Lamentablemente, vivimos una época en la que la misma
historia se repite una y otra y otra vez en diferentes ciudades occidentales.
Esta vez ha sido en Barcelona. El terrorismo islamista ha vuelto a atacar. Un
ciudadano cuya identidad todavía se desconoce ha atropellado con una furgoneta
a una multitud en La Rambla, causando 13 muertos y decenas de heridos, dándose luego a la fuga. El ataque ha
sido reivindicado por el Estado Islámico. La Policía ha dicho que ha puesto en
marcha una operación para evitar que el ejecutor material pueda salir de la
zona donde se produjeron los hechos.
España se encuentra desde hace tiempo en el nivel 4 de alerta contraterrorista. Lo
ocurrido en Barcelona pone de relieva
que dicho nivel de alerta, el cual además
de ser muy molesto para los ciudadanos es muy costoso, solo sirve para aparentar. Solo sirve para que
el Gobierno de España pueda transmitir a la opinión pública que está haciendo
algo para evitar ataques del terrorismo islamista. Bueno, y también par que
muchos de los miembros de la lucha antiterrorista cobren mas aunque su trabajo
no de ningún fruto. Lo único bueno que tiene que sea la misma historia es que
no requiere ni siquiera un mínimo análisis, lo único importante que ha cambiado
respecto a ataques terroristas islamistas anteriores es el nombre de las víctimas.
Indefensas víctimas, ciudadanos civiles no combatientes, seguramente todos
ellos sin responsabilidades políticas de
importancia, que paseaban tranquilamente
por una calle. Ha sido un ataque indiscriminado, realizado contra indefensos
ciudadanos que no tenían ninguna relación con el atacante. Este, el conductor
de la furgoneta, fue a su encuentro para asesinarlos vilmente.
Como siempre, importantes dirigentes políticos españoles y representativos líderes
de opinión hoy han emitido el mismo discurso
que otras ocasiones en las que ha habido atentados. Un discurso de condena de lo ocurrido y de unión contra el
terrorismo islamista, pero cuando se habla de adoptar medidas para combatirlo,
muchos de ellos dicen no, medidas para combatirlo no. Quiero con ello decir,
que el terrorismo islamista actúa en nuestra sociedad no porque sea una amenaza
global, como si estuviéramos hablando del cambio climático, sino porque cuenta
con apoyos y cómplices en las sociedades donde actúa, por ejemplo, en España.
España es un país en el que hay lo que se conoce como violencia y terrorismo de
Estado, por ejemplo, el asunto del 11-M. Y por tanto poco podemos esperar que
den a conocer las fuentes oficiales sobre lo ocurrido en Barcelona, estas
tienen una muy baja fiabilidad. Pero hay
algo claro, los terroristas los ha puesto el Mundo islámico, aunque no sabemos quién
ha puesto los muertos. Las victimas tendrán vínculos familiares, o como mínimo políticos, religiosos, o simples amigos,
dentro o fuera de España, los cuales se supone exigirán que se esclarezca este asunto y que se
adopten medidas contra sus responsables.
Vivimos una época que se caracteriza, en mi opinión, por una
elevada permisividad estatal con el
crimen organizado, el terrorismo islamista y la violencia en general, a la vez
que se incrementa y endurece la represión judicial y policial contra humildes y
honrados ciudadanos, limitando sus libertades y derechos. Lógicamente ello no
ocurre solo en España, en tal caso España sería un país aislado
internacionalmente, sino que es una moda
ideológica que se está dando en numerosos países occidentales. El crimen
organizado y el narcotráfico están creciendo y haciéndose fuertes en numerosos países
occidentales. España es una de las principales entradas de droga en Europa.
Cito lo del crimen organizado, y en concreto el narcotráfico, porque hay claros y conocidos vínculos entre
sectores del crimen organizado
internacional y el terrorismo islamista. El atentado de Barcelona es otro claro
ejemplo. Colectivos de ciudadanos islamistas que viven en España representan una
amenaza terrorista potencial, a pesar de ello se mueven con total libertad, amenazando
a quien desean, contando con complicidades y apoyos desde los poderes del
Estado. Da la impresión de que sectores de las elites dirigentes que gobiernan
en nuestra época desean que los sectores
humildes de la sociedad, sin responsabilidades políticas de ningún tipo, vivan en un ambiente de terror provocado por
el terrorismo islamista. Desde el Estado no se combate el terrorismo islamista,
sino que se apoya. No hay disuasión, no se actúa contra los sectores islamistas
que amenazan nuestra sociedad, por ejemplo expulsándolos del país, sino que se permite que crezcan favoreciendo
la inmigración de origen islámico.
Como bien es conocido, el atentado de Barcelona se ha
producido en un momento político complicado en Cataluña. Ello puede provocar
que sea tomado como justificación para adoptar decisiones de naturaleza política.
La Jefatura del Estado, o sea, el Rey, podría utilizarlo como justificación para
desplegar militares en Cataluña e
incrementar los efectivos policiales, con vistas a realizar una demostración de
poder. De igual forma, las elites independentistas también pueden utilizarlo
como justificación para anular la realización del referéndum secesionista. Ocurra
lo que ocurra en Cataluña en las próximas semanas hay algo ya indiscutible, que acompañara a la sociedad
catalana para el resto de su historia: Indefensos e inocentes ciudadanos han
sido asesinados por el terrorismo
islamista.
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