El presidente
del Gobierno, Pedro Sánchez, anuncio ayer que prorrogara el estado de alarma
por tercera vez, hasta el próximo 9 de mayo. La ya dramática situación de la economía
española debido a cosas como la vertiginosa caída del consumo nacional, el
cierre del turismo y la drástica reducción
del comercio internacional; que el
Estado esté recaudando poco como
consecuencia de la caída de la actividad económica y sobre todo debido a la reducción
del consumo, lo que anula la recaudación por IVA, teniendo que incrementar el Gobierno el déficit
y la deuda pública a niveles considerados alarmantes o que la Unión Europea haya rechazado la metalización de las deudas públicas,
parecen no influir en las decisiones del presidente Sánchez. Sánchez sigue empeñado
en que el estado de alarma para imponer medidas como el cierre de determinadas
actividades económicas y el confinamiento, es la única solución para hacer
frente a la amenaza del covid-19. Pero las medidas ya empiezan a cuestionarse. Por
ejemplo, algunos expertos consideran que
el confinamiento pueden provocar trastornos en la salud los niños, lo que ha
llevado a Sánchez a anunciar que a partir del 27 de abril el confinamiento de
los menores de 12 años se relajara. Curiosamente, esos mismos expertos sostienen
que el confinamiento no es malo para la salud de millones de personas a las que
ayer su médico les recomendaba que salieran todos los días a pasear un rato.
Someter a la
gente a aislamiento siempre ha sido considerado una forma de castigo. Ahora nos
dicen, que es necesario para proteger la salud. La salud de los otros, porque
una persona puede estar contagiada de covid-19 y todavía no saberlo, siendo un
potencial transmisor de la enfermedad, y la propia, imponiéndose el confinamiento de gente sana
para que no se pueda infectar. Pero ¿Quién lo dice? Vivimos en sociedades
abiertas, en las que se defiende que el conocimiento debe estar a disposición de
todos. Pero en cada área de conocimiento suele ser un reducido número de
personas el que realmente tiene capacidad de generar nueva información, y lo da
a conocer a la sociedad cuando le interesa, lógicamente, para rentabilizar de
alguna forma, económica o en forma de simple reconocimiento social, su esfuerzo. En nuestra sociedad muy pocas
personas tienen capacidad para estudiar el covid-19 y conocer como ataca el
organismo humano. Y las informaciones que están haciendo públicas científicos, médicos,
etc, son confusas y contradictorias. Muy pocos son los datos concretos, que es
algo nuevo, que no tienen un tratamiento, y poco más, luego dicen que no saben el tiempo que puede durar la enfermedad, ni porque
ataca a unas personas de forma más grave que a otras. Sobre el covid-19 se están
dando a conocer datos que contradicen evidencias científicas sobre los virus aceptadas
hasta ahora. Por ejemplo, hasta ahora los científicos habían defendido que
cuando una persona contrae la enfermedad
causada por un virus, si la supera, adquiere inmunidad frente a ese virus. Se
nos dice que con el covid-19 puede que sea así o puede que no. Extraño no, más
bien suena a falso.
Creer lo que
hoy se difunde sobre el covid-19 requiere un acto de fe en la denominada clase científica. El covid-19 ha creado una situación deseada por
todo tirano, con una justificación para ejercer represión, hasta ahora,
aceptada por la mayoría de la sociedad, pero ¿Cuánto hay de verdad y de
mentira en todo ello? “La verdad que
conocemos es una construcción de la realidad realizada a través de los diferentes discursos hegemónicos de la época”,
sostenía Michael Foucoult. Y parece ser
que la verdad que hoy construyen la clase científica, investigadores, epidemiólogos, médicos, etc, y las elites
gobernantes está dirigida a crear un
desconocimiento sobre el covid-19 en el que justificar, desde el poder, abusos,
represión, violaciones de los derechos humanos, e incluso poder encubrir
posibles asesinatos. El desconocimiento sobre el covid- 19 está permitiendo al
Gobierno de Sánchez, privar a muchos ciudadanos de derechos fundamentales; del
derecho al trabajo, del derecho a la libertad de movimiento, del derecho a
elegir médico, tratamiento o como desea proteger su salud, imponiéndoles que
deben vivir aislados en sus casas. Y dicha privación de derechos fundamentales
es aplicada de forma totalmente injusta y discriminatoria, en función del rol
social, de tal forma que se le permite a unos ciudadanos que puedan trabajar,
disfrutar de libertad de movimiento, elegir médico, como desean hacer frente a la enfermedad, en un centro
hospitalario o en su casa, y con qué tratamiento y a otros no.
En el
discurso de Sánchez de ayer, podemos
distinguir cuatros elementos, repetitivos desde que el pasado 14 de marzo
declaro por primera vez el estado de Alarma. Uno, dice que basa sus decisiones
en los criterios de los expertos, científicos, médicos, etc. Y estoy seguro de
que es así. Pero los expertos, los técnicos, también son personas, y por tanto
con ideología e intereses. En segundo lugar que no hay alternativa a las medidas
adoptadas: Estado de alarma, reducción de la actividad económica,
confinamiento, distanciamiento social, etc. Lógicamente, si una persona se aísla
del resto de ciudadanos reduce su probabilidad de contagiarse ¿Pero es eso
vivir? Sánchez sigue sin dar importancia
al hecho, ya constatado, de que sus medidas pueden causar a los ciudadanos graves
problemas que hagan que el riesgo de enfermar por covid-19 pase a un plano
totalmente secundario. En tercer lugar,
Sánchez sigue buscando generar conformismo y resignación entre los ciudadanos que
sospechan que la verdad sobre lo que está pasando es una verdad artificial y
construida de forma interesada, con el mensaje de “El Estado pagara todo”. Algo
que el Gobierno difícilmente podrá mantener en el tiempo. Si la actual situación
de represión, de reducción de la actividad economía y confinamiento obligatorio,
se mantiene en julio, cargándose la campaña turística de verano, en septiembre el covid-19 será el menor de los
problemas de la sociedad española. Y por último, Sánchez sigue buscando
focalizar la atención de la opinión pública española en la Unión Europea,
teniendo todavía esperanza en que se acepte mutualizar las deudas públicas.
¿Por qué otros Estados iban a aceptar compartir los riesgos de Estados más
endeudados y que el coste de su deuda pública, ahora más bajo, sea similar a
coste de la deuda de esos Estados? ¿Qué ocurriría si un Estado muy endeudado
decidiera dejar de pagar su deuda pública? La mutualización de la deuda es hoy
muy poco probable, solo le interesa a los Estados miembros muy endeudados, principalmente,
Italia y España. Francia, está defendiendo esta opción, no porque le interese,
sino porque la otra opción es quedarse aislada junto a Alemania.
Como
consecuencia de la crisis económico-financiera del 2008, muchos vaticinaron el
fin del capitalismo o su transformación,
pero este solo ha sufrido mínimos cambios regulatorios. Ahora, una nueva generación de expertos, gobernantes, dirigentes políticos,
etc, están sacando la legua a pasear para con total alegría defender que la
crisis del covid-19 va a provocar cambios en la sociedad, en la forma de vivir
de los ciudadanos. La hipótesis más
desfavorable es que el las personas no desarrollen inmunidad contra el virus
covid-19 y este permanezca en nuestra sociedad, no encontrándose ni vacuna, ni
tratamiento para combatirlo. Incluso de confirmarse esta hipótesis, es muy poco
probable que la actual generación de dirigentes lograra imponer un cambio
cultural de comportamiento, sustituyendo el actual patrón tendente a vivir en
sociedad, que se ha dado durante siglos, desde que tenemos constancia de la
existencia de la humanidad, por otro, basado en una vida en aislamiento. Es
algo totalmente absurdo, pues ¿Qué están defendiendo? Tal vez, que no se creen
nuevas familias, pues uno de los objetivos de la familia es en una vida
compartida. Tener poder significar crear una determinada situación y controlarla
hasta su final. Aparentan controlar la situación, pero ¿Realmente la controlan?
¿Y a que coste? No sé qué hay al final de
camino, es decir, que buscan con todo esto, pero está claro que la crisis del
covid-19 está siendo exagerada y utilizada, principalmente, para ejercer represión,
justificar violaciones de los derechos humanos, cuando no poder encubrir
asesinatos.
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