La exhumación del general Francisco Franco, fallecido ya
hace más de 40 años, el 20 de Noviembre de 1975, debería haber sido algo
anecdótico. Un porcentaje representativo de la sociedad española nació ya
después de su muerte, no conoce lo que supuso la Guerra Civil, la posguerra y
la dictadura militar nada más que por lo que ha estudiado, leído o le han
contado sus familiares. Pero las elites políticas españolas lo ha querido
utilizar políticamente, para remover el pasado y abrir heridas, para
hacer apología a favor de uno u otro bando de la Guerra Civil, y sobre todo,
para intentar hacer demostraciones de poder, como por ejemplo, proponiendo la
familia que sus restos fueran trasladados a la Cripta de la Catedral de La Almudena. La
exhumación de Franco, un hecho que no debería haber tenido la mas mínima
transcendencia política, ha servido para dar a conocer el tipo de democracia en
la que vivimos, en la que hay sectores políticos que están obsesionados con
ganar hoy guerras que perdieron en el pasado, en la que se critica en el pasado
lo que se apoya en el presente.
Personalmente no tengo ningún tipo de sentimiento hacía la
época política anterior al 75, ni hacia la Guerra Civil ni hacia la dictadura
militar. Lógicamente tengo mi opinión, pero no sentimientos de odio, de
añoranza o de deuda, por eso me cuesta entender lo que hoy está pasando en
España. Los nietos de las elites dirigentes que perdieron la Guerra Civil han
querido convertir la exhumación de Franco en una victoria, han querido con ella
simbolizar la victoria de una guerra que perdieron sus abuelos y no quisieron
librar sus padres.
Pero la historia es la que es, negarla, tergiversarla, no
contribuirá a cambiarla. El modelo de Estado que hoy tenemos en España fue en
gran medida diseñado por Franco. Fue Franco quien decidió poner a la Casa Real
de Borbón al frente de la Jefatura del Estado, nombrando como heredero político
al rey Juan Carlos I, dejandose así claro que el Alzamiento Nacional del 18 de
Julio de 1936 se había realizado con el fin de restaurar la Monarquía, a lo que
Franco se negó hasta su muerte. Si Franco hubiera decidió poner al frente de la
Jefatura del Estado a la Orden de San Benito, hoy en España muy probablemente
tendríamos un benedictino, principalmente por la falta de suficiente consenso
político para cambiarlo. Desde la política española actual se critica la figura
de Franco, que habrá tenido sus pros y sus contras, aunque no hay que olvidar
que el ambiente, la situación durante la Segunda República fue la que fue, de
elevada pobreza, de completo caos, de
alta conflictividad social, política y territorial y de total falta de
seguridad. Pero a la vez, las elites políticas que critican la figura de
Franco, y que han querido convertir su exhumación del Valle de los Caídos en
una victoria comparten tribuna, actos y posicionamientos políticos, con su heredero político, la Casa Real de
Borbón, hoy representada por el rey Felipe VI.
En mi opinión, la sociedad española debería ya olvidar el
pasado y mirar más hacia el presente, o acabara volviendo al pasado que hoy se
condena y critica. La Transición fue un éxito en su origen, permitió un cambio
político de una dictadura militar a una democracia de una forma no traumática,
pacifica, pero ha acabado siendo un fracaso, pues la democratización de España
ha sido muy imperfeta. Surgiendo una sociedad, la España actual, que es una
democracia únicamente en apariencia pero una tiranía en lo profundo. En la
democracia actual, el Estado de Derecho solo existe para servir a los intereses
de las elites dirigentes, ha habido terrorismo de Estado, se cometen flagrantes
violaciones de los derechos humanos, se utiliza el sistema sanitario para
cometer abusos médicos y ajustar cuentas, y la pobreza y la desigualdad no
cesan de crecer. Para más inri,
recientemente en Cataluña el Gobierno de España ha perdido durante una
semana el control del orden público. Es evidente que el principal problema de
los españolas no son los restos de una figura política que murió hace más de 40
años, Franco, sino unos dirigentes
políticos que critican en el pasado lo
que apoyan en el presente.
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