domingo, 19 de abril de 2020

CRISIS COVID-19: UNA VERDAD MUY ARTIFICIAL.


El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anuncio ayer que prorrogara el estado de alarma por tercera vez, hasta el próximo 9 de mayo. La ya dramática situación de la economía española debido a cosas como la vertiginosa caída del consumo nacional, el cierre del turismo  y la drástica reducción  del comercio internacional; que el Estado esté  recaudando poco como consecuencia de la caída de la actividad económica y sobre todo debido a la reducción del consumo, lo que anula la recaudación por IVA,  teniendo que incrementar el Gobierno el déficit y la deuda pública a niveles considerados alarmantes o que  la Unión Europea  haya rechazado la metalización de las deudas públicas, parecen no influir en las decisiones del presidente Sánchez. Sánchez sigue empeñado en que el estado de alarma para imponer medidas como el cierre de determinadas actividades económicas y el confinamiento, es la única solución para hacer frente a la amenaza del covid-19. Pero las medidas ya empiezan a cuestionarse. Por ejemplo, algunos  expertos consideran que el confinamiento pueden provocar trastornos en la salud los niños, lo que ha llevado a Sánchez a anunciar que a partir del 27 de abril el confinamiento de los menores de 12 años se relajara. Curiosamente, esos mismos expertos sostienen que el confinamiento no es malo para la salud de millones de personas a las que ayer su médico les recomendaba que salieran todos los días a pasear un rato.


Someter a la gente a aislamiento siempre ha sido considerado una forma de castigo. Ahora nos dicen, que es necesario para proteger la salud. La salud de los otros, porque una persona puede estar contagiada de covid-19 y todavía no saberlo, siendo un potencial transmisor de la enfermedad, y la propia,  imponiéndose el confinamiento de gente sana para que no se pueda infectar. Pero ¿Quién lo dice? Vivimos en sociedades abiertas, en las que se defiende que el conocimiento debe estar a disposición de todos. Pero en cada área de conocimiento suele ser un reducido número de personas el que realmente tiene capacidad de generar nueva información, y lo da a conocer a la sociedad cuando le interesa, lógicamente, para rentabilizar de alguna forma, económica o en forma de simple reconocimiento social,  su esfuerzo. En nuestra sociedad muy pocas personas tienen capacidad para estudiar el covid-19 y conocer como ataca el organismo humano. Y las informaciones que están haciendo públicas científicos, médicos, etc, son confusas y contradictorias. Muy pocos son los datos concretos, que es algo nuevo, que no tienen un tratamiento, y poco más,  luego dicen que no saben el tiempo  que puede durar la enfermedad, ni porque ataca a unas personas de forma más grave que a otras. Sobre el covid-19 se están dando a conocer datos que contradicen evidencias científicas sobre los virus aceptadas hasta ahora. Por ejemplo, hasta ahora los científicos habían defendido que cuando una persona  contrae la enfermedad causada por un virus, si la supera, adquiere inmunidad frente a ese virus. Se nos dice que con el covid-19 puede que sea así o puede que no. Extraño no, más bien suena a falso.

Creer lo que hoy se difunde sobre el covid-19  requiere un acto de fe en la denominada clase científica. El covid-19 ha creado una situación deseada por todo tirano, con una justificación para ejercer represión, hasta ahora, aceptada por la mayoría de la sociedad, pero ¿Cuánto hay de verdad y de mentira en todo ello?  “La verdad que conocemos es una construcción de la realidad realizada a  través de  los diferentes discursos hegemónicos de la época”, sostenía  Michael Foucoult. Y parece ser que la verdad que hoy construyen la clase científica, investigadores,  epidemiólogos, médicos, etc, y las elites gobernantes está dirigida a  crear un desconocimiento sobre el covid-19 en el que justificar, desde el poder, abusos, represión, violaciones de los derechos humanos, e incluso poder encubrir posibles asesinatos. El desconocimiento sobre el covid- 19 está permitiendo al Gobierno de Sánchez, privar a muchos ciudadanos de derechos fundamentales; del derecho al trabajo, del derecho a la libertad de movimiento, del derecho a elegir médico, tratamiento o como desea proteger su salud, imponiéndoles que deben vivir aislados en sus casas. Y dicha privación de derechos fundamentales es aplicada de forma totalmente injusta y discriminatoria, en función del rol social, de tal forma que se le permite a unos ciudadanos que puedan trabajar, disfrutar de libertad de movimiento,   elegir médico, como  desean hacer frente a la enfermedad, en un centro hospitalario o en su casa, y con qué tratamiento y a otros no.

