sábado, 11 de abril de 2020

COVID-19, SIN LIBERTAD NI JUSTICIA EN BENEFICIO DE UNA FALSA PROTECCIÓN DE LA SALUD


El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), es un virus muy dañino, que provoca una inmunodeficiencia en el organismo al atacar a un tipo de glóbulos blancos que son los que ayudan a combatir  las infecciones. El contagio por VIH puede provocar la enfermedad denominada síndrome de inmunodeficiencia adquirida, conocida como sida. El VIH solo se puede transmitir a través del contacto entre fluidos corporales que posee una alta concentración viral, y por tanto por vía sanguínea o sexual. Los expertos consideran que el sexo sin protección es la principal vía de contagio del VIH. Fue identificado en 1983, en Francia. En este momento no hay vacuna contra el VIH, pero si tratamientos que  permiten que aquellas personas  que contraen la enfermedad, que padecen sida, puedan tener una esperanza de vida similar a la que tendrían de estar sanos. Según la ONU, los datos sobre el sida siguen siendo alarmantes: En el 2018, 1,7 millones de personas contrajeron la enfermedad, 770.000 fallecerían a causa de enfermedades relacionadas con el sida, se considera que desde el comienzo de la epidemia 32 millones de personas han muerto a causa de enfermedades relacionadas con el sida.

Es evidente que el sida es una enfermedad grave y dañina. En la década de los 80, y en menor medida durante los 90,  la amenaza de esta enfermedad fue muy elevada debido a la falta de tratamientos efectivos para tratarla. Todos recordamos numerosos  casos de personas famosas y ricas que contrajeron la enfermedad y murieron por falta de tratamiento. El VIH es un virus que  crea una situación de elevado riesgo sobre todo para jóvenes, más propensos a tener relaciones sexuales esporádicas, casuales y poco racionales. En los 80, en las sociedades occidentales, incluido aquí en España, se abrieron numerosos debates  a nivel político y social sobre qué medidas adoptar, surgieron preguntas del estilo de: ¿Se debe obligar a las personas a realizar la prueba de diagnóstico del sida, por ejemplo, a personas pertenecientes a colectivos de elevado riesgo de contagio, como los homosexuales? ¿Deben los enfermos de sida tener algún tipo de identificación, por ejemplo, en su DNI? ¿Deben las  empresas poder exigir a una persona que realice la prueba del sida antes de contratarla o poder acceder a su expediente médico? ¿Qué responsabilidades penales se le pueden exigir a un persona que sabiendo que tiene la enfermedad, contagia a otra, por ejemplo, al mantener con ella relaciones sexuales sin previamente habérselo dicho? etc, etc, etc.

Es evidente, que aunque en menor medida que cuando comenzó, la  amenaza del sida sigue ahí, sobre todo para los más jóvenes. Y lo recuerdo, no para crear alarma social, sino fijar la atención sobre cómo han cambiado ética y moralmente las sociedades de las democracias occidentales, y concretamente la española. En los 80, ningún gobierno se atrevió a adoptar medidas represivas para prevenir el sida, ni los ciudadanos lo hubieran aceptado. Todo lo contrario, se elaboraron numerosas leyes para proteger la privacidad y los derechos de las personas infectadas por VIH. Las autoridades sanitarias se limitaron a hacer recomendaciones, como usar preservativo en las relaciones sexuales, recomendando el uso de jeringuillas desechables, etc. La respuesta contra el covid-19, siendo un virus  mucho menos dañino para el organismo que el VIH,  ha sido muy distinta, de represión. En los 80, una persona podía salir de copas una noche, tener sexo con alguien seropositivo, que lo sabía o no, y contraer la enfermedad. A pesar de ello, a las elites dirigentes no se les ocurrió adoptar medidas para que los ciudadanos pertenecientes a sectores considerados de riesgo, o ciudadanos en general, no pudieran tener sexo. Tampoco adoptaron medidas para confinar, aislar, a aquellos que tenían la enfermedad u obligarles a identificarse de forma pública, con un cartel que pusiera soy seropositivo, o con algún dato en su Dni.

Y es que la solución nunca puede ser más costosa que el problema. El Gobierno de Sánchez, recurriendo a la  declaración del estado de alarma, ha impuesto una serie de medidas que tienen un elevado coste social y económico, y además son ineficaces. Con el sida nadie se atrevió a imponer que la gente no tuviera relaciones sexuales, ni siquiera a los que ya padecían la enfermedad, entonces, muy probablemente, muchos sectores de la sociedad lo hubieran considerado inhumano. En este momento, el Gobierno socialcomuinsta de Pedro Sánchez ha impedido a los ciudadanos que se besen, que se den la mano, que tengan el mas mínimo contacto social, en beneficio de una falsa protección de la salud. Sánchez se ha convertido en cómplice del covid-19, favoreciendo que el virus reduzca la actividad económica e imponga cambios en la vida de los españoles. Favoreciendo que el covid-19 reduzca la vida de muchos ciudadanos españoles a comer y dormir.

Por el momento, el Gobierno de Sánchez no tiene apoyos para aprobar los Presupuestos Generales del Estado para el 2020, algo que era urgente ayer, pues hoy ya se debería empezar a hablar de los del 2021. Pero sí cuenta con u amplio apoyo para declarar  el estado de alarma, incluido del principal partido de la oposición, el Partido Popular (PP). El Partido Popular es partidario de privar a muchos ciudadanos del derecho al trabajo, y a la vez de que al personal sanitario español, muchos de ellos con unos principios inaceptables en una democracia, se les dé una paga extraordinaria por su trabajo, ¿Les deben algo? o tal vez, ¿Les quieren pagar el trato injusto e inhumano que están dando a muchos pacientes?  Es evidente, que los partidos con representación en el Congreso de los Diputados, curiosamente,  por primera vez también la Candidatura de Unidad Popular (CUP), les interesa poder ejercer represión contra determinados sectores de la sociedad, a los que con la justificación de la emergencia sanitaria provocada por el virus chino se les quiere privar de derechos fundamentales, del derecho al trabajo, del derecho a la libertad de movimiento, incluso del derecho al libre albedrio, imponiendo en beneficio de una falta protección de la salud, confinamiento, privando de la elección de médico y de tratamiento. Recurriendo a una  muy probable aplicación inconstitucional del  estado de alarma, el  presidente Sánchez ha privado a muchos ciudadanos de libertad y justicia en beneficio de una falsa protección de la salud.  Las enfermedades no se combaten con represión, como quiere hacer Sánchez y sus aliados comunistas,  sino con amor, con libertad, con justicia, ayudando a los que lo necesitan. Impulsando la autoprotección, y utilizando el sistema sanitario para ayudar y tratar a aquellos ciudadanos que no pueden hacer frente a la enfermedad en sus casas y con sus medios.

Ayer nuestra sociedad era amenazada por el terrorismo islamista, contra la que desde el  Gobierno de España no se adoptaron  medidas, sino que se favoreció, convirtiéndolo en terrorismo de Estado, como el conocido 11-M,  y generando alarma social difundiendo el mensaje de que no hay seguridad cero, de que no se pueden  evitar los ataques del terrorismo islamista. Hoy el ataque de un virus chino y la emergencia sanitaria que está creando, sirve al Gobierno de Sánchez para ejercer represión y amenazar a concretos sectores de la sociedad española. Las elites dirigentes españolas no deberían ignorar, que además del terrorismo islamista y el virus chino, que controlan, pueden surgir otras amenazas que pongan en peligro su seguridad y la de sus familias.



No hay comentarios: