Hace ya años que la organización terrorista ETA dejo de
hablar, pero ha sido hoy, en un acto celebrado en Cambo les Bains (Francia),
cuando ha escenificado su total disolución. Desde su origen hasta su final,
ambos difusos, la vida de ETA, contaminada por casos como la Operación Ogro (1973)
o el asunto de la T-4 (2006), ambos considerados terrorismo de Estado, se ha
caracterizado por la confusión. Confusión, sin estar claro quien daba las
órdenes, ni cuáles eran sus reivindicaciones, ni cuándo ni qué negociaba con
representantes del Gobierno de España. Como ahora tampoco está claro por qué
elige precisamente este momento histórico para escenificar su disolución.
Disolución que no ha sido bien recibida por diferentes colectivos de víctimas,
no aceptándola, muchos de ellos apelando a la justica como forma de reivindicar
venganza, manifestando así que existe una enorme falta de coordinación entre
dichos colectivos y sus líderes, pues ETA escenifica ahora su disolución por
alguna razón que tanto sus líderes como el Gobierno de España conocen. Razón
que tiene un origen claro en la época del expresidente Aznar, cuando hizo
público que había autorizado contactos con interlocutores del entorno del Movimiento de Liberación Nacional Vasco
(MLNV). MLNV, un nuevo termino que Aznar acuño para referirse a ETA, dando
comienzo así, de forma clara, su
disolución.
Que se ponga fin a un conflicto armado es siempre una gran
noticia, y uno debe alegrarse, especialmente por aquellos que se han visto
directamente implicados. Pero debemos de
recordar que la ausencia de guerra no siempre es sinónimo de paz, sino que
esta, la paz, puede ser sustituida por un ambiente de represión si no es
aceptada por todos las partes.
Lo más anecdótico y a la vez paradójico de la disolución de
ETA es el escenario en el que se produce, una España en la que se cometen flagrantes, sistemáticas e impunes
violaciones de los derechos humanos. Una España en la que hay una alta
represión judicial y policial. Una España con las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado un día sí y otro también en la calle ejerciendo violencia,
de diferentes formas, contra humildes e indefensos ciudadanos, a la vez que
desatienden la seguridad ciudadana y otras muchas de sus funciones. Una España
en la que hay una crisis territorial sin precedentes en lo que llevamos de
democracia, encontrándose las
instituciones autonómicas de Cataluña intervenidas por el Gobierno de España.
ETA ha hecho pública su disolución en un ambiente de
elevada descomposición política; elevado descredito institucional, en el Poder
Judicial ya no hay ni consenso a la hora de juzgar violaciones; con una grave
crisis territorial; y un fuerte
pensamiento único defendido por los medios de comunicación y la gran mayoría de
los dirigentes de las principales fuerzas políticas. Pensamiento único, destinado a desacreditar a ETA, sin
considerar las causas que dieron lugar al conflicto armado, y evitando hacer
referencia a la violencia que sectores con poder en el Estado ejercieron contra
el entorno de ETA, por ejemplo,
recurriendo a organizaciones mafiosas como el GAL. Grupo mafioso,
financiado y dirigido desde la cúpula del Estado español, cuyos miembros,
condenados por asesinato, han sido puestos en libertad y siguen haciendo
propaganda de sus acciones, sin que ello
escandalice a los que se autodenominan demócratas y defensores del pensamiento
único, los cuales no consideren sus
actos, sus asesinatos, lo que realmente
supusieron, un catalizador más del
denominado conflicto armado vasco. ETA ha llegado a su final, pero como bien es
sabido: Cuando un amor se apaga, pronto surge en nuestro corazón el hueco para
que otro nuevo pueda crecer.
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