En septiembre del 2001 se produjo el mayor atentado
terrorista de la historia de la humanidad. El terrorismo islamista ataco y
derribo las Torres Gemelas de Nueva York, el World Trade Center,
asesinando a casi 3000 personas. Pero a pesar de que ello supuso un drama
personal para las familias directamente afectadas, el
mundo occidental despidió el 2001 con sus tradicionales celebraciones y con
la clásica alegría colectiva. Y había razón
para ello, las repercusiones de tal episodio histórico para las vidas de los ciudadanos
occidentales, incluidos los estadounidenses, fueron mínimas. Las cuales se materializaron
principalmente en nuevas medidas de seguridad en los transportes públicos.
Cierto, Estados Unidos y sus aliados entraron en guerra, en Afganistán e Irak,
pero ello afecto de forma directa a un muy reducido número de ciudadanos y
familias. No va a ocurrir lo mismo con el 2020. En el 2020 no se han producido
importante atentados terroristas, pero pasara a la historia como un año de
importantes derrumbamientos. Se han
derrumbado los planes de muchos ciudadanos, algunos ya perciben que se ha
derrumbado su futuro, y tendrán que reenfocarlo. Y se han derrumbado dos
históricas realidades, la de unión y la de seguridad.
La ejecución del
Brexit el próximo 31 de diciembre derrumbara la realidad de unión en Europa. Lo
que se pensaba no hace muchos años que era una solida realidad de unión, se ha
dado a conocer como una mera ilusión, que en pocos días se derrumbara, con unas
repercusiones para los ciudadanos europeos que los expertos en diferentes áreas,
política, económica, de cooperación o defensa y seguridad, no se atreven todavía
a definir, pero que ya se vislumbra que no serán buenas para la gran mayoría de
los ciudadanos europeos. Pero el derrumbamiento más traumático ha sido el de la
seguridad. Si comenzamos el 2020, con el discurso de las elites gobernantes
occidentales de que deberíamos resignarnos a ser vulnerables a las acciones
indiscriminadas del terrorismo islamista, cerraremos el año, con el de que
debemos aceptar también de forma resignada e inevitable otra amenaza, la del
virus chino covid-19.
Los ciudadanos
occidentales creíamos vivir en un ambiente de seguridad, en el que los
gobiernos democráticamente elegidos garantizaban no solo la seguridad
ciudadana, incluyendo en esta la seguridad sanitaria, sino también nuestros
derechos, derechos históricos reconocidos en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, pero no era así, la seguridad era solo una ilusión que se ha
acabado derrumbando. Hoy el covid-19 amenaza nuestras vidas y en mayor o menor
medida, dependiendo del Estado, también los derechos de los ciudadanos debido a
las medidas impuestas por sus gobiernos. La Organización
Mundial de la Salud declaro la alerta sanitaria por covid-19 el pasado 30
de enero, pero los gobiernos occidentales no adoptaron medidas para frenar su
entrada en sus respectivos territorios y su propagación hasta mediados de marzo, cuando el
virus entrando por Italia ya se había extendido por toda la Unión Europea y
saltado de forma masiva a Estados Unidos. Si en un principio se defendió la
idea de que no era ni necesario ni conveniente cerrar fronteras y limitar la circulación
de viajeros, luego se impusieron duras medidas destinadas a restringir no solo
la movilidad de los ciudadanos sino también la realización de actividades económicas,
condenando a muchos ciudadanos al desempleo.
Medidas
contradictorias y en muchas ocasiones totalmente irracionales, que los
gobiernos occidentales han impuesto apoyándose en el discurso compartido de que
nos encontramos ante un escenario nuevo, desconocido y cambiante. En España,
por ejemplo, millones de ciudadanos son privados del derecho a la libre circulación,
unos no pueden salir de su comunidad autónoma, otros ni siquiera de su ciudad,
pero se mantienen abiertas las fronteras con el exterior, de tal forma que ya
se habla de que a
España ha llegado una nueva cepa del virus,
con origen en Sudáfrica, a través de viajeros procedentes de Reino Unido. Es
decir, el Gobierno de Sánchez está criminalizando a sectores sociales, amas de
casa, pensionistas, desempleados, etc, privándoles
del derecho a la libertad de movimiento, con el argumento de que se hace para
evitar la propagación del virus, pero a la vez permite la libre circulación de
personas pertenecientes a otros sectores sociales, sin ningún tipo de control,
estando constatado que son los que propagan el virus, no solo a nivel nacional,
sino entre países. Es evidente, con la falsa disculpa de frenar la propagación del
virus, el Gobierno de España ha anulado la igualdad entre españoles, privando o
garantizando el derecho a la libre circulación en función del rol social.
Además, el 2020 ha
permitido constatar tres cosas. Uno, la capacidad de adaptación del ser humano
no se ha debilitado con el desarrollo tecnológico y la mejora de su calidad de
vida. El ser humano sigue siendo capaz de adaptarse a cualquier situación, por
muy desfavorable que esta sea, con tal de sobrevivir, cambiando hábitos,
reduciendo su movilidad, disminuyendo su consumo, adoptando medidas tan
antinaturales como el continuo uso de mascarilla. Dos, los valores morales de
nuestra sociedad, si existen dejan mucho que desear. Por ejemplo, el Gobierno de España, contando con la
complicidad del sistema sanitario, ha permitido que miles de ancianos, por
ejemplo, alojados en residencias, pero no los únicos, hayan muerto en condiciones indignas, privados
del apoyo y cariño de los suyos, y de una correcta atención sanitaria. Tres, la
crisis del covid-19 debido a cambios en hábitos de ocio y reducción de consumo
ha producido negativas consecuencias para las economías occidentales, como el
incremento del paro. Dejando así claro,
en unos pocos meses, que la corriente
de pensamiento del decrecimiento, defendida por sectores de la izquierda política,
no es deseable por las consecuencias que a corto plazo produciría en las economías
capitalistas occidentales un cambio del
estilo de vida actual y una drástica disminución
del consumo. Inevitablemente, el crecimiento económico sigue siendo la única solución
para que un cada vez mayor número de
ciudadanos pueda disfrutar de mejor calidad de vida.