En el discurso de Sánchez de ayer,  podemos distinguir cuatros elementos, repetitivos desde que el pasado 14 de marzo declaro por primera vez el estado de Alarma. Uno, dice que basa sus decisiones en los criterios de los expertos, científicos, médicos, etc. Y estoy seguro de que es así. Pero los expertos, los técnicos, también son personas, y por tanto con ideología e intereses. En segundo lugar que no hay alternativa a las medidas adoptadas: Estado de alarma, reducción de la actividad económica, confinamiento, distanciamiento social, etc. Lógicamente, si una persona se aísla del resto de ciudadanos reduce su  probabilidad de contagiarse ¿Pero es eso vivir?  Sánchez sigue sin dar importancia al hecho, ya constatado, de que sus medidas pueden causar a los ciudadanos graves problemas que hagan que el riesgo de enfermar por covid-19 pase a un plano totalmente secundario.  En tercer lugar, Sánchez sigue buscando generar conformismo y resignación entre los ciudadanos que sospechan que la verdad sobre lo que está pasando es una verdad artificial y construida de forma interesada, con el mensaje de “El Estado pagara todo”. Algo que el Gobierno  difícilmente  podrá mantener en el tiempo. Si la actual situación de represión, de reducción de la actividad economía y confinamiento obligatorio, se mantiene en julio, cargándose la campaña turística de verano,  en septiembre el covid-19 será el menor de los problemas de la sociedad española. Y por último, Sánchez sigue buscando focalizar la atención de la opinión pública española en la Unión Europea, teniendo todavía esperanza en que se acepte mutualizar las deudas públicas. ¿Por qué otros Estados iban a aceptar compartir los riesgos de Estados más endeudados y que el coste de su deuda pública, ahora más bajo, sea similar a coste de la deuda de esos Estados? ¿Qué ocurriría si un Estado muy endeudado decidiera dejar de pagar su deuda pública? La mutualización de la deuda es hoy muy poco probable, solo le interesa a los Estados miembros muy endeudados, principalmente, Italia y España. Francia, está defendiendo esta opción, no porque le interese, sino porque la otra opción es quedarse aislada junto a Alemania.  

Como consecuencia de la crisis económico-financiera del 2008, muchos vaticinaron el fin del  capitalismo o su transformación, pero este solo ha sufrido mínimos cambios regulatorios.  Ahora, una nueva generación de  expertos, gobernantes, dirigentes políticos, etc, están sacando la legua a pasear para con total alegría defender que la crisis del covid-19 va a provocar cambios en la sociedad, en la forma de vivir de los ciudadanos. La  hipótesis más desfavorable es que el las personas no desarrollen inmunidad contra el virus covid-19 y este permanezca en nuestra sociedad, no encontrándose ni vacuna, ni tratamiento para combatirlo. Incluso de confirmarse esta hipótesis, es muy poco probable que la actual generación de dirigentes lograra imponer un cambio cultural de comportamiento, sustituyendo el actual patrón tendente a vivir en sociedad, que se ha dado durante siglos, desde que tenemos constancia de la existencia de la humanidad, por otro, basado en una vida en aislamiento. Es algo totalmente absurdo, pues ¿Qué están defendiendo? Tal vez, que no se creen nuevas familias, pues uno de los objetivos de la familia es en una vida compartida. Tener poder significar crear una determinada situación y controlarla hasta su final. Aparentan controlar la situación, pero ¿Realmente la controlan? ¿Y a que coste? No sé qué hay al final de camino, es decir, que buscan con todo esto, pero está claro que la crisis del covid-19 está siendo exagerada y utilizada, principalmente, para ejercer represión, justificar violaciones de los derechos humanos, cuando no poder encubrir asesinatos.    

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