Al celebrarse hoy el día de la
Hispanidad, como en años anteriores la democracia ha sido insultada, al
presidir el desfile de las Fuerzas Armadas Españolas (FAS) el rey Felipe VI, en
su condición de mando supremo. Mando supremo que le otorga la Constitución de 1978
a la Casa Real de Borbón al ostentar esta con carácter hereditario la Jefatura del
Estado.
El hecho de que el rey Felipe
VI ostente el mando supremo de las Fuerzas Armadas Españolas representa una insultante anomalía de la democracia
española. En toda democracia el mando de las FAS debe recaer en el Gobierno de
la nación, democráticamente elegido, o en sus mandos orgánicos. El rey Felipe
VI, al no haber sido democráticamente elegido para ocupar la Jefatura del
Estado, ni ser miembro de las FAS, ostenta dicho mando de forma ilegítima, únicamente
gracias al hecho de que la Casa Real de Borbón impuso que se le concediera
dicho derecho cuando se negoció el contenido de la Constitución de 1978. Es tal
la falta de legitimidad que a Felipe VI se le reconoce como mando supremo de
las FAS únicamente fronteras para dentro. En ningún foro militar internacional,
por ejemplo, en la OTAN, se acepta que sea el Felipe VI el que representa a las
Fuerzas Armadas Españolas. En representación de España deben acudir sus mandos orgánicos
o dirigentes políticos, miembros del Gobierno democráticamente elegido, o
nombrados por este.
Además, este año, se ha
producido un doble insulto a la democracia española, al participar en el
desfile la Policía Nacional. Y no es que personalmente tenga nada en contra de
la Policía, institución imprescindible, fundamental, en toda sociedad. Pero el
mensaje que se envía es democráticamente hablando insultante. Con dicha participación,
en un momento complicado de España, después de la brutalidad policial que se
produjo el 1-O en Cataluña, la Corona
quiere transmitir a la sociedad española que ejerce el mando supremo de la “Fuerza”
del Estado, o sea, del Ejercito y de la Policía.
El pasado 1-O, aprovechando
hechos consecuencia de las reivindicaciones secesionistas de sectores políticos
catalanes, en concreto, la realización de un referéndum considerado ilegal por
el Tribunal Constitucional, la Corona aprovecho para para dar a conocer a la
sociedad que la democracia española ha engendrado un bastardo, un nuevo fascismo,
el fascismo borbónico. Contra el referéndum de autodeterminación el Estado pudo
actuar de muchas y diferentes formas. Ordenar detener a los convocantes, no hacer
nada y luego ordenar detener a los responsables de su realización, son algunas
de ellas. Pero el fascismo borbónico prefirió recurrir a la represión. Actuando
de forma violenta e indiscriminada con los matones de la Policía contra
indefensos ciudadanos, que en la gran mayoría de los casos, únicamente oponían una
mínima resistencia pacífica. El deseo del fascismo borbónico de realizar el
pasado 1-O una demostración de poder, actuando de forma violenta contra
humildes ciudadanos, es indiscutible. El 1-O los juzgados catalanes no se
llenaron de detenidos, pues la brutalidad policial no se utilizó para impedir
que se realizaran delitos sino para hacer una violenta demostración de poder,
de un poder fascista, el que ejerce la Corona.
Aun siendo de la periferia de
España, en esto del nacionalismo, soy muy castellano. Pues pienso que unir
siempre es más beneficioso que separar. “¿A qué dedicas el tiempo libre desde
que te has separado? Estoy buscando pareja para volver a casarme. Es decir,
separarse ¿Para qué? Claro, que también es
cierto, que a veces resulta imposible seguir unidos. El problema del
independentismo catalán, para alguien que no es de esa región, es muy
complicado y confuso. Tanto que no lo comprendo. Eso sí, yo comparto con los
catalanes mucho, en concreto sufrir sobre mi cuello la presión del actual
fascismo borbónico. No sé cuál puede ser hoy el mejor camino para que
evolucione el conflicto generado por el independentismo catalán, pero si se cómo
se deben resolver este tipo de conflictos: Con cariño centralizador, con euros
y con población. Con el uso de la fuerza se puede lograr someter a un pueblo,
pero no que este desee unirse a un conjunto superior como es España.
Cuando el nacionalismo catalán
comenzó a hacer reivindicaciones secesionistas las elites dirigentes
centralistas, constitucionalistas, partidarias de la unidad de España, debieron
contestar con cariño, euros y población. Debieron aumentar las inversiones en
esa comunidad, creando empleo y trasladando a ella población que desee que
Cataluña siga unida a España. Pero no lo hicieron. Todo lo contrario. Fueron
las elites nacionalistas catalanas las que siguieron incrementando su poder económico
e influencia en el resto del territorio español. ¿Por qué no se hizo? No se hizo porque no había interés político por
frenar el crecimiento del independentismo, se buscaba así provocar una situación
política y social similar a la actual que justificase la represión, que
justificase ante la opinión publica tanto nacional como internacional la actuación
violenta del fascismo borbónico.
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