, hasta el punto que se ha denunciado
que en las elecciones primarias Clinton
ha sido favorecida por la cúpula del partido en contra de su rival, el senador Bernie
Sanders.
Trump,
es partidario de revisar los tratados de libre comercio, es decir, se declara
proteccionista, pues considera que han dañado de forma importante la industria
americana. En el tema de inmigración, considera que se debe de frenar la
entrada de inmigración en los Estados Unidos, proponiendo la construcción de un
muro en la frontera con México, además, es partidario de medidas de seguridad y
control más duras frente a la inmigración de origen musulmán. En cuanto al
asunto del Estado Islámico ha dicho que le declarara la guerra, incrementando para ello el despliegue de Inteligencia. Además, se ha declarado a favor de revisar el
Tratado de Washington (1949), es decir, el papel de los Estados Unidos dentro
de la NATO, estando a favor de que Estados Unidos reduzca el despliegue militar exterior, aunque a la
vez promete incrementar el gasto en Defensa. Hillary Clinton representa, de una
forma resumida, continuismo, a favor de los tratados de libre comercio, de dar papeles a los inmigrantes ilegales, de
favorecer la entrada de nueva
inmigración, partidaria de suprimir el embargo a Cuba y permitir los
viajes de los estadounidenses a la isla, y una política poco intervencionista en asuntos exteriores, por ejemplo en temas
como el de Siria, Irak, Afganistán o Ucrania. Hillary Clinton lleva mucho en
política, pero su gestión se ha caracterizado por resultados muy pobres.
A lo
largo de la historia, el pueblo
americano ha demostrado en numerosas ocasiones ser un pueblo inteligente,
haciendo de los Estados Unidos el primer país democrático, creando el famoso
sueño americano, abriéndose al talento exterior, contribuyendo de forma
importante en dos ocasiones a pacificar
Europa, o más recientemente, derrocando militarmente el tiránico y amenazante régimen
de Sadam Husein. Seguramente en este momento el pueblo americano ya es
consciente de que votar a Hillary Clinton significa votar a favor de la
decadencia americana y Trump representa una posibilidad de auge, de que Estados
Unidos recupere su esplendor y el
liderazgo internacional. El problema es
que en los Estados Unidos ahora no vota ya solo el pueblo americano, sino que
en los últimos años se han producido importantes cambios demográficos,
surgiendo minorías con peso electoral que tienen más intereses fuera que dentro
del país. Por ejemplo, el motivo del
reciente y apresurado viaje del
presidente Obama a España no ha sido otro que el de buscar el apoyo para el
Partido Demócrata de elites dirigentes españolas con influencia sobre sectores
hispanos de la sociedad americana.
En mi
opinión, desde una perspectiva europea la elección está clara,
independientemente del perfil de D. Trump,
Occidente necesita cuanto antes un Gobierno republicano en Estados
Unidos. El actual Partido Demócrata no es el del ex presidente F. Kennedy, al
que tienen tanto interés en recordar hoy
los dirigentes demócratas en sus discursos. Hillary Clinton, lo hizo en su
discurso de aceptación de la nominación, buscando manipular a la opinión pública,
pues Kennedy, como todos sabemos, no se valió de su condición de negro o mujer
para ganar unas elecciones sino de sus ideas, ideas entre las que se encontraba
el bloqueo a la dictadura comunista que todavía hoy gobierna Cuba. El Partido Demócrata
es hoy un partido sometido al chantaje de minorías demográficas lo que
condiciona la elección de candidatos y de sus políticas, en concreto de Exterior y
de Defensa. Occidente necesita un Estados Unidos fuerte, partidario de usar su
fuerza cuando sea necesario, intervencionista, que reaccione frente a atentados
del terrorismo islamista, como por
ejemplo, frente al atentado de la Maratón de Boston (Abril del 2013). Y contrario al libre comercio internacional que
tanto daño está haciendo a las economías de los países desarrollados. Los
tratados de libre comercio tienen sentido cuando se realizan entre países o
áreas económicas que se complementan, pero no entre las que compiten, pues en
este caso aquella en la que los trabajadores disfrutan de mejores condiciones
laborales y mayor nivel de vida, y por lo tanto hay unos costes laborales más
altos, saldrá perjudicada.
Que
Europa necesita un Gobierno republicano en los Estados Unidos es, en mi
opinión, algo indiscutible. Hillary Clinton representa continuidad, no solo de la Administración Obama sino todavía peor,
de la Administración Clinton, que gobernó Estados Unidos durante la decana de
los 90. Muchas de los problemas que hoy padece Estados Unidos, y Occidente en
su conjunto, fueron causados por políticas aplicadas por el expresidente
Clinton. Por ejemplo, fue la política de Defensa de la Administración Clinton
la que favoreció que sucediera el 11-S. Por ejemplo, fue Clinton el que derogó
la Ley Glass-Steagall, entre otras cosas, para favorecer la entrada de Travelers
Group en Citibank, dando lugar a Citigroup. Según los expertos una de las
principales causas de que se produjera la crisis financiera del 2008, la cual
afecto de forma importante a Citigroup teniendo que ser rescatado por el
Gobierno, banco hoy con importantes problemas debido a su expansión
internacional, en concreto, en economías emergentes. Por ejemplo, las políticas
de Clinton favorecieron la deslocalización de empresas e inversiones, contribuyendo a
ponerla de moda en toda Europa, algo muy dañino tanto para los Estados Unidos como para otros Estados
miembros de la UE.
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