La idea, que surgió
en el 92, de hacer de la Unión Europea un espacio de seguridad, de libertad y de
justicia está muerta. Muerte que ha transformado la UE en un simple
supermercado, en una simple área de libre comercio, en la que por cierto la
seguridad alimentaria deja mucho que desear, ahí tenemos el asunto de los
huevos.
A la violencia no hay que buscarle explicaciones profundas,
filosóficas, todo es más simple, siempre ha habido grupos que han deseado
someter al resto de la sociedad a través de la violencia. El terrorismo es una
forma de lucha. El terrorismo islamista es distinto a otro tipo de terrorismos,
en el sentido de que es provocado por un actor extranjero que no da a conocer públicamente
sus reivindicaciones. ¿Qué quería el terrorista que ataco en La Rambla? Acaso
que dejara de ser peatonal, no lo sabemos, las autoridades no lo han hecho público.
No debemos engañarnos, como dice el otro, por ese dinero ni cruzo la calle, es
decir, todo tiene un fin, un móvil, el terrorismo islamista también, tiene reivindicaciones
que evidentemente las autoridades, las elites dirigentes, conocen pero no hacen
públicas.
La inseguridad no es una buena compañera, erosiona el
sistema político, pone en peligro la democracia, la convivencia, el desarrollo económico.
Para constatarlo solo debemos fijarnos en los países con alta inseguridad.
¿Queremos que España pase a ser como Sudan, cuna del islamismo radical? País
en el que la vida de las personas no vale nada, no hay justicia ni nadie venga
sus muertes, país en el único lenguaje que se entiende es el de la violencia y
las armas. No nos engañemos, resignarnos ante el terror que genera el
terrorismo islamista nos llevara a que la sociedad española sea como la
sudanesa o a que surja un monstruo que lo devore, monstruo como en su momento
fue el nazismo.
En lo ocurrido en Barcelona hay un hecho innegable, fue
causado por ciudadanos de origen islámico. Grupos islámicos con vínculos extranjeros de los que
reciben órdenes, y que tienen fuertes apoyos dentro de nuestra sociedad, nos están
atacando, están poniendo en peligro no solo nuestra seguridad física, sino también
la paz, la convivencia y la democracia.
El eslogan de “No tengo miedo” solo lo puede decir, gritar, defender, un insensato, un irresponsable, que
no tiene miedo a que puedan atacar y
asesinar a sus hijos jugando en la calle,
como hace el terrorismo islamista, o alguien que sea cómplice del terrorismo islamista. Yo si
tengo miedo, no solo por mí sino también por los hijos de esos que no tienen
miedo.
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