A diferencia de lo que ocurrió
con la epidemia de la Gripe Española de 1918, la actual epidemia del covid-19
tiene lugar en sociedades abiertas, con
unos niveles de interconexiones entre ellas y entre los ciudadanos sin
precedentes en la historia. Los medios de comunicación han dejado de ser los únicos
que transmiten información, en forma de
noticias, a los ciudadanos. Las
informaciones fluyen, principalmente, gracias a Internet, de fuentes muy diversas; públicas
o privadas; con identidad política o
civiles; expertas, de aficionados o de simples ciudadanos que desean dar a
conocer su opinión. En sociedades de este tipo, con una enorme fluidez de información,
los hechos son muy difíciles de ocular a la opinión pública, como mucho, desde
el poder, aquellos que gobiernan, pueden intentar manipular la interpretación, buscar
que los ciudadanos tengan una y no otra interpretación, la interpretación oficial,
de esos hechos. Para ello, se repiten una y otra vez discursos favorables a la interpretación
oficial que se desea, y se niegan y se desacreditan los contrarios. Y sobre
todo, se recurre al conocido fenómeno definido por Noelle-Neumann, la espiral
del silencio.
Para intentar evadirme de la
dura actualidad, y evitar sus efectos, he comenzado a leer un ensayo de
historia, “Postguerra. Una historia de Europa desde 1945”, de Tony Judt. En
este ensayo, por cierto, muy ameno, el
autor, recurre a la cita “Hechos, mi querido muchacho, hechos”, de Harold Macmilan, primer ministro de Reino
Unido (1957 a 1963). Una cita que considero muy apropiada para los momentos
actuales, lo importante siempre son los hechos, y como los hechos cada día son
mas difíciles de ocultar o negar, entre las elites dirigentes se ha puesto de
moda calificarlos de inevitables. Hechos inevitables, como la inmigración, la
entrada de refugiados, el terrorismo islamista, los nuevos virus, etc. Ayer nos transmitían que las sociedades
occidentales debían vivir bajo la amenaza del terrorismo islamista, por ser
inevitable. Hoy se nos dice que fue inevitable que los parásitos chinos se
propagaran por las democracias occidentales; que es inevitable parar la economía,
imponer confinamientos y obligar a los ciudadanos a que se encierren en sus
casas. Aún más, algunos científicos y expertos en sanidad ya empiezan a
transmitir el mensaje de que las sociedades deberán acostumbrarse a vivir con
la amenaza de los parásitos chinos, del covid-19.
El siglo XXI es el siglo de los
hechos inevitables. La lucha se da por perdida; entre las actuales elites políticas
occidentales parece ser que hay un mayoritario
consenso favorable a la línea de pensamiento de que no hay que dedicar
esfuerzos ni adoptar medidas para evitar que se produzcan determinados hechos claramente perjudiciales,
sino buscar que la sociedad los acepte como inevitables, cuando no, incluso favorecer que se produzcan, pero eso
es otra historia. Hechos inevitables, como los atentados del terrorismo
islamista o los virus asesinos chinos, el covid-19, que generan miedos en
nuestras sociedades llevando a mínimos la confianza, y por tanto la cooperación
entre ciudadanos, entre generaciones, entre actores políticos y empresariales y
entre naciones.
Lo importante son los hechos.
El covid-19 surgió, por ahora de forma científicamente inexplicable, en China.
De forma científicamente inexplicable se
propago por territorio europeo, entrando a través de Italia, a pesar que ese país
no es de los países europeos que tienen un mayor volumen de circulación de
personas con China. Y también de forma inexplicable el coronavirus está
atacando de forma más virulenta a países desarrollados occidentales que al país
en el que surgió, China, o fronterizos,
los cuales tienen peores sistemas sanitarios que los occidentales.
Vivimos en sociedades
abiertas, en las que por diferentes razones, fluye propaganda de todo tipo, ello
nos permite identificar claros indicios que llevan a pensar que numerosos
actores políticos y civiles sabían que la pandemia del coronavirus se iba a
producir justo ahora. En el 2002, cuando Estados Unidos, acusaba en Naciones
Unidas a Irak de tener armas de destrucción masiva, y pedía una intervención militar
para derrocar al Régimen de Sadam Husein, por no permitir la actuación de los
inspectores de la ONU, se produjo la crisis del SARS. Ahora en un momento de
elevadas tensiones entre el Mundo occidental y actores de la órbita de China,
debidas entre otras, a las sanciones a Rusia por el anexionarse Crimea, ruptura
del acuerdo nuclear con Irán, cambios en la política comercial de Estados
Unidos con China, etc, resulta que un virus vuelve a mutar en China y ataca
virulentamente las principales democracias occidentales, obligando a reducir la
actividad económica y causando una crisis mundial que ya se considera que será peor
que la Gran Depresión del 29. Todo conduce a sospechar que las armas de destrucción
masiva estaban en China, y que la actual
crisis no es fruto de algo inevitable sino de la falta de la adecuada disuasión.
Los parásitos chinos, el
covid-19, esta asesinando a muchas personas con edad avanzada y con otras patologías, inexplicablemente
incluso a personas que disfrutaban de una perfecta salud. La utilización que
están haciendo de los parásitos chinos, del covid-19, es inmoral, aberrante y
detestable. La solución nunca puede ser más costosa que el problema. No se
puede permitir que la amenaza de un parásito chino cambie nuestro estilo de
vida, nuestro modelo social, político y económico, las democracias occidentales
deben reaccionar. El mundo pago muy caro el 11-S,
se pagara muy caro esto. Por favor, que alguien releve a los que están al
mando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